“La
verdad os hará libres”
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El Papa besa el altar, 1 abril 2020 © Vatican Media |
“Hoy
me gustaría que rezáramos por todos aquellos que trabajan en los medios de
comunicación, que trabajan para comunicar, hoy, para que la gente no se
encuentre tan aislada”, ha expresado el Santo Padre ayer mañana.
Este
miércoles de la 5ª semana de Cuaresma, Francisco ha encomendado a este grupo de
profesionales en la primera celebración de la Misa en abril de 2020. Siguiendo el
Evangelio de hoy (Jn 8, 31-42), el Papa ha pronunciado: “Si permanecéis en
mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres”.
“Ser
discípulo –ha recordado– significa dejarse guiar por el Espíritu Santo: por eso
el discípulo de Jesús es un hombre de Tradición y novedad, un hombre libre,
nunca sujeto a ideologías”. En esta línea, el Papa ha destacado que los
comunicadores trabajan “por la educación de los niños, por la educación, para
ayudarles a soportar este tiempo de encierro”.
Además,
en el marco de la libertad, cabe recordar que la antífona de hoy es una oración
de liberación: “Líbrame, Señor, de la ira de mis enemigos. Me elevas por encima
de mis adversarios y me salvas del hombre violento” (Sal 17).
Sigue la homilía del Santo
Padre completa, traducida al español por Vatican News:
Homilía del Papa
En
estos días, la Iglesia nos hace escuchar el capítulo octavo de Juan: hay una
discusión tan fuerte entre Jesús y los Doctores de la Ley. Y sobre todo, hay un
intento de mostrar la propia identidad: Juan intenta acercarnos a esa lucha por
aclarar la propia identidad, tanto la de Jesús como la de los médicos. Jesús
los pone en un rincón mostrándoles sus contradicciones. Y ellos, al final, no
encuentran otra salida que el insulto: es una de las páginas más tristes, es
una blasfemia. Insultan a Nuestra Señora, la Virgen Santa.
Pero
hablando de identidad, Jesús dijo a los judíos que habían creído, les aconsejó:
“Si permanecéis en mi palabra, sois verdaderamente mis discípulos”. Volvió a
esa palabra tan querida por el Señor que la repitió muchas veces, y luego en la
cena: “Quédate. Permanece en mí”. Permanece en el Señor. No dice: “Estudia
bien, aprende bien los argumentos”: lo da por sentado. Pero va a lo más
importante, lo que es más peligroso para la vida, si no lo haces: quedarte.
“Permanezcan en mi palabra”. Y aquellos que permanecen en la palabra de Jesús
tienen su propia identidad cristiana. ¿Y cuál es? “Ustedes son verdaderamente
mis discípulos”. La identidad cristiana no es una tarjeta que dice “Soy
cristiano”, una tarjeta de identidad: no. Es el discipulado. Tú, si permaneces
en el Señor, en la Palabra del Señor, en la vida del Señor, serás un discípulo.
Si no te quedas, serás uno que simpatiza con la doctrina, que sigue a Jesús
como un hombre que hace tanta caridad, es tan bueno, que tiene los valores
correctos, pero el discipulado es la verdadera identidad del cristiano.
Pido
al Señor que nos haga conocer esta sabiduría para que permanezcamos en Él y nos
haga conocer esa familiaridad con el Espíritu: el Espíritu Santo nos da
libertad. Y esta es la unción. El que permanece en el Señor es un discípulo, y
el discípulo es un ungido, un ungido por el Espíritu, que ha recibido la unción
del Espíritu y la lleva a cabo. Este es el camino que Jesús nos muestra para la
libertad y también para la vida. Y el discipulado es la unción que reciben los
que permanecen en el Señor.
Que
el Señor nos haga comprender esto que no es fácil: porque los doctores no lo
entendieron, no se entiende sólo con la cabeza; se entiende con la cabeza y el
corazón, esta sabiduría de la unción del Espíritu Santo que nos hace
discípulos.
Oración para la comunión
sacramental
El
Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitándonos
a hacer la comunión espiritual. Aquí sigue la oración recitada por el Papa:
“A
tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón
contrito que se abandona en su nada y en Tu santa presencia. Te adoro en el
sacramento de tu amor, deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te
ofrece. En espera de la felicidad de la comunión sacramental, quiero tenerte en
espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo vaya hacia Ti. Que tu amor pueda
inflamar todo mi ser, para la vida y para la muerte. Creo en Ti, espero en Ti,
Te amo. Que así sea”.
Antes
de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona
mariana Ave Regina Caelorum (“Ave Reina de los Cielos”):
“Salve,
Reina de los cielos, y Señora de los ángeles; salve, raíz; salve, puerta que
dio paso a nuestra luz. Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella;
salve, oh hermosa doncella, ruega a Cristo por nosotros”.
Rosa
Die Alcolea
Fuente:
Zenit