Debemos reconocer la unión indisoluble entre doctrina y pastoral
En
el mundo católico, existe el peligro de presentar la doctrina como algo que va
contra la pastoral, o la pastoral como algo independiente de la doctrina.
En
realidad, pastoral y doctrina están siempre en una relación estrecha, que se
explica sencillamente por un hecho: no hay doctrina que no tenga una dimensión
práctica, y no hay pastoral que no dependa de la doctrina.
Ciertamente,
hay aspectos teóricos que llevan a una mala pastoral. Entonces, el error no
está en las aplicaciones, sino precisamente en ideas equivocadas que adulteran
y dañan la sana doctrina.
También
hay errores pastorales que no surgen desde una separación de la doctrina, sino
que nacen de ideas (es decir, teorías o doctrinas) equivocadas que se adoptan
como “complemento” o ayuda a la pastoral.
Por
lo mismo, frente a la idea de que pastoral y doctrina pueden corren por caminos
separados, hay que reconocer simplemente sus relaciones intrínsecas e
irrenunciables.
Entonces
lo que hace falta es preguntarse si una doctrina es correcta, y si su
aplicación responde a principios válidos. Lo cual, para un católico, supone
conocer a fondo la fe de la Iglesia e interpretarla con ayuda del Papa y los
obispos fieles.
No
separar doctrina y pastoral, sino reconocer su unión indisoluble, será el mejor
modo de vivir la caridad que enseñaba el beato Pablo VI en su encíclica
“Humanae vitae”, cuando recordaba cómo ambas dimensiones están intrínsecamente
unidas:
“No
menoscabar en nada la saludable doctrina de Cristo es una forma de caridad
eminente hacia las almas. Pero esto debe ir acompañado siempre de la paciencia
y de la bondad de que el mismo Señor dio ejemplo en su trato con los hombres.
Venido no para juzgar sino para salvar (Jn 3,17), Él fue ciertamente
intransigente con el mal, pero misericordioso con las personas”.
Por:
Fernando Pascual