Acaba un tiempo sagrado, comienza otro, ¿qué es lo que sueño? ¿Qué desafíos
me plantea la vida?
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| By Pand P Studio| SHUTTERSTOCK |
Tiene la vida
algo extraño. Tras la muerte brota la vida. Tras la vida viene la muerte. En
una cadena eterna. La vida de ahora, la vida de entonces. La muerte presente.
La muerte de un día. Y un año se acaba.
Y lo despido
nostálgico. Porque ha sido distinto, único. No como otros. Y duele el desgarro
de idas y venidas. Y los secretos guardados en el alma.
Como hojas
caídas del árbol al llegar el otoño. Sembrando nuevas esperanzas. Despertando
amaneceres. Anochece, nace un nuevo día.
Quiero dar
gracias por el año que ha concluido. Quiero alabar
a Dios por todo lo que me ha regalado. Día a día, mes a mes. Tantos
regalos ocultos.
Un año como
otro cualquiera. O tan distinto. Miro el tiempo que ha pasado. Comencé el año
abriendo hojas en blanco, rellenando sueños, despertando anhelos. Y el deseo de
crecer en la piel. Bajo la bendición de Dios:
“El Señor te
bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El
Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz”.
Dios me
bendice. Habla bien de mí. Desea que crezca, que florezca mi alma, que sienta
en mi corazón la alegría de los hijos. Y así comencé a recorrer los días y los
meses.
¿Sería todo
igual que siempre? ¿Vendrían sólo bienes a mi alma? El corazón teme el
desgarro. Perder lo que ama. Se ilusiona y sueña. La desilusión duele
en lo más profundo. No sé cómo se digiere la pérdida. No sé vivir el duelo.
Duele el alma.
Quisiera
comenzar todo de nuevo. ¡Qué manía la mía de volver la mirada al pasado! Como si pudiera cambiar los días de ayer. No es posible.
El corazón lo
sabe. Pero se empeña, yo me empeño. En detener el reloj o en volver a algún
punto en el tiempo ya pasado, casi olvidado.
El presente
manda. Siempre se impone con la fuerza de los segundos que se deslizan
monótonos por el reloj. No quiero cambiar el año que pasa. Pero lo miro
perplejo. Tantas cosas en tan poco tiempo.
¿Es posible
contener el dolor en una vasija de barro? ¿Y luego? ¿Dónde lo vierto? ¿El
dolor tiene algún sentido? El dolor lo provoca mi corazón que ama,
sueña y anhela.
Y el desgarro,
el bendito desgarro. Y el tiempo que todo lo sana y eleva. O parece calmar los
miedos y las ansias. Con una mano suave, la de Dios en forma de ángel.
Y me detengo
ante el rostro de María al comenzar el año, al acabar el año. No tengo
miedo. Acaba un tiempo sagrado. Comienza otro. No tengo nada que
perder. No me queda nada.
El corazón
vacío. Se lo entrego a Jesús en el pesebre. Mi alma
inquieta. Soñadora. Me muestra su rostro Jesús. Me da la paz en medio de
inquietudes.
Todo un año
pasado por mi piel. El hogar que se hace allí donde pongo mi vida. Donde
siembro mis esperanzas. Donde dejo crecer una vida inmensa entre los dedos.
Acabo el año
dando gracias a Dios. Por el dolor, por la alegría. Por el desgarro, por las
raíces. Miro mi año agradecido. Dios me ha sostenido en todos mis vértigos. Ha
conducido mi barca por mares revueltos. Me ha dado su luz en su oscuridad.
Ha vertido en
mi alma una esperanza nueva. Me ha abierto los ojos. Me los ha cerrado
abriéndolos hacia dentro. Comienza un nuevo año y el corazón sueña.
Nuevos desafíos, nuevas montañas, nuevos mares por recorrer, por surcar.
Quiero la
gracia de agradecer. La gracia de luchar. Comenta el padre José
Kentenich: “Sabemos que, cuando Dios quiere regalarnos una gracia
especial, nos regala primero el correspondiente anhelo”.
La medida de mi
anhelo. ¿Qué es lo que sueño al comenzar este año? ¿Qué desafíos me plantea la
vida?
No puedo vivir
oculto entre mis miedos. Dios puede darme un corazón muy grande. Si me dejo
amar. Un año nuevo lleno de días, de horas, de minutos. Un año lleno de
posibilidades.
Surgen
los miedos ante lo que no conozco. El futuro está en mis
manos. de mí depende vivirlo con paz y alegría. Quiero comenzar este año con la
bendición de Dios.
Se la pido
entre lágrimas, entre sonrisas. El amor duele en lo más hondo. Y la capacidad
de dar la vida. Y el deseo profundo de que todo tenga sentido. No lo sé. Sólo
Dios lo sabe. Y el deseo de vivir con el alma anclada. Con la paz pegada en mis
entrañas.
Deseo que el
cielo se haga vida en mi tierra. Y se
cumplan todos mis anhelos. Y la verdad reluzca con fuerza en medio de la noche.
No sé bien lo
que me espera, lo que Dios espera o me pide. Sólo que esté con paz y alegre.
Paz y alegría al comenzar el año. Y la esperanza de seguir dando la vida.
¿Cuántas cosas
quiero cambiar al comenzar un nuevo año? El deseo de abrazar un futuro que aún
no me pertenece. El anhelo de lograr una vida plena cuando llegue el tiempo.
Y las estrellas
que brillan dentro de mi noche. Y el amor que se hace más hondo para dar vida.
No le tengo miedo a lo que aun no ha ocurrido. Lo entrego todo como un
niño. Mi vida está en sus manos. Nada temo.
Carlos
Padilla Esteban
Fuente:
Aleteia






