Nacer
de nuevo dejando entrar al Espíritu
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Misa en la Casa Santa Marta, 20 abril 2020 © Vatican Media |
“Oremos
hoy por los hombres y mujeres que tienen vocación política: la política es una
alta forma de caridad. Por los partidos políticos de los distintos países, para
que en este momento de pandemia busquen juntos el bien del país y no el bien de
su propio partido”.
Con
estas palabras, el Santo Padre introdujo la celebración de la Misa matutina
celebrada hoy, 20 de abril de 2020, lunes de la Segunda Semana de Pascua.
La
celebración eucarística fue transmitida en vivo desde la Capilla de la Casa
Santa Marta debido a la pandemia del coronavirus.
En
su homilía, el Papa Francisco comentó el Evangelio de hoy (Jn 3, 1-8) en el que
Jesús habla con el fariseo Nicodemo.
No
todos los fariseos eran malos, Nicodemo “sentía inquietud, porque es un hombre
que había leído los profetas y sabía que lo que Jesús estaba haciendo había
sido anunciado por los profetas. Sintió la inquietud y fue a hablar con Jesús”,
explicó.
Nacer de lo alto
Jesús
indica a Nicodemo que si uno no nace de lo alto no puede ver el Reino de Dios y
el fariseo no sabe cómo hacerlo porque toma literalmente esa respuesta de
Cristo, relató Francisco. Y añadió que quien se deja llevar por el Espíritu es
“una persona dócil” y libre.
Ser
un buen cristiano, remarca el Papa, no consiste en detenerse en el cumplimiento
de los mandamientos, “es dejar que el Espíritu entre en ti y te lleve, te lleve
donde quiera”: “Nacer de nuevo es dejar que el Espíritu entre en nosotros y que
sea el Espíritu quien me guíe y no yo, y aquí, libre, con esta libertad del
Espíritu que nunca sabrás dónde acabarás”, describió.
Abrir el corazón al
Espíritu
El
Pontífice también remitió al pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 4,
23-31) en el que, tras la liberación de Pedro y Juan, los discípulos de Jesús
elevan juntos una oración a Dios para poder proclamar y dejan “que sea el
Espíritu quien les diga qué hacer”.
“Ante
las dificultades, ante una puerta cerrada, que no sabían cómo avanzar, van al
Señor, abren sus corazones y el Espíritu viene y les da lo que necesitan y
salen a predicar, con coraje, y adelante. Esto es nacer del Espíritu”, apunta
el Obispo de Roma.
Oración
“¿Y
cómo se prepara uno para nacer de nuevo? A través de la oración. La oración es
lo que abre la puerta al Espíritu y nos da esta libertad, esta franqueza, este
coraje del Espíritu Santo. Que nunca sabrás dónde te llevará. Pero es el
Espíritu”, subrayó.
Finalmente,
el Santo Padre pidió: “Que el Señor nos ayude a estar siempre abiertos al
Espíritu, porque es Él quien nos llevará adelante en nuestra vida de servicio
al Señor”.
A continuación, sigue la
transcripción de la homilía completa de Francisco ofrecida por Vatican
News.
Homilía del Papa
Este
hombre, Nicodemo, es un jefe de los judíos, un hombre justo; sintió la
necesidad de ir a Jesús. Fue por la noche, porque tenía que hacer un poco de
equilibrio, porque los que iban a hablar con Jesús no eran bien vistos. Es un
fariseo justo, porque no todos los fariseos son malos: no, no; también hubo
fariseos justos. Este es un fariseo justo. Sentía inquietud, porque es un
hombre que había leído los profetas y sabía que lo que Jesús estaba haciendo
había sido anunciado por los profetas. Sintió la inquietud y fue a hablar con
Jesús.
“Maestro,
sabemos que viniste de Dios como Maestro”: es una confesión, hasta cierto punto.
“Nadie, de hecho, puede llevar a cabo estos signos que Tú llevas a cabo si Dios
no está con Él”. Se detiene antes del “por lo tanto”. Si digo esto… entonces… Y
Jesús respondió. Respondió misteriosamente, ya que él, Nicodemo, no lo
esperaba. Respondió con esa figura del nacimiento: si uno no nace de lo alto,
no puede ver el Reino de Dios. Y él, Nicodemo, siente confusión, no entiende y
toma ‘ad litteram’ esa respuesta de Jesús: pero ¿cómo puede uno nacer si
es un adulto, una persona mayor? Nacer de lo alto, nacer del Espíritu. Es el
salto que debe dar la confesión de Nicodemo y no sabe cómo hacerlo. Porque el
Espíritu es impredecible.
