Homilía
del Santo Padre
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| Misa en Santa Marta, 9 marzo 2020 © Vatican Media |
“En
estos días, ofreceré una Misa para los enfermos de esta epidemia de
coronavirus, para los médicos, enfermeras, voluntarios que ayudan mucho,
familiares, personas mayores en casas de retiro, prisioneros que están
encerrados. Oremos juntos esta semana, esta fuerte oración al Señor: ’Sálvame,
Señor, y dame misericordia. Mi pie está en el camino correcto. En la asamblea bendeciré
al Señor’”, dijo el Papa Francisco.
Ante
la situación particular por el riesgo de propagación del Covid-19, el Santo
Padre decidió que hoy, 9 de marzo de 2020, y en los próximos días la Misa en
Santa Marta sea transmitida en directo a través del canal de Youtube de Vatican
News.
Reconocerse pecadores
En
su homilía, Francisco comentó la primera lectura del Libro del Profeta Daniel,
recordando la necesidad de reconocerse como pecadores y de preparación del
sacramento de la reconciliación, confesando los pecados con el corazón,
avergonzados por haberlos cometido.
Para
el Pontífice, “cuando tenemos no solo el recuerdo, el recuerdo de los pecados
que hemos cometido, sino también el sentimiento de vergüenza, esto toca el
corazón de Dios y responde con misericordia”.
La vergüenza
Así,
“el camino para ir al encuentro de la misericordia de Dios, es avergonzarse de
las cosas malas, de las cosas malas que hemos hecho”, de modo que “cuando vaya
a confesarme diré no solo la lista de pecados, sino los sentimientos de
confusión, de vergüenza por haberle hecho esto a un Dios tan bueno, tan
misericordioso, tan justo”.
Finalmente,
el Obispo de Roma exhortó a pedir “la gracia de la vergüenza: avergonzarnos de
nuestros pecados. Que el Señor nos conceda a todos esta gracia”.
A
continuación, sigue la transcripción de la homilía del Papa realizada por la
edición italiana de Vatican News.
Homilía del Santo Padre
La
primera lectura del profeta Daniel es una confesión de los pecados. El pueblo
reconoce que ha pecado… “Señor, has sido fiel con nosotros pero hemos pecado,
hemos actuado como malvados e impíos. Hemos sido rebeldes, nos hemos alejado de
tus mandamientos y tus leyes. No hemos obedecido a tus siervos, los profetas,
que en tu nombre han hablado con nuestros reyes, nuestros príncipes, nuestros
Padres y toda la gente de la Tierra”.
Existe
una confesión de pecados, un reconocimiento de que hemos pecado. Y cuando nos
preparamos para recibir el sacramento de la reconciliación, debemos hacer lo
que se llama un “examen de conciencia” y ver lo que he hecho ante Dios: he
pecado. Reconocer el pecado. Pero este reconocimiento del pecado no puede ser
solo hacer una lista de pecados intelectuales, diciendo “he pecado”, después se
lo digo al padre y el padre me perdona. No es necesario, no es justo hacer esto.
Esto sería como hacer una lista de las cosas que tengo que hacer o que tengo
que tener o que he hecho mal, pero se queda en mi cabeza. Una verdadera
confesión de los pecados debe permanecer en el corazón. Confesarse no es solo
decirle al sacerdote esta lista, “Hice esto, esto, esto, esto…” y luego me voy,
estoy perdonado. No, no es eso. Se necesita un paso, un paso más, que es la
confesión de nuestras miserias, pero desde el corazón; es decir, que la lista
de cosas malas que he hecho, descienda hasta el corazón. Y así lo hace Daniel,
el profeta. “A ti, Señor, conviene la justicia; a nosotros, la vergüenza”.
Cuando
reconozco que he pecado, que no he rezado bien y esto lo siento en mi corazón,
este sentimiento de vergüenza nos llega: “Me avergüenzo de haber hecho esto. Te
pido perdón con vergüenza”. Y la vergüenza por nuestros pecados es una gracia,
debemos pedirla: “Señor, me avergüenzo”. Una persona que ha perdido la
vergüenza pierde la autoridad moral, pierde el respeto por los demás. Una
persona desvergonzada. Lo mismo sucede con Dios: nos avergonzamos. A ti la
justicia, a nosotros la vergüenza. La vergüenza nos abruma, como hoy. “Señor –
continúa [Daniel] – las vergüenza nos abruma a nosotros, a nuestros reyes, a
nuestros príncipes, a nuestros padres, porque hemos pecado contra ti”. Al Señor
nuestro Dios, primero dijo la justicia, ahora dice la misericordia.
Cuando
tenemos no solo el recuerdo, el recuerdo de los pecados que hemos cometido,
sino también el sentimiento de vergüenza, esto toca el corazón de Dios y
responde con misericordia. El camino para ir al encuentro de la misericordia de
Dios, es avergonzarse de las cosas malas, de las cosas malas que hemos hecho.
Así, cuando vaya a confesarme diré no solo la lista de pecados, sino los
sentimientos de confusión, de vergüenza por haberle hecho esto a un Dios tan
bueno, tan misericordioso, tan justo.
Pidamos
hoy la gracia de la vergüenza: avergonzarnos de nuestros pecados. Que el Señor
nos conceda a todos esta gracia.
Traducción
de zenit
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit






