Prepararse
para la Navidad
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Audiencia General en el aula Pablo VI, 18 dic. 2019 © Vatican Media |
“Cuando
hacemos el belén en casa, es como si abriéramos la puerta y dijéramos: ‘Jesús,
¡entra!’, es hacer concreta esta cercanía, esta invitación a Jesús para que
venga a nuestra vida. Porque si Él habita nuestra vida, la vida renace. Y si la
vida renace es de verdad Navidad. ¡Feliz Navidad a todos!”.
Estas
palabras fueron pronunciadas por el Santo Padre hoy, 18 de diciembre de 2019,
en la audiencia general celebrada en el Aula Pablo VI.
La
catequesis del Santo Padre trató sobre la Navidad, “El belén, evangelio
doméstico”, basándose en el pasaje del evangelio según san Mateo 2, 15-16.
«Celebrar la cercanía de
Dios»
El
Papa Francisco recomendó “hacer el belén” como modo de prepararse para el
Nacimiento de Jesús y remitió a su Carta Admirabile signum (Signo
admirable) sobre el significado del pesebre. Para él, el pesebre es “como un
Evangelio vivo”, porque lo lleva “a los lugares en los que uno vive” y recuerda
algo esencial: “que Dios nos permaneció invisible en el cielo, sino que vino a
la Tierra, se hizo hombre, un niño”.
“Hacer
el pesebre es celebrar la cercanía de Dios. Dios siempre estuvo cerca de
su pueblo, pero cuando se encarnó y nació, estuvo muy cerca, muy cerca. Hacer
el belén es celebrar la cercanía de Dios, es redescubrir que Dios es real,
concreto, vivo y palpitante” y “el Niño en el pesebre nos transmite su
ternura”, describió Francisco.
Invitación a la
contemplación
El
belén, prosiguió, es también un “Evangelio doméstico”, pues “el pesebre que
hacemos en casa, donde compartimos comida y afecto, nos recuerda que Jesús es
el alimento, el pan de vida (cf. Jn 6,34). Es Él quien alimenta nuestro amor,
es Él quien da a nuestras familias la fuerza para seguir adelante y
perdonarnos”.
Asimismo,
el pesebre nos invita “a la contemplación”, a considerar “la importancia de
detenernos”: “Porque solo cuando sabemos recogernos podemos acoger lo que
cuenta en la vida. Sólo si dejamos el estruendo del mundo fuera de nuestras
casas nos abrimos a escuchar a Dios, que habla en silencio”, indicó el Papa.
El
belén es también una “imagen artesanal de la paz” en un mundo como el actual
“cuando cada día se fabrican en el mundo tantas armas y tantas imágenes
violentas que entran por los ojos y el corazón”, apuntó.
No estamos solos
Por
último, el Pontífice, destacó una enseñanza sobre el sentido mismo de la vida
en el belén: “El pesebre nos recuerda que Jesús viene a nuestra vida concreta.
Y esto es importante. Hacer un pequeño belén, en casa, siempre, porque es el
recuerdo de Dios que vino entre nosotros, nació entre nosotros, nos acompaña en
la vida, es hombre como nosotros, se hizo hombre como nosotros. En la vida
diaria ya no estamos solos, Él vive con nosotros”.
Y
agregó que todo esto, “no cambia mágicamente las cosas pero, si lo acogemos,
todo puede cambiar”.
A continuación,
reproducimos la catequesis completa del Papa Francisco.
Catequesis del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Dentro
de una semana será Navidad. En estos días, mientras corremos para hacer los
preparativos de la fiesta, podemos preguntarnos: «¿Cómo me preparo para el
nacimiento del festejado? Un modo sencillo pero eficaz de prepararse es hacer
el belén. Este año yo también he seguido este camino: fui a Greccio, donde San
Francisco hizo el primer belén, con los lugareños. Y escribí una carta para
recordar el significado de esta tradición, lo que significa el belén en el
tiempo de Navidad.
En
efecto, el pesebre «es como un Evangelio vivo» (Carta apostólica Admirabile
signum, 1). Lleva el Evangelio a los lugares donde uno vive: a las casas,
a las escuelas, a los lugares de trabajo y de reunión, a los hospitales y a las
residencias de ancianos, a las cárceles y a las plazas. Y allí donde vivimos
nos recuerda algo esencial: que Dios no permaneció invisible en el cielo, sino
que vino a la Tierra, se hizo hombre, un niño.
