Discurso
en la Universidad de Sofía
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El Papa en la Universidad de Sofía, en Tokio © Vatican Media |
“Queridos
jóvenes, profesores, y todo el personal de la Sophia University: El Señor
y su Iglesia cuentan con ustedes para que participen en la misión de buscar,
hallar y expandir la Sabiduría divina y ofrecer alegría y esperanza a la
sociedad actual”, ha dicho el Papa Francisco en su último acto público en Tokio,
antes de ir al aeropuerto para regresar a Roma.
Este
martes, 26 de noviembre de 2019, el Santo Padre ha visitado la Universidad de Sofía, donde
ha celebrado la Misa con los jesuitas de Japón a primera hora de la mañana, ha
desayunado en privado con algunos miembros de la Universidad, y ha compartido
un momento con enfermos y ancianos.
Preferencias Apostólicas:
jóvenes y pobres
La
tradición ignaciana, en la que se basa Sophia (Sabiduría), “debe
impulsar a profesores y estudiantes por igual a crear una atmósfera que fomente
la reflexión y el discernimiento”, ha propuesto Francisco. “Ningún estudiante
de esta universidad debería graduarse sin haber aprendido cómo elegir,
responsable y libremente, lo que en conciencia sabe que es lo mejor”.
Las
Preferencias Apostólicas Universales que propuso la Compañía de Jesús, ha
aclarado el Pontífice, “dejan claro que el acompañamiento de los jóvenes es una
realidad importante en todo el mundo, y que todas las instituciones ignacianas
deben fomentar ese acompañamiento”. Por ello, el Papa ha animado a la
Universidad “en su conjunto” a “centrarse en los jóvenes”, no sólo como
“receptores de una educación preparada”, sino “también parte de esa educación,
ofreciendo sus ideas y compartiendo su visión y esperanzas para el futuro”.
Así,
el Papa ha mencionado otra de las “preferencias apostólicas universales” de los
jesuitas: la de caminar con los pobres y los marginados de nuestro mundo. En
este sentido, ha señalado que “El estudio universitario de calidad, más que
considerarlo el privilegio de unos pocos, tiene que ir acompañado por la
conciencia de saberse servidores de la justicia y del bien común; servicio a
implementarse en el área que a cada uno le toque desarrollar”.
Casa común
En
el contexto del cuidado por la casa común, el Santo Padre ha observado que “en
una sociedad tan competitiva y tecnológicamente orientada, esta universidad
debería ser un centro no sólo de formación intelectual, sino también un lugar
donde pueda ir tomando forma una sociedad mejor y un futuro más lleno de
esperanza”.
Así,
ha comentado que en el espíritu de la encíclica Laudato si’, añadiría que
“el amor por la naturaleza, tan típico de las culturas asiáticas, aquí debería
expresarse en una inquietud inteligente y previsora por la protección de la
tierra, nuestra casa común”.
Al
final del encuentro, el propio Papa ha pedido bajar del podio a saludar a los
estudiantes de manera personal, que han atendido desde sus asientos con interés
en discurso del Pontífice. Con gran entusiasmo, los jóvenes alumnos han dado
sus manos al Papa y han tomado fotografías.
Publicamos a continuación
el discurso que el Papa Francisco ha pronunciado durante la visita a la
Universidad de Sofía.
Discurso del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas:
Me
alegra mucho poder estar unos minutos con ustedes al final de mi visita
apostólica, poco antes de dejar Japón y regresar a Roma.
Mi
estadía en este país ha sido breve pero intensa. Agradezco a Dios y a todo el
pueblo nipón por la oportunidad de poder visitar este país, que dejó una gran
huella en la vida de san Francisco Javier, y donde tantos mártires dieron
testimonio de su fe cristiana. A pesar de que los cristianos son una minoría,
su presencia se siente. Yo mismo he sido testigo de la estima general que se
tiene hacia la Iglesia Católica, y espero que este respeto mutuo pueda aumentar
en el futuro. También he observado que, a pesar de la eficiencia y el orden que
caracterizan a la sociedad japonesa, se percibe que se desea y se busca algo
más: un hondo anhelo por crear una sociedad cada vez más humana, compasiva y
misericordiosa.
El
estudio y la meditación son parte de toda cultura, y vuestra cultura japonesa
está, en este sentido, orgullosa de su herencia antigua y rica. Japón ha podido
integrar el pensamiento y las religiones de Asia en su conjunto y crear una
cultura con identidad definida. La Escuela Ashikaga, que tanto impresionó a san
Francisco Javier, es un ejemplo de la capacidad de la cultura japonesa para
absorber y transmitir el conocimiento. Los centros de estudio, meditación e
investigación, siguen desempeñando un papel importante en la cultura actual.
Por esta razón, es necesario que conserven su autonomía y libertad, en aras de
un futuro mejor. Puesto que las universidades siguen siendo el lugar principal
en el que se capacitan los líderes futuros, es necesario que el conocimiento y
la cultura en toda su amplitud inspire todos los aspectos de las instituciones
educativas volviéndose cada vez más inclusivas y generadoras de oportunidad y
promoción social.
