Tanto los santos como los personajes bíblicos se distanciaban
unos de otros para escuchar mejor la voz de Dios
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| Washington Allston | Public Domain |
Cuando algún santo o personaje bíblico quería
escuchar a Dios, casi siempre optaba por distanciarse de las demás personas
para buscar la soledad. A veces encontraban un bosque recóndito donde hallar a
Dios, mientras que otras veces lo descubrían en una montaña.
Hay un
episodio de la vida del profeta Elías que es uno de los ejemplos más famosos de
este tipo de soledad. Dios pidió expresamente a Elías:
“‘Sal
y quédate de pie en la montaña, delante del Señor’. Y en ese momento el Señor
pasaba” (1 Reyes 19,11).
Entonces Dios se reveló a Elías en lo que
algunas traducciones describen como “un silbo apacible y delicado”, “un ligero
susurro”, “una brisa suave” o “un suave
murmullo”.
Sopló un viento huracanado que partía las
montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba
en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en
el terremoto. Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no
estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. (1
Reyes 19,11-12)
El mismo
Jesús, en el episodio del huerto de los olivos, se
distanció de los apóstoles para hablar con su Padre Celestial:
“Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar”
(Mateo 26,36).
Para poder
escuchar la voz de Dios dentro de nuestra alma, debemos reducir todas las distracciones externas.
Existe un
motivo por el que habitualmente es más fácil rezar en una iglesia vacía que en
medio de una concurrida avenida.
Nuestra mente
puede extraviarse tanto por el ruido “verbal” como
por el ruido “visual”. Tal y como se revela en la vida de Elías, a Dios no se
le escucha fácilmente en la tormenta, en el fuego o en el terremoto, sino en la
quietud “suave”.
Deberíamos
intentar recordar este sencillo hecho y aprovechar cualquier oportunidad que
tengamos de pasar tiempo a solas, alejados de los demás.
El tiempo en
soledad puede considerarse un regalo de
Dios y una oportunidad para profundizar nuestra relación con Él.
A veces el
silencio puede ser difícil de soportar, pero cuando lo reconocemos como una
oportunidad para escuchar a Dios, Su presencia puede inundarnos y concedernos
Su paz.
Philip
Kosloski
Fuente:
Aleteia






