Los
frailes carmelitas en Venecia han creado un jardín que muestra el viaje de las
almas católicas descritas por la mística española Santa Teresa de Ávila en
1588
Santa
Teresa de Ávila es una de las mujeres santas más importantes del catolicismo.
Nacida en el seno de una familia noble española, la hermana carmelita fundó el
monasterio de San José en Ávila, España, y compiló una serie de textos que se
ha convertido en un elemento esencial de la literatura católica. Su obra más trascendental,
completada en 1588, se titula Castillo Interior (o Las moradas)
y ofrece una perspectiva imaginativa sobre cómo llevar una vida plena en
comunión con Dios. Santa Teresa de Jesús, como se la conoce también, imaginó
nuestra alma como un diamante con forma de castillo y que contiene siete casas,
mansiones o moradas, cada una representando un paso en el viaje hacia la unión
total con Dios.
Un jardín monacal basado
en la visión de una santa
Hoy
en día, se puede visitar un lugar que, de hecho, ha convertido en realidad la
alegoría literaria de santa Teresa. La Orden de los Frailes Carmelitas en
Venecia, Italia, ha creado un “Jardín Místico” con siete lechos de flores, cada
uno en representación de una de las moradas del Castillo Interior de santa Teresa.
La
Orden Carmelita se fundó en el 1200 cerca del monte Carmelo en Palestina. Los
primeros frailes carmelitas escaparon de Tierra Santa después de la invasión
sarracena en el siglo XIII y se establecieron en el continente europeo. Desde
su llegada a Venecia en el siglo XVII, mantuvieron un huerto cerca de la
iglesia de Santa María de Nazaret. Allí cultivaban verduras y hierbas
medicinales que usaban para elaborar su famoso remedio herbal llamado ‘melisa’.
En 2014, ese huerto centenario fue reestructurado para replicar las siete
“moradas” que santa Teresa utilizó para aludir a las siete fases necesarias
para integrarse en un viaje espiritual hacia la total comunión con Dios.
Las siete moradas del
Castillo Interior de santa Teresa
La
primera “morada” del libro de santa Teresa está dedicada al “propio
conocimiento” y la humildad, que pueden lograrse a través de la oración y la
meditación. Los frailes carmelitas de Venecia representaron esta “morada” con
un sencillo y humilde césped.
La
segunda “morada” del alma está dedicada a la purificación que puede alcanzarse
con la oración, conversaciones con personas buenas, sermones y buenos libros.
En el Jardín Místico de Venecia, esto se representa con hierbas medicinales,
que representan la purificación del cuerpo para alcanzar la comunión con Dios.
El
tercer lecho de flores en los jardines alberga un huerto vegetal y simboliza el
desarrollo de la capacidad para practicar la caridad, evitar el pecado y ser
cuidadoso con el habla propia, capacidad que se concede a quienes se adentran
en la tercera morada del Castillo Interior.
La
cuarta morada señala un cambio de las etapas activas de oración, fomentadas en
las primeras tres mansiones, a las etapas místicas de oración donde los
creyentes pueden experimentar la presencia sobrenatural de Dios. Este cambio se
simboliza con un viñedo con 17 hileras de vides. La forma en que la vid puede
transformarse en vino es un hecho reminiscente del poder sobrenatural de la
cuarta morada.
El
quinto lecho de flores está dedicado a las “flores perdidas” y “antiguas”, una
referencia a los “tesoros ocultos” que santa Teresa describió en la quinta
morada del Castillo Interior, tesoros que pueden alcanzarse por contemplación
pasiva. La mística española especificó que la mayoría de sus compañeras
hermanas carmelitas podían alcanzar esta quinta etapa.
La
sexta morada es, según santa Teresa, la etapa en que los creyentes transitan de
las fases iluminativas a las fases unitivas, las de la comunión con Dios. Aquí,
los creyentes pueden experimentar episodios místicos, como visiones y voces,
típicos de grandes místicos como el Padre Pío y santo Tomás de Aquino. En el
Jardín Místico, esta etapa se representa con olivos, que pueden vivir en
condiciones muy duras durante siglos en comunión con su ambiente más amplio.
La
séptima y última morada es donde el alma entra finalmente en matrimonio con
Dios. Las tres Divinas Santas Personas de la Trinidad aparecen y hablan al
alma. Santa Teresa alcanzó este estado durante su vida y relata con detalle una
aparición de Jesús delante de ella. Esta fase viene simbolizada por un bosque,
donde los grandes árboles simbolizan la esencia de Dios.
Vittoria Traverso
Fuente:
Aleteia