Persecución de san Pablo
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El Papa bendice a un peregrino vietnamita © Vatican Media |
El
Pontífice ha recordado que “el martirio es el aire de la vida de un cristiano,
de una comunidad cristiana”, y ha asegurado que siempre habrá mártires entre
nosotros: “esta es la señal de que vamos por el camino de Jesús”.
Esta
mañana, 11 de diciembre de 2019, en el Aula Pablo VI, el Santo Padre ha
proseguido la catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, centrándose en el
pasaje “¡Por poco con tus argumentos haces de mí un cristiano!” (Hechos
26, 28). Pablo prisionero ante el rey Agripa (Hechos, 26, 22-23).
Al
pronunciar la catequesis en italiano, dedicada a la persecución del
apóstol Pablo, el Papa ha improvisado unas palabras, con las que ha compartido
el encuentro que ha tenido antes de la audiencia general con un grupo de
peregrinos ucranianos: “¡Cómo persiguieron a esta gente, cuánto han sufrido por
el Evangelio! Pero no negociaron la fe. Son un ejemplo”.
“Hoy
en el mundo, en Europa, tantos cristianos son perseguidos y dan la vida por su
fe, o son perseguidos con guantes blancos, es decir, dejados de lado,
marginados…”, ha indicado. El martirio “es una bendición del Señor, que haya en
el pueblo de Dios, alguno o alguna que dé este testimonio de martirio”.
Perseverancia
El
apóstol san Pablo, ha indicado Francisco en su catequesis, “nos enseña la
perseverancia en la prueba” y la “capacidad de leer todo con los ojos de la
fe”.
En
este sentido, ha exhortado a pedirle al Señor, por intercesión del apóstol,
“que reviva nuestra fe y nos ayude a ser fieles hasta el final de nuestra
vocación de cristianos, de discípulos de los discípulos del Señor, de
misioneros”.
A
partir de este momento, el retrato de Pablo es el del prisionero cuyas cadenas
son el signo de su fidelidad al Evangelio y del testimonio dado al Resucitado.
Lucas
destaca la similitud entre Pablo y Jesús, ambos odiados por sus adversarios,
acusados públicamente y reconocidos como inocentes por las autoridades
imperiales; y así Pablo se asocia con la pasión de su Maestro, y su pasión se
convierte en un evangelio vivo.
Tras
resumir su discurso en diversas lenguas, el Papa ha saludado a los grupos de
fieles presentes. La audiencia general ha terminado con el canto del Pater
Noster y la bendición apostólica.
Catequesis del Papa
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En
la lectura de los Hechos de los Apóstoles, prosigue el camino del Evangelio por
el mundo y el testimonio de san Pablo está cada vez más marcado por el sello
del sufrimiento. Pero esto es algo que crece con el tiempo en la vida de Pablo.
Pablo no es sólo el evangelizador ardiente, el intrépido misionero entre los
paganos que da vida a las nuevas comunidades cristianas, sino también el
testigo sufriente del Resucitado (cf. Hch 9, 15-16).
La
llegada del apóstol a Jerusalén, descrita en el capítulo 21 de los Hechos,
desencadena un odio feroz hacia él, que le reprochan: “¡Pero éste era un
perseguidor! ¡No os fieis!”. Como lo fue para Jesús, Jerusalén también es la
ciudad hostil para él. Cuando fue al templo, lo reconocieron, lo sacaron para
lincharlo y fue salvado in extremis por los soldados romanos. Acusado de
enseñar contra la Ley y el Templo, fue arrestado y comenzó su peregrinaje como
prisionero, primero ante el sanedrín, luego ante el procurador romano en
Cesarea y finalmente ante el rey Agripa.
Lucas
destaca la similitud entre Pablo y Jesús, ambos odiados por sus adversarios,
acusados públicamente y reconocidos como inocentes por las autoridades
imperiales; y así Pablo se asocia con la pasión de su Maestro, y su pasión se
convierte en un evangelio vivo. Yo vengo de la basílica de San Pedro y allí
tuve mi primera audiencia esta mañana con peregrinos ucranianos de una
diócesis ucraniana. ¡Cómo persiguieron a esta gente, cuánto han sufrido por el
Evangelio! Pero no negociaron la fe. Son un ejemplo. Hoy en el mundo, en
Europa, tantos cristianos son perseguidos y dan la vida por su fe, o son
perseguidos con guantes blancos, es decir, dejados de lado, marginados… El
martirio es el aire de la vida de un cristiano, de una comunidad cristiana.
Siempre habrá mártires entre nosotros: esta es la señal de que vamos por el
camino de Jesús. Es una bendición del Señor, que haya en el pueblo de Dios,
alguno o alguna que dé este testimonio de martirio.
Pablo
es llamado a defenderse de las acusaciones, y al final, en presencia del rey
Agripa II, su apología se convierte en un testimonio eficaz de fe (cf. Hch 26,
1-23).
Luego
Pablo cuenta su propia conversión: Cristo resucitado lo hizo cristiano y le
confió la misión entre las naciones, “para que se conviertan de las tinieblas a
la luz y del poder de Satanás a Dios, y para que reciban el perdón de los
pecados y una parte de la herencia, entre los santificados mediante la fe en
mí” (v. 18).
Pablo
obedeció este mandato y no hizo otra cosa que mostrar cómo los profetas y
Moisés predijeron lo que ahora anuncia él: “que el Cristo había de padecer y
que, después de resucitar el primero de entre los muertos, anunciaría la luz al
pueblo y a los gentiles” (v. 23). El testimonio apasionado de Pablo toca el
corazón del rey Agripa, a quien sólo le falta el paso decisivo. Y así dice
el rey: “¡Por poco con tus argumentos haces de mí un cristiano! (v. 28). Pablo
es declarado inocente, pero no puede ser liberado porque ha apelado al César.
Así continúa el viaje imparable de la Palabra de Dios a Roma. Pablo,
encadenado, terminará aquí en Roma.
A
partir de este momento, el retrato de Pablo es el del prisionero cuyas cadenas
son el signo de su fidelidad al Evangelio y del testimonio dado al Resucitado.
Las
cadenas son ciertamente una prueba humillante para el Apóstol, que aparece al
mundo como un “malhechor” (2 Tim 2,9). Pero su amor a Cristo es tan fuerte que
incluso estas cadenas se leen con los ojos de la fe; fe que para Pablo no es
“una teoría, una opinión sobre Dios y sobre el mundo”, sino “el impacto del
amor de Dios en su corazón, […] es amor a Jesucristo” (BENEDICTO XVI, Homilía
con ocasión del Año Paulino, 28 de junio de 2008).
Queridos
hermanos y hermanas, Pablo nos enseña la perseverancia en la prueba y la
capacidad de leer todo con los ojos de la fe. Hoy pedimos al Señor, por
intercesión del apóstol, que reviva nuestra fe y nos ayude a ser fieles hasta el
final de nuestra vocación de cristianos, de discípulos de los discípulos del
Señor, de misioneros.
Rosa
Die Alcolea
Fuente:
Zenit