La
definición del Espíritu que Jesús da aquí es interesante: “El viento sopla
donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene o a dónde va: así es
todo el que nace del Espíritu”, es decir, libre. Una persona que se deja llevar
de una parte y de otra parte por el Espíritu Santo: esta es la libertad del
Espíritu. Y quienquiera que haga esto es una persona dócil, y aquí estamos
hablando de la docilidad al Espíritu.
Ser
cristiano no es sólo cumplir los mandamientos: hay que cumplirlos, eso es
cierto; pero si te detienes ahí, no eres un buen cristiano. Ser un buen
cristiano es dejar que el Espíritu entre en ti y te lleve, te lleve donde quiera.
En nuestra vida cristiana muchas veces nos detenemos como Nicodemo, ante el
“por lo tanto”, no sabemos qué paso dar, no sabemos cómo hacerlo o no tenemos
la confianza en Dios para dar este paso y dejar entrar al Espíritu. Nacer de
nuevo es dejar que el Espíritu entre en nosotros y que sea el Espíritu quien me
guíe y no yo, y aquí, libre, con esta libertad del Espíritu que nunca sabrás
dónde acabarás.
Los
apóstoles, que estaban en el Cenáculo, cuando vino el Espíritu salieron a
predicar con ese valor, esa franqueza… no sabían que esto iba a suceder; y lo
hicieron, porque el Espíritu los estaba guiando. El cristiano no debe nunca
detenerse sólo en el cumplimiento de los Mandamientos: hay que hacer, pero ir
más lejos, hacia este nuevo nacimiento que es el nacimiento en el Espíritu, que
le da la libertad del Espíritu.
Esto
es lo que le pasó a esta comunidad cristiana de la primera Lectura, después de
que Juan y Pedro volvieran de ese interrogatorio que tuvieron con los
sacerdotes. Fueron a ver a sus hermanos en esta comunidad y reportaron lo que
los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Y la comunidad,
cuando escucharon esto, todos juntos, se asustaron un poco. ¿Y qué hicieron?
Rezaron. No se detuvieron en las medidas de precaución, “no, hagamos esto
ahora, vayamos un poco más tranquilos…”: no. Rezar. Dejar que sea el Espíritu
quien les diga qué hacer. Levantaron sus voces a Dios diciendo: “¡Señor!” y
rezaron.
Esta
hermosa oración de un momento oscuro, de un momento en el que tienen que tomar
decisiones y no saben qué hacer. Quieren nacer del Espíritu, abren sus
corazones al Espíritu: que sea Él quien lo diga… Y preguntan: “Señor, Herodes,
Poncio Pilato con las naciones y pueblos de Israel se han aliado contra tu
Espíritu Santo y contra Jesús”, cuentan la historia y dicen: “¡Señor, haz
algo!”. “Y ahora, Señor, vuelve tus ojos a sus amenazas”, las del grupo de
sacerdotes, “y concede a tus siervos que proclamen tu Palabra con toda
franqueza” – piden franqueza, valor, no tener miedo – “extendiendo tu mano para
que se realicen curaciones, señales y maravillas en el nombre de Jesús”. “Y
cuando terminaron su oración, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos
fueron llenos del Espíritu Santo y predicaron la Palabra de Dios con franqueza.
Un segundo Pentecostés ocurrió aquí.
Ante
las dificultades, ante una puerta cerrada, que no sabían cómo avanzar, van al
Señor, abren sus corazones y el Espíritu viene y les da lo que necesitan y
salen a predicar, con coraje, y adelante. Esto es nacer del Espíritu, esto no
se detiene en el “por lo tanto”, en el “por lo tanto” de las cosas que siempre
he hecho, en el “por lo tanto” después de los Mandamientos, en el “por lo
tanto” después de las costumbres religiosas: ¡no! Esto es nacer de nuevo. ¿Y
cómo se prepara uno para nacer de nuevo? A través de la oración. La oración es
lo que abre la puerta al Espíritu y nos da esta libertad, esta franqueza, este
coraje del Espíritu Santo. Que nunca sabrás dónde te llevará. Pero es el Espíritu.
Que
el Señor nos ayude a estar siempre abiertos al Espíritu, porque es Él quien nos
llevará adelante en nuestra vida de servicio al Señor.
Finalmente,
el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística,
invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“A
tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón
contrito que se abandona en su nada y en Tu santa presencia. Te adoro en el
sacramento de tu amor, deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te
ofrece. En espera de la felicidad de la comunión sacramental, quiero tenerte en
espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo vaya hacia Ti. Que tu amor pueda
inflamar todo mi ser, para la vida y para la muerte. Creo en Ti, espero en Ti,
Te amo. Que así sea”.
Antes
de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona
mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.
Regína caeli laetáre,
allelúia.
Quia quem merúisti
portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit,
allelúia.
Ora pro nobis Deum,
allelúia.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit