Sor
Gerard Fernández ayudó durante 35 años en secreto a afrontar la muerte de
presos condenados en Singapur
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The Star Tv | Youtube |
Con la llegada del año 2020, es habitual que la
gente vuelva la vista atrás al año anterior para hacer recuento de los
individuos y eventos que definieron el 2019. La BBC, por ejemplo, ha compilado
una lista de 100
mujeres consideradas inspiradoras en una multitud de contextos
diferentes.
Entre las 100
mujeres propuestas por la BBC, una ha estado en absoluto silencio y oculta
durante 35 años para poder proteger el éxito de su misión. Se trata de una monja
católica de Singapur y su nombre es Sor
Gerard Fernández.
La hermana
Gerard ha pasado buena parte de su vida en el corredor de la muerte,
es decir, acompañando a prisioneros condenados a muerte y esforzándose
al máximo para abrir sus corazones para que pidieran y aceptaran el perdón y
así prepararles para la reunión con Dios.
La historia
de esta religiosa nos adentra en las profundidades más sórdidas del alma
humana donde, sin duda, únicamente el poder de la
misericordia de Dios puede llegar.
Una oveja negra de verdad
Hoy, Sor Gerard tiene 81
años. Terminó su misión en la prisión en 2017, razón por la
cual su historia puede contarse ahora. Y es que todos los años que pasó al lado
de los condenados a muerte, ella también estaba “muerta para el mundo”, esto
es, realizaba su misión en secreto y en silencio.
Probablemente
conviene contar esta historia empezando por un suceso de lo más impactante.
En 1981, Singapur
quedó sacudida por un suceso terrible: el asesinato de dos niños para la ejecución
de un ritual mágico en manos de un supuesto médium, Adrian Lim,
con la colaboración de su esposa Catherine Tan y otra mujer. Los tres fueron
condenados a muerte.
Sor Gerard se
vio profundamente afectada por la tragedia, ya que conocía a una de las
víctimas, que tenía tan solo 9 años, y
también conocía al padre de Catherine Tan, una de las asesinas.
Así las
cosas, decidió escribir a Tan, quien respondió desde prisión tras seis meses,
firmando la carta como “Catherine, una oveja negra”.
La monja fue a visitarla a prisión, donde explica le
recibieron los
ojos tristes de la culpable, que le dijo: “Usted
no me ha condenado. Por favor, ayúdeme a cambiar”.
Tras la oveja perdida
La parábola del pastor que abandona a las
99 ovejas para seguir a la que se ha perdido podría calificarse incluso de
romántica. Lo que implica aceptar la petición de ayuda de una asesina que mató
a dos niños nos acerca al borde de un precipicio que no todos los pastores, por
buenos que sean, estarían dispuestos a descender.
Con una
voz serena que mide pacientemente sus palabras, Sor Gerard
explica a una periodista, con sorprendente candor y una humildad
extrema: “Sigue habiendo esperanza en sus
corazones, y eso me ha cambiado”.
El punto de
partida no es la voluntad de cambiar a alguien que es “malo”, sino el hecho de ser
cambiado por el atisbo de luz que destella en los ojos de una persona con la
que nadie querría estar.
Sor Gerard
permaneció siete años rezando junto a Catherine Tan, hasta el día que la
ahorcaron. Desde aquel momento, el lugar de Fernández estuvo en el corredor de
la muerte (el número de ejecuciones en Singapur continúa aumentando).
A lo largo de
35 años, llegó a conocer muchas y diferentes historias, pero todas con un
denominador común: “Empiezan a afrontar la muerte, a saber que
un día alguien les dirá ‘Esta es tu última semana. El viernes, serás ahorcado’.
He caminado con ellos, les he preparado para ese momento. Y cuando ese momento
llegaba, sus corazones estaban listos” (extraído de The
StarTV).
Usando una imagen bastante impropia para un
contexto tan serio, podríamos pensar en un portero de discoteca situado en la
elegante entrada donde selecciona quién puede entrar. Sor Gerard es la
“antiportera”: ella empuja las almas hacia adentro, no hacia afuera. Ha puesto
su compañía y su aliento disponibles para quienes se abren sinceramente a
volver a Dios, incluso bajo una gruesa manta de pecado. No hay pecador
dispuesto a dar el paso que no pueda ser guiado hacia el arrepentimiento.
“No me hagan pasar por una santa”
Sor Fernández ha estado demasiado en
contacto con las realidades de la vida y de la muerte como para sentirse
halagada por las atenciones que recibe ahora. Según insiste: “No me
hagan pasar por una santa, porque no lo soy. Mi ego puede estar tan alto como un
satélite. Pero intento usar los momentos oscuros para llegar a ser mejor” (extraído
de The Straits Times).
Llamarla santa sería tomar el
camino fácil. Sí, es admirable, pero su ejemplo no está fuera de nuestro
alcance. Su vida nos enseña que Dios puede guiarnos, poco a poco, a lugares que
nunca habríamos imaginado en Su servicio. Algunos están llamados a vivir su
misión cristiana en el extremo, en las periferias, pero a veces esas periferias
están en nuestro interior. Todos llevamos dentro algunos rincones oscuros de
nuestro corazón que no queremos abrir a Dios porque los consideramos demasiado
vergonzosos y feos. Aun así, no hay rincón oscuro que Dios no pueda iluminar
con la luz de Su gracia y de Su perdón. Todos estamos llamados a la conversión
y todos estamos llamados a reconocer que la misericordia de Dios es mayor que
ningún pecado, nuestro o de otra persona.
Annalisa Teggi
Fuente: Aleteia