En una
sociedad donde todo va a toda velocidad, ¿queda aún tiempo para rezar? ¡Sí!
Siempre que tomes los medios. Algunas sugerencias para rezar todos los días,
cueste lo que cueste
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Nuestras
jornadas están repletas y pasan tan rápido, que a veces faltan el tiempo y el
deseo para orar. La fatiga se nota y la oración se olvida rápidamente. ¡Para
remediar este círculo vicioso, necesitas un poco de disciplina y de buena
voluntad!
Decide dedicar un momento todos los días a la oración, nada más que la oración
Si
esperamos hasta tener tiempo para rezar, nunca rezaremos. En cambio si nos
aferramos a la oración, siempre encontraremos unos minutos para esto.
Confía al Señor este deseo de oración
Dios desea más que nosotros, que Lo
encontremos en la oración. Podemos estar seguros de que Él responderá a nuestro
deseo, aunque no sea necesariamente cuando y como lo esperamos.
Elige de antemano el tiempo para rezar
Si es necesario, escríbelo en tu agenda (la
noche anterior, por ejemplo). Después de todo, es una cita al menos tan
importante como las demás.
No desees encontrar el
momento ideal
Por
supuesto, cuando puedas, mejor evita la hora de la siesta o la hora del día en
que la casa sea más ruidosa. Pero las condiciones ideales no existen, y Dios lo
entiende muy bien: Él puede encontrarnos en medio del ruido de una gran ciudad
o en el letargo del comienzo de una tarde.
A la hora indicada,
comienza sin esperar
Uno
suele descubrir miles de actividades urgentes para hacer en ese momento. Nos
decimos a nosotros mismos: “Vamos, solo estoy viendo mis correos electrónicos”
… y nos encontramos viendo una película. Tanto es así que el tiempo para la
oración termina sin haber comenzado a rezar.
Fíjate una duración y
cúmplela
¿Cuánto
tiempo? Diez minutos, quince minutos o más, cada uno de ver según sus
posibilidades. Es mejor no ser demasiado ambicioso, especialmente al principio,
y permanecer fiel: cinco minutos de oración diaria son mejores que una hora de
vez en cuando. E incluso si tenemos la impresión de orar muy mal, vamos hasta
el fin: los últimos minutos pueden ser los más importantes.
Multiplica pequeños
“encuentros de oración” en el centro de la jornada
Mantén la confianza, pase
lo que pase
El
peor enemigo de la oración es el desánimo.
Haz que todas tus acciones
sean oraciones
San
Ignacio de Loyola decía que “el hombre no solo sirve a Dios cuando reza”. Es
decir, cada acción da lugar a una nueva oración, adecuada a las condiciones en
que tiene lugar. Eso hace “encontrar a Dios en todas las cosas”. Entonces,
incluso en esos días en que no tenemos tiempo para detenernos para hacer una
larga oración, dale gracias a Dios por todo lo que tienes y dile: “Señor, todo
mi trabajo de hoy Te lo ofrezco”.
Edifa
Fuente: Aleteia