Sophia.
Siempre el hombre, para administrar sus recursos de manera constructiva y
eficiente, necesitó de la verdadera Sophia, de la verdadera Sabiduría. En
una sociedad tan competitiva y tecnológicamente orientada, esta universidad
debería ser un centro no sólo de formación intelectual, sino también un lugar
donde pueda ir tomando forma una sociedad mejor y un futuro más lleno de
esperanza.
En el espíritu de la encíclica Laudato si’, añadiría que el
amor por la naturaleza, tan típico de las culturas asiáticas, aquí debería
expresarse en una inquietud inteligente y previsora por la protección de la
tierra, nuestra casa común. Inquietud que pueda amalgamarse con la promoción de
una nueva episteme capaz de ampliar y cuestionar todo intento reduccionista de
parte del paradigma tecnocrático (cf. nn. 106-114). No perdamos de vista que
«la auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en
medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla
que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de
todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?» (ibíd., 112).
La Sophia
University ha estado siempre marcada por una identidad humanista,
cristiana e internacional. Desde su fundación, la Universidad se ha enriquecido
con la presencia de profesores de varios países, incluso a veces de países en
conflicto entre sí. Sin embargo, todos estaban unidos por el deseo de dar lo
mejor a los jóvenes de Japón. Ese mismo espíritu perdura también en las muchas
formas en las que ustedes brindan ayuda a quienes más lo necesitan, aquí y en
el extranjero. Estoy seguro de que este aspecto de la identidad de vuestra
Universidad se fortalecerá cada vez más, de modo que los grandes avances
tecnológicos de hoy puedan ponerse al servicio de una educación más humana,
justa y ecológicamente responsable.
La
tradición ignaciana, en la que se basa Sophia, debe impulsar a profesores
y estudiantes por igual a crear una atmósfera que fomente la reflexión y el
discernimiento. Ningún estudiante de esta universidad debería graduarse sin
haber aprendido cómo elegir, responsable y libremente, lo que en conciencia
sabe que es lo mejor. Que en cada situación, incluso en las más complejas, se
interesen por lo que en su conducta es justo y humano, cabal y responsable,
decididos defensores de los vulnerables, y sean conocidos por esa integridad
que tanto se necesita en estos momentos en que las palabras y las acciones a
menudo son falsas o engañosas.
Las
Preferencias Apostólicas Universales que propuso la Compañía de Jesús dejan
claro que el acompañamiento de los jóvenes es una realidad importante en todo
el mundo, y que todas las instituciones ignacianas deben fomentar ese
acompañamiento. Como lo demuestra el Sínodo sobre los jóvenes y sus documentos,
la Iglesia universal también mira con esperanza e interés a los jóvenes de todo
el mundo. Vuestra Universidad en su conjunto debe centrarse en los jóvenes, que
no sólo han de ser receptores de una educación preparada, sino también parte de
esa educación, ofreciendo sus ideas y compartiendo su visión y esperanzas para
el futuro. Que vuestra Universidad sea conocida por ese modelo de intercambio y
por el enriquecimiento y vitalidad que esto genera.
La
tradición cristiana y humanista de Sophia está totalmente en
consonancia con otra de las preferencias que mencioné, la de caminar con los
pobres y los marginados de nuestro mundo. La Universidad, enfocada en su
misión, deberá estar abierta siempre a crear un archipiélago capaz de
interconectar lo que social y culturalmente puede llegar a concebirse como
separado. Los marginados serán creativamente involucrados e incorporados en el
currículo universitario, buscando posibilitar las condiciones para que esto se
traduzca en la promoción de un estilo educativo capaz de achicar brechas y
distancias. El estudio universitario de calidad, más que considerarlo el
privilegio de unos pocos, tiene que ir acompañado por la conciencia de saberse
servidores de la justicia y del bien común; servicio a implementarse en el área
que a cada uno le toque desarrollar. Una causa que nos compete a todos; el
consejo de Pedro a Pablo sigue siendo cierto hoy: no olvidemos a los pobres
(cf. Ga 2,10).
Queridos
jóvenes, profesores, y todo el personal de la Sophia University: Que estas
reflexiones y nuestro encuentro de hoy den fruto en sus vidas y en la vida de
esta comunidad académica. El Señor y su Iglesia cuentan con ustedes para que
participen en la misión de buscar, hallar y expandir la Sabiduría divina y
ofrecer alegría y esperanza a la sociedad actual. Por favor, no se olviden
también de rezar por mí y por todos los que más necesitan de nuestra ayuda.
Ahora,
mientras me dispongo a dejar Japón, les agradezco, y a través de ustedes a todo
el pueblo japonés, por la amable acogida y bienvenida que me han brindado
durante esta visita. Los aseguro que los tendré presentes en mi corazón y en mi
oración.
Rosa
Die Alcolea
©
Librería Editorial Vaticano
Fuente:
Zenit