NUESTROS MOVIMIENTOS EN COPEI JORNADA FESTIVA 1 DE JUNIOJORNADAS DE FORMACIÓN DE LAICOSNOTICIAS POR CATEGORIASDICASTERIO PARA LOS LAICOSCOMISIÓN EPISCOPAL DE AP. SEGLARMOVIMIENTOS Y ASOCIACIONES
/div>
30.12.19
ENCONTRAR TU VOCACIÓN ES MUY SENCILLO
Tu
vocación está ahí, delante de ti, basta con abrir los ojos y sobre todo el
corazón
Petar Paunchev|Shutterstock
Ya
no se habla de vocación, excepto para ciertas profesiones: médico, enfermero,
profesor…
Hemos olvidado que la
vocación significa llamamiento. La palabra proviene del latín “vocare” que
significa “llamar”. De una manera u otra, todos estamos llamados por Dios a crecer según su voluntad para participar en la
construcción de un mundo mejor.
Pero es cierto que solemos estar tan
inmersos en nuestras tareas cotidianas que a menudo se nos hace muy difícil
discernir el llamamiento de Dios en nuestras vidas. Renunciar pues a buscar
nuestra vocación, ¿no es negarse a poner nuestra vida en las manos de Dios?
Descubre
tus talentos
Para muchos de nosotros,
reconocer nuestras cualidades no siempre es fácil. ¡No pensamos tener nada
excepcional! Por miedo a la vanidad, negamos nuestros talentos, o incluso
tratamos de ser diferentes de lo que somos.
Entonces no vemos el tesoro
que Dios ha puesto en nosotros desde nuestra concepción. Si Dios nos ama con
amor incondicional, como a cualquier padre, más que cualquier padre, se alegra
de vernos ejercer los diferentes talentos que nos ha dotado.
No podemos elegirlos, pero
podemos decidir acogerlos con humildad.
¿Cómo reconocerlos? Escuchemos
lo que nuestros cónyuges, amigos, hijos o colegas aprecian de nosotros. Recibamos estas cualidades
como dones de Dios, dones de su amor.
No
esperemos, de la noche a la mañana, encontrar finalmente la vocación que
cambiará nuestras vidas.
Busquemos poner
en práctica y desarrollar los pequeños y grandes talentos que embellecen la
vida cotidiana: la
capacidad de acogida de uno, la fantasía del otro, sus aptitudes culinarias e
intelectuales…
Tomémonos el tiempo para
ofrecer un café a nuestro vecino que no parece estar bien. Seamos más rigurosos
en nuestro análisis, aunque nuestro líder no se dé cuenta.
Ofrezcámonos a ayudar a una
asociación que nos llegue al corazón. Tenemos mucho que ofrecer. Y, al hacerlo,
hagámoslo por Dios.
Dejémonos llevar por la
alegría
Cuando lo pasamos bien,
preguntémonos: “¿Qué fue lo que realmente me hizo feliz? ¿Implementar mis
facultades intelectuales y artísticas? ¿Abrirme a mi habilidad de maravillarme
con la vida?”
Una
cosa es cierta: seguir tu vocación te trae felicidad e incluso alegría.
Busquemos lo que da alegría,
sentido a nuestra vida, lo que nos lleva al prójimo.
Seguir la voluntad de Dios
es acoger su proyecto de felicidad para nosotros, aunque nos perturbe en
nuestros hábitos.
Aunque no encaje con nuestra
idea sobre el éxito. Desarrollar nuestra riqueza nos da fuerza, nos empuja
hacia los demás.
Entonces renunciamos más
fácilmente a lo superficial.
Confiemos en Dios y
encontraremos lo que en todo caso es nuestra vocación: hacer de nuestra vida un
testimonio de amor, un testimonio de Dios actuando en el mundo.
¿Suena demasiado simple?
Dios no nos pide nada más
allá de nuestras capacidades. Nos pide que nos pongamos a trabajar, a nuestra
medida, pero con perseverancia y tenacidad. La oración nos ayudará a encontrar
nuestro camino.
No nos desanimemos y no nos
olvidemos de ofrecerle lo que somos capaces de hacer al pensar: “¡Es tan poco!”
San Pablo nos exhorta:
“Transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan
discernir cuál es la voluntad de Dios”. (Romanos 12:2).
“Conforme a la gracia que
Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes” (Rm 12,6).
“Con solicitud incansable y
fervor de espíritu, sirvan al Señor.” (Rm 12,11).