Herramientas
para convertir el coronavirus, el dengue y otras enfermedades en oportunidad
para amar y servir a los demás
¿Cómo interpretar los mensajes que
recibimos sobre el coronavirus, u otras epidemias que localmente puedan tener
mayor impacto como el dengue? ¿Ante qué preocuparnos y ante qué no? ¿Cómo
actuar ante síntomas en nosotros o entre los que nos rodean?
Ante estos
escenarios de incertidumbre, los cristianos tienen a mano herramientas no sólo
para sobrellevar momentos como estos, sino incluso para convertirlos en
oportunidades de amar y servir a los demás.
Las virtudes
La virtud, nos enseña el Catecismo, es una disposición
habitual y firme a hacer el bien. Nos permite no sólo realizar
actos buenos, sino dar lo mejor de uno mismo.
Las virtudes
humanas, nos enseña la Iglesia, pueden agruparse en torno a cuatro virtudes
cardinales, que tener presente en estos tiempos, como en todos, será de mucha
utilidad.
La prudencia
El hombre prudente decide y ordena su
conducta según este juicio, se nos enseña. Cautela que no es temor ni timidez,
la prudencia nos orienta a pensar en los medios necesarios para alcanzar un
bien.
Aferrarnos a
nuestras ideas y a la posibilidad de no contraer una enfermedad sin estar
abiertos al día a día, puede ponernos en severo riesgo, a nosotros y a nuestros
familiares.
Si
presentamos síntomas de una enfermedad contagiosa, ¿es prudente seguir nuestra
vida como si nada, yendo a espacios sociales, al trabajo, sin tomar recaudos?
Aun cuando
nos creamos lejos de estas circunstancias de enfermedad, ¿es prudente ignorar
las medidas
sanitarias sugeridas desde las instituciones y las
autoridades?
La justicia
La justicia supone la firme y constante
voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que es debido.
Aun sintiéndonos bien y lejos de los grupos de riesgo, ¿es justo ignorar las
medidas de seguridad y poner en riesgo la salud de los demás al hacerlo?
Es habitual
en casos como estos, aun con una tasa de mortalidad que hoy se observa en torno
al 3%, sensiblemente más bajas que otros casos de coronavirus, que haya poblaciones
de mayor riesgo de mortalidad ante un contagio, por
ejemplo, los inmunosuprimidos o quienes padecen algunas enfermedades crónicas.
Es bueno y justo extremar
los cuidados particularmente con ellos. Y también mediar
para que todos los que puedan estar preocupados, independientemente de su
situación socioeconómica, cuenten con las herramientas para enfrentar sus
situaciones.
La templanza
La templanza procura el equilibrio
de los bienes creados. Como virtud moral, nos asiste en
numerosas ocasiones al evitar dejarnos llevar por reacciones apasionadas. La
templanza a la hora de vehiculizar mensajes de dudoso origen en
redes sociales, comprar barbijos o alcohol en gel –cuyo abuso incluso hasta
podría estar desaconsejado-, o aconsejar y orientar al que está preocupado es
una herramienta fundamental para enfrentar tiempos de epidemias.
La fortaleza
La fortaleza invoca la firmeza
y la constancia en la búsqueda del bien. Nos ayuda a superar el temor.
E incluso nos capacita, como dice el Catecismo, para renunciar y sacrificarnos por
causas justas.
Ante la
enfermedad de un ser querido o la propia es especialmente necesaria para abordar
los tratamientos sin que gane la pesadumbre y el temor.
Especialmente
la requerirán los trabajadores de la salud, que además de tratar los eventuales
casos que tengan, tienen la responsabilidad de llevar calma y acompañar las
dudas de todos los pacientes.
La oración
No es una virtud cardinal en sí, pero está
claro que nos ayuda a crecer en todas. Siempre es bueno orar, nos enseña la
Iglesia, y en particular hacerlo estos días por los enfermos, sus familiares,
por los que están preocupados por creer estarlo, y también por el personal de
salud, que expone su propia salud para curar y acompañarlos. Ante el
coronavirus y ante cualquier epidemia o enfermedad.
Sin perder la
templanza pero con la prudencia, buscando que cada enfermo pueda recibir su
tratamiento y pidiendo por la fortaleza de los que los curan y cuidan, es
decir, viviendo nuestras virtudes cardinales, los cristianos podemos ser
vehículos de caridad en tiempos de epidemias.
Esteban Pittaro
Fuente: Aleteia






