Volver
al “primer encuentro” con Jesús
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Misa en a Casa Santa Marta, 27 abril 2020 © Vatican Media
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“Oremos
hoy por los artistas, que tienen esta gran capacidad de creatividad y por la
vía de la belleza nos muestran el camino a seguir. Que el Señor nos dé a todos
la gracia de la creatividad en este momento”, pidió el Santo Padre.
En
su homilía, el Papa Francisco meditó en torno al Evangelio de hoy (Jn 6, 22-29)
en el que Jesús reprocha a la muchedumbre que lo busca, después de la
multiplicación de los panes y los peces.
Trabajar por el alimento
eterno
La
multitud, que escuchaba a Jesús sin cansarse una vez saciada por la comida que
les proporcionó, pensó que sería un buen rey, gobernante. “Pero habían olvidado
en ese momento el entusiasmo que la palabra de Jesús hacía nacer en sus
corazones”, indicó Francisco.
Y Jesús, relata, “les hace volver al primer sentimiento, a lo que tenían antes de la multiplicación de los panes, cuando escucharon la palabra de Dios: ‘En verdad, en verdad les digo que no me buscan porque han visto signos –como al principio, los signos de la palabra, que les emocionaron, los signos de la curación– no porque hayan visto signos, sino porque han comido de esos panes y los he saciado’”.
Cristo
continúa señalándoles cómo actuar: “No trabajen por la comida que no dura, sino
por la comida que queda para la vida eterna y que el Hijo del Hombre te dará.
Porque sobre Él, el Padre, Dios, ha puesto su sello”.
Volver al primer encuentro
Así,
apunta el Papa, “Jesús corrige la actitud de la gente, de la multitud, porque a
mitad del camino se había desviado un poco del primer momento, del primer
consuelo espiritual y había tomado un camino que no era el correcto, un camino
más mundano que evangélico”.
Esto
también nos sucede cuando nos alejamos del camino del Evangelio y perdemos la
memoria del primer entusiasmo por la palabra del Señor, advirtió el Pontífice.
Dios
“siempre nos hace volver al primer encuentro, al primer momento en que nos
miró, nos habló e hizo nacer en nosotros el deseo de seguirle. Esta es una
gracia para pedirle al Señor, porque en la vida siempre tendremos esta
tentación de alejarnos porque vemos otra cosa: ‘Pero eso irá bien, pero esa idea
es buena…’”, agregó.
Cada uno tiene su
“Galilea”
Después,
el Obispo de Roma remitió a las palabras de Jesús en la mañana de la
Resurrección: “Ve a mis discípulos y diles que vayan a Galilea, allí me
encontrarán”.
“Galilea
–explicó– fue el lugar del primer encuentro. Allí habían conocido a Jesús. Cada
uno de nosotros tiene su propia ‘Galilea’ dentro, nuestro propio momento cuando
Jesús se acercó a nosotros y dijo: ‘Sígueme’”.
Lo
que sucede es que “nos vamos y buscamos otros valores, otra hermenéutica, otras
cosas, y perdemos la frescura de la primera llamada”.
“El
autor de la carta a los Hebreos también nos recuerda esto: ‘Recuerda los
primeros días’. La memoria, la memoria del primer encuentro, la memoria de ‘mi
Galilea’, cuando el Señor me miró con amor y me dijo: ‘Sígueme’”, insistió y
concluyó el Santo Padre.
A
continuación, sigue la transcripción de la homilía completa de Francisco
ofrecida por Vatican News.
Homilía del Papa
La
gente que había escuchado a Jesús durante todo el día, y luego tuvo la gracia
de multiplicar los panes y vio el poder de Jesús, quería hacerlo rey. Primero
fueron a Jesús para escuchar la palabra y también para pedir la curación de los
enfermos. Se quedaron todo el día escuchando a Jesús sin aburrirse, sin
cansarse o (estar) cansados, pero estaban allí, felices. Pero cuando vieron que
Jesús los alimentaba, lo cual no esperaban, pensaron: «Pero este sería un buen
gobernante para nosotros y seguramente podrá liberarnos del poder de los
romanos y llevar el país adelante». Y estaban encantados de hacerle rey. Su
intención cambió, porque vieron y pensaron: «Bien… porque una persona que
realiza este milagro, que alimenta a la gente, puede ser un buen gobernante.