Hacer
el pesebre es celebrar la cercanía de Dios. Dios siempre estuvo cerca de
su pueblo, pero cuando se encarnó y nació, estuvo muy cerca, muy cerca. Hacer
el belén es celebrar la cercanía de Dios, es redescubrir que Dios es real,
concreto, vivo y palpitante. Dios no es un señor lejano ni un juez distante,
sino Amor humilde, descendido hasta nosotros. El Niño en el pesebre nos
transmite su ternura. Algunas figuritas representan al «Niño» con los brazos
abiertos, para decirnos que Dios vino a abrazar nuestra humanidad. Entonces es
bonito estar delante del pesebre y allí confiar nuestras vidas al Señor,
hablarle de las personas y situaciones que nos importan, hacer con Él un
balance del año que está llegando a su fin, compartir nuestras expectativas y
preocupaciones.
Junto
a Jesús vemos a la Virgen y a San José. Podemos imaginar los pensamientos y
sentimientos que tuvieron cuando el Niño nació en la pobreza: alegría, pero
también consternación. Y también podemos invitar a la Sagrada Familia a nuestra
casa, donde hay alegrías y preocupaciones, donde cada día nos levantamos,
comemos y dormimos cerca de nuestros seres queridos. El pesebre es un evangelio
doméstico. La palabra pesebre significa literalmente «comedero», mientras que
la ciudad del pesebre, Belén, significa «casa del pan». El pesebre que hacemos
en casa, donde compartimos comida y afecto, nos recuerda que Jesús es el
alimento, el pan de vida (cf. Jn 6,34). Es Él quien alimenta nuestro amor, es
Él quien da a nuestras familias la fuerza para seguir adelante y perdonarnos.
El
pesebre nos ofrece otra enseñanza de vida. En los ritmos de hoy, a veces
frenéticos, es una invitación a la contemplación. Nos recuerda la
importancia de detenernos. Porque sólo cuando sabemos recogernos podemos acoger
lo que cuenta en la vida. Sólo si dejamos el estruendo del mundo fuera de
nuestras casas nos abrimos a escuchar a Dios, que habla en silencio. El pesebre
es actual, es la actualidad de cada familia. Ayer me dieron una foto de un
belén especial, uno pequeño, llamado: «Dejemos descansar a mamá». Allí estaba
la Virgen dormida y José con el Niño, que hacía que se durmiera. Cuántos de
vosotros tienen que repartir la noche entre marido y mujer por el niño o la
niña que llora, llora, llora, llora. «Dejemos que mamá descanse» es la ternura
de una familia, de un matrimonio.
El
pesebre es más actual que nunca, cuando cada día se fabrican en el mundo tantas
armas y tantas imágenes violentas que entran por los ojos y el corazón. El
pesebre es, en cambio, una imagen artesanal de la paz. Por eso es un
evangelio vivo.
Queridos
hermanos y hermanas, del pesebre podemos sacar también una enseñanza sobre el
sentido mismo de la vida. Vemos escenas cotidianas: los pastores con las
ovejas, los herreros que baten el yunque, los molineros que hacen pan; a veces
se insertan paisajes y situaciones de nuestros territorios. Está bien, porque
el pesebre nos recuerda que Jesús viene a nuestra vida concreta. Y esto es
importante. Hacer un pequeño belén, en casa, siempre, porque es el recuerdo de
Dios que vino entre nosotros, nació entre nosotros, nos acompaña en la vida, es
hombre como nosotros, se hizo hombre como nosotros. En la vida diaria ya no
estamos solos, Él vive con nosotros.
No
cambia mágicamente las cosas pero, si lo acogemos, todo puede cambiar. Os
deseo, entonces, que hacer el pesebre sea la ocasión de invitar a Jesús a la
vida. Cuando hacemos el belén en casa, es como si abriéramos la puerta y
dijéramos: «Jesús, ¡entra!”, es hacer concreta esta cercanía, esta invitación a
Jesús para que venga a nuestra vida. Porque si Él habita nuestra vida, la vida
renace. Y si la vida renace es de verdad Navidad. ¡Feliz Navidad a todos!
Larissa
I. López
©
Librería Editorial Vaticana
Fuente:
Zenit