Martirologio Romano: Fiesta de la
Conversión de san Pablo, apóstol. Viajando hacia Damasco, cuando aún maquinaba
amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, el mismo Jesús glorioso se
le reveló en el camino, eligiéndole para que, lleno del Espíritu Santo,
anunciase el Evangelio de la salvación a los gentiles. Sufrió muchas
dificultades a causa del nombre de Cristo.
Breve Reseña
No es segura la fecha en que Pablo se convirtió, pero está relacionada con el martirio de Esteban, cuando los testigos depositaron sus vestiduras a los pies de Saulo (Hch 7, 58; cf. 22, 20) para que las guardara. Este martirio y la subsiguiente persecución de la Iglesia, encaja bien en el cambio de Prefectos Romanos que se produjo en el año 36. Esta fecha corresponde bien a los catorce años que median entre la conversión de Pablo y su visita a Jerusalén con ocasión del “concilio” (Gál 2, 1; año 49). Sin embargo, algunos comentaristas prefieren fechar la conversión el año 33 (cf. J. Finegan, Biblical Chronology, 321).
El
mismo Pablo y Lucas en los Hechos de los Apóstoles describen la
experiencia vivida en el camino de Damasco y el giro que significó en
la vida del Apóstol. Fue un encuentro con el Señor (Kyrios) resucitado, que
obligó a Pablo a adoptar un nuevo estilo de vida; fue la experiencia que convirtió
al fariseo Pablo en el apóstol Pablo.
Pablo relata
el acontecimiento en Gálatas 1, 13-17 desde su propio punto de vista apologético
y polémico. En Hechos (9, 3-19; 22, 6-16; 26, 12-18) hay otros tres relatos:
todos subrayan el carácter arrollador e inesperado de esta
experiencia, que tuvo lugar en medio de la persecución que Pablo dirigía contra
los cristianos.
Si
bien hay variantes en cuanto a los detalles en los tres relatos (si
los acompañantes quedaron en pie sin poder hablar o si cayeron por tierra; si
oyeron o no la voz; asimismo, el hecho de que Jesús hablara a Pablo “en idioma
hebreo”, pero citando un proverbio griego…), el mensaje esencial transmitido
a Pablo es el mismo.
Los
tres relatos están de acuerdo en este punto: “Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?”, “¿Quién eres tú, Señor?”, “Yo soy Jesús (de Nazaret), a quien tú
persigues”. Las variantes pueden ser debidas a las diferentes fuentes de
información utilizadas por Lucas.
Pablo mismo
escribió, acerca de esta experiencia, que Dios tuvo a bien revelarle a su
Hijo, para que predicara a los gentiles la buena noticia referente a Jesús (Gál
1, 15-16). Fue una experiencia que nunca olvidó, a la que asociaba
frecuentemente su misión apostólica. “¿Acaso no soy apóstol? ¿Es que no he
visto a Jesús, Nuestro Señor?” (1 Cor 9, 1; cf. 15, 8).
Esta
revelación de Jesús el Señor en el camino de Damasco habría de ser el factor
decisivo que dominara en adelante toda su vida. Por amor a Cristo se hizo
“todo para todos” (1 Cor 9, 22). En consecuencia se convirtió en “siervo
de Cristo” (Gál 1, 10; Rom 1, 1; etc.), como los grandes siervos de Dios del AT
(Moisés: 2 Re 18, 12; Josué: Jue 2, 8; David: Sal 78, 70), y puede que incluso
como el mismo Siervo de Yahvé (Is 49, 1; cf. Gál 1, 15).
LA REVELACIÓN DE PABLO
La
teología de Pablo se vio influida, sobre todo, por la experiencia que tuvo en
el camino de Damasco y por la fe en Cristo resucitado, como Hijo de Dios, que
creció a partir de esa experiencia.
Los
actuales investigadores del NT son menos propensos que los de las generaciones
pasadas a considerar aquella experiencia como una “conversión” explicable de
acuerdo con los antecedentes judíos de Pablo o con Rom 7 (entendido como relato
biográfico). El mismo Pablo habla de esta experiencia como de una
revelación del Hijo que le ha concedido el Padre (Gál 1, 16). En
ella “vio a Jesús, el Señor” (1 Cor 9, 1; cf. 1Cor 15, 8; 2 Cor 4, 6;
9, 5).
Aquella
revelación del “Señor de la gloria” crucificado (1 Cor 2, 8) fue
un acontecimiento que hizo de Pablo, el fariseo, no sólo apóstol, sino
también el primer teólogo cristiano.
La
única diferencia entre aquella experiencia, en que Jesús se le apareció (1 Cor
15, 8), y la experiencia que tuvieron los testigos oficiales de la Resurrección
(Hch 1, 22) consistía en que la de Pablo fue una aparición ocurrida
después de Pentecostés. Esta visión le situó en plano de igualdad con los
Doce que habían visto al Kyrios.
Más
tarde Pablo hablaba, refiriéndose a esta experiencia, del momento en que
había sido “tomado” por Cristo Jesús (Flp 3, 12) y una especie de “necesidad”
le impulsó a predicar el evangelio (1 Cor 9, 15-18). Él comparó esa
experiencia con la creación de la luz por Dios: “Porque el Dios que dijo: “De
la tiniebla, brille la luz”, es el que brilló en nuestros corazones para
resplandor del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Cristo” (2 Cor
4-6).
El
impulso de la gracia de Dios le urgía a trabajar al servicio de Cristo; no
podía “cocear” (dar coces) contra este aguijón (Hch 26, 14). Su respuesta fue
la de una fe viva, con la que confesó, juntamente con la primitiva Iglesia,
que “Jesús es el Señor”(1 Cor 12, 12; CF. Rom 10, 9; Flp 2, 11).
Pero esta experiencia iluminó, en un acto creador, la mente de Pablo y le
dio una extraordinaria penetración de lo que él llamó más tarde “el misterio de
Cristo” (Ef 3, 4).
Por:
Joseph A. Fitzmyer