Los 7
pecados capitales: entre los consejos del maestro del infierno a sus aprendices
demoníacos hoy habla de la pereza, la acedia, la melancolía
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Queridos
amigos, no olvidéis nunca que nuestras tentaciones sólo tienen un objetivo:
despertar la desesperación. Por eso he decidido enviarle este último mensaje
para hablarles de la acedia. ¿Sabes que es tan valiosa como el orgullo para
perder un alma? Es la guinda del pastel.
Cómo llevar a tu víctima a
la pereza y la melancolía
He conseguido borrar de los
libros de moral -¡y de las homilías!- el término “acedia” durante unos cinco siglos,
y sustituirlo por la suave “pereza” y la psicologizante “melancolía“.
Hacer desaparecer una
palabra impide pensar en ella, pero desde luego no impide vivirla… Para
instalar este peligroso virus en tu presa, aprovecha
un conflicto con alguien de su entorno (familia, colega, vecino, amigo…).
Entonces, suéltale: “Sólo
hay una solución: mudarse, cambiar de trabajo o incluso de cónyuge…”. El hombre tiene una capacidad infinita de creer
que el cambio externo llevará al cambio interno.
¡Fomenta el movimiento por
el movimiento! Haz que tu víctima se sienta cada vez más desfasada con la gente
que la rodea, haz que juzgue a los demás, haz
que se sienta diferente.
Alimenta
la amargura de su corazón, mantén su desprecio. Si alguna vez se encuentra con un zelote
nazareno, recuérdale a todos esos cristianos hipócritas que ha conocido. Que lo
idealice soñando con una Iglesia perfecta.
Entonces, en el momento
adecuado -a veces hay que esperar hasta la mitad de la vida, e incluso hasta el
final- mostrarle el vacío de su existencia.
Molestar constantemente la
oración del hombre…
Pero quiero insistir, en
este último “post-odio”, en aquellos que se han dedicado totalmente al Otro. Al
principio no se puede contar con el desánimo: están llenos de fuego, tienen una
energía infernal.
Por lo tanto, sírvete
de su buena voluntad. Fatigarlos, cansarlos. ¿Cómo se puede tomar un día de
descanso semanal cuando hay tantos enfermos a los que visitar, tantas personas
a las que acompañar?
Nuestro veneno es el activismo. ¡Como su acción es para el Otro, creen
que es del Otro, inspirada, querida por Él!
Lo ideal es que la
multiplicación de las reuniones vaya disminuyendo poco a poco el tiempo del
breviario, y luego el de la misa diaria.
¿Su víctima acumula fatiga?
Presiona para que se busque una compensación fácil. No te olvides de esos
momentos vacíos en los que se encuentra por la noche, tarde, sola, comiendo
demasiado, viendo tantas series.
Si
tu presa persiste en hacer un retiro anual, que permanezca lo menos posible en silencio: multiplica las caminatas,
los encuentros, las enseñanzas…
Intenta
reducir al mínimo su tiempo de oración. Asegúrate de que pierda el sentido de
la gratuidad. Perderá
el gusto por el amor – y por lo tanto por el Otro.
Sobre todo, no dejes que
nadie hable de su Cruz
Finalmente, al final de su
vida, haz que la persona crea que todo a lo que
se ha dedicado ha sido para nada. Sólo han recogido espinas y yardas
para ser golpeados (eso me hacer recordar un mal momento…).
Su presa se desanimará, se verá privada de
recursos y se llenará de amargura y resentimiento. ¡Pero no te hagas el
listo! Nunca se gana con el Otro (incluso se pierde para siempre, pero no te lo
voy a decir, para no deprimirte…).
Para terminar de agarrar a
su víctima, evita colocarla frente a este abominable invento: la Cruz. No dejes que piense que
“el otro es el sembrador, el otro es el cosechador”, y que un fracaso aparente
es a menudo la semilla de la vida.
Pero
me paro: ¡ahora empiezo a hablar como ellos! Incluso iba a decir “adiós”…
Por el padre Pascal Ide y Luc Adrian (Inspirado por las Cartas del diablo a su sobrino de C. S. Lewis).
Fuente:
Aleteia