Pero habían olvidado en ese momento el entusiasmo que la palabra de Jesús hacía
nacer en sus corazones.
Jesús
se marchó y se fue a rezar. Se puede ver a esa gente, se quedaron allí, y al
día siguiente buscaban a Jesús, «porque debe estar aquí» dijeron, porque habían
visto que no había subido al barco con los demás. Y había un barco allí, se
quedó allí… Pero no sabían que Jesús había alcanzado a los otros caminando
sobre las aguas. Así que decidieron ir al otro lado del Mar de Tiberíades para
buscar a Jesús y cuando lo vieron, la primera palabra que le dijeron fue:
«Maestro, ¿cuándo has llegado aquí?», como diciendo: «No entendemos, esto
parece una cosa extraña».
Y
Jesús les hace volver al primer sentimiento, a lo que tenían antes de la
multiplicación de los panes, cuando escucharon la palabra de Dios: «En verdad,
en verdad les digo que no me buscan porque han visto signos – como al
principio, los signos de la palabra, que les emocionaron, los signos de la
curación – no porque hayan visto signos sino porque han comido de esos panes y
los he saciado.
Jesús
revela su intención y dice: «Pero es así, has cambiado de actitud. Y ellos, en
vez de justificarse: «No, Señor, no…», fueron humildes. Jesús continúa: «No
trabajen por la comida que no dura, sino por la comida que queda para la vida
eterna y que el Hijo del Hombre te dará. Porque sobre Él, el Padre, Dios, ha
puesto su sello». Y ellos, buena gente, dijeron: «¿Qué debemos hacer para hacer
las obras de Dios?». «Que creas en el Hijo de Dios». Este es un caso en el que
Jesús corrige la actitud de la gente, de la multitud, porque a mitad del camino
se había desviado un poco del primer momento, del primer consuelo espiritual y
había tomado un camino que no era el correcto, un camino más mundano que
evangélico.
Esto
nos hace pensar muchas veces que en la vida empezamos a seguir a Jesús, detrás
de Jesús, con los valores del Evangelio, y a mitad de camino nos hacemos otra
idea, vemos algunos signos y nos alejamos y nos conformamos con algo más
temporal, más material, más mundano, tal vez, y perdemos el recuerdo de ese
primer entusiasmo que tuvimos cuando escuchamos hablar a Jesús.
El
Señor siempre nos hace volver al primer encuentro, al primer momento en que nos
miró, nos habló e hizo nacer en nosotros el deseo de seguirle. Esta es una
gracia para pedirle al Señor, porque en la vida siempre tendremos esta
tentación de alejarnos porque vemos otra cosa: «Pero eso irá bien, pero esa
idea es buena…». Nos estamos alejando. La gracia de volver siempre a la primera
llamada, al primer momento: no olvides, no olvides mi historia, cuando Jesús me
miró con amor y me dijo: «Este es tu camino»; cuando Jesús a través de tantas
personas me hizo comprender cuál era el camino del Evangelio y no otros caminos
un poco mundanos, con otros valores. Vuelve al primer encuentro.
Siempre
me ha llamado la atención que entre las cosas que Jesús dijo la mañana de la
Resurrección: «Ve a mis discípulos y diles que vayan a Galilea, allí me
encontrarán», Galilea fue el lugar del primer encuentro. Allí habían conocido a
Jesús. Cada uno de nosotros tiene su propia «Galilea» dentro, nuestro propio
momento cuando Jesús se acercó a nosotros y dijo: «Sígueme». En la vida esto le
pasa a esta gente – bueno, porque entonces les dice: «¿Pero qué debemos
hacer?», ellos obedecieron inmediatamente – sucede que nos vamos y buscamos
otros valores, otra hermenéutica, otras cosas, y perdemos la frescura de la
primera llamada.
El
autor de la carta a los Hebreos también nos recuerda esto: «Recuerda los
primeros días». La memoria, la memoria del primer encuentro, la memoria de «mi
Galilea», cuando el Señor me miró con amor y me dijo: «Sígueme».
Comunión espiritual, adoración
y bendición Eucarística
Finalmente,
el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística,
invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“Creo,
Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no
puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas,
Señor, que jamás me separe de Ti. Amén”.
Antes
de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona
mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Regína caeli laetáre,
allelúia.
Quia quem merúisti
portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit,
allelúia.
Ora pro nobis Deum,
allelúia.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit