Reflexión
del Papa en la Misa
Misa en Santa Marta, 24 febrero 2020 © Vatican Media |
“Contra
el espíritu del mundo hay solo un camino: la humildad. Servir a los demás,
elegir el último lugar, no trepar”, dijo el Papa Francisco.
Ayer,
25 de febrero de 2020, en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, el
Santo Padre reflexionó en torno al pasaje del Evangelio de hoy (Mc 9,30-37). En
él, Jesús expone a los doce apóstoles que quien quiera ser el primero está
llamado a hacerse el último y el servidor de todos.
En
este sentido, Francisco señaló que no se puede vivir el Evangelio haciendo
compromisos, sino que hay que elegir el camino del servicio. De lo contrario,
se termina en el espíritu del mundo, que apunta al dominio de los demás y es
“enemigo de Dios”.
Jesús
era consciente de que los discípulos habían discutido entre ellos sobre quién
era el más grande “por ambición”, describió el Papa. Para él, esta disputa
diciendo “yo debo ir adelante, yo debo subir”, constituye el espíritu del
mundo, la mundanidad.
Ansiedad de mundanidad
Del
mismo modo, remitió a la primera lectura de la liturgia de hoy (Stg 4, 1-10),
en la que el apóstol Santiago recuerda que el amor por el mundo es el enemigo
de Dios y que subraya esta cuestión.
“Esta
ansiedad de mundanidad, esta ansiedad de ser más importante que los demás y
decir: ‘¡No! Yo merezco esto, no lo merece el otro’. Ésta es la mundanidad,
éste es el espíritu del mundo y quien respira este espíritu, respira la
enemistad de Dios”, explica el Pontífice.
Y
recordó que “Jesús, en otro pasaje, dice a los discípulos: ‘O estáis conmigo o
estáis contra mí’. No hay compromisos en el Evangelio. Y cuando uno quiere
vivir el Evangelio haciendo compromisos, al final se encuentra con el espíritu
mundano, que siempre trata de hacer compromisos para trepar más, para dominar,
para ser más grande”.
Deseos mundanos
Remitiendo
de nuevo a las palabras de Santiago, el Obispo de Roma remarcó que tantas
guerras y tantas peleas tienen su origen precisamente de deseos mundanos, de
pasiones. Y agregó que es cierto que “hoy en día el mundo entero está sembrado
de guerras. ¿Pero las guerras que hay entre nosotros? Como aquella que
había entre los apóstoles: ¿quién es el más importante?”.
“’Mira
la carrera que hice. ¡Ahora no puedo volver atrás!’ Ese es el espíritu del
mundo y eso no es cristiano. ‘¡No! ¡Es mi turno! Tengo que ganar más para tener
más dinero y más poder’. Éste es el espíritu del mundo”, expuso.
Después
se refirió a “la maldad de los chismes: las habladurías. ¿De dónde viene? De la
envidia. El gran envidioso es el diablo, lo sabemos, la Biblia lo dice. Por
envidia. Por la envidia del diablo entra el mal en el mundo. La envidia es una
termita que te lleva a destruir, a hablar mal, a aniquilar al otro”.
Ocupar el último lugar
Jesús
reprende a los discípulos porque en su conversación estaban presentes todas
estas pasiones. Así, los insta a convertirse en servidores de todos y a ocupar
el último lugar: “¿Quién es el más importante de la Iglesia? El Papa, los
obispos, los monseñores, los cardenales, los párrocos de las más bellas
parroquias, los presidentes de asociaciones laicas… ¡No! El más grande de la
Iglesia es el que se hace servidor de todos, aquel que sirve a todos, no el que
tiene más títulos”, indicó el Papa.
“Y
para hacer entender esto, tomó un niño, lo puso en medio de ellos y,
abrazándolo con ternura -porque Jesús hablaba con ternura, tenía tanta – les
dijo: ‘El que recibe a uno de estos pequeños, me recibe a mí’, es decir, el que
acoge al más humilde, al más servidor. Éste es el camino”, describió.
Servidores de todos
En
definitiva, Francisco indicó que no se debe “negociar con el espíritu del
mundo”.
La
mundanidad, de hecho, “es enemiga de Dios”. En contraposición, es preciso
escuchar las sabias y confortadoras de Jesús en el Evangelio: “El que quiera
ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit