Los
versículos bíblicos son un auténtico apoyo para guiar al creyente en su vida
personal día tras día. Para acompañarte aquí tienes un centenar de ellos,
divididos en diez partes, que puedes memorizar como pequeñas oraciones
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Dios no deja a nadie solo en el dolor y la
enfermedad, y Su palabra es un poderoso estimulante para recuperar fuerza y
valor en los momentos más críticos.
Los
versículos bíblicos se recomiendan para guiar a las personas en su vida
personal diaria y, especialmente, en sus momentos de ansiedad o preocupación,
como cuando estás enfermo o angustiado, por ejemplo.
No están para
disponer recetas milagrosas, sino para ofrecer palabras de aliento y consuelo
y, por qué no, de curación, sabiendo que “Todo es posible para el que cree”
(Mc 9,23).
Dios no conoce límites. Él “puede” y
“quiere” ayudar a quien deposita su confianza en Él. La promesa de Jesús es clara:
“El que
tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí. Como dice la Escritura: ‘De su
seno brotarán manantiales de agua viva’” (Jn 7,37-38).
El papa
Francisco compara a Jesús con un “médico
que cura con la medicina del amor” e invita a recurrir a la Biblia
para ayudarnos
en nuestra enfermedad, para sentirnos menos cansados y menos deprimidos.
Aquí hay diez
versículos que seguir como una prescripción ofrecida por el Señor, porque Él “sana a
los que están afligidos y les venda las heridas” (Sal 147,3).
Ejercitar la piedad
En los consejos y ánimos de san Pablo a
Timoteo, su compañero de viaje y confidente íntimo, aparece muy claramente la
necesidad de comenzar por poner en lo más alto la esperanza en el Dios vivo:
“Los
ejercicios físicos son de poca utilidad; la piedad, en cambio, es útil para
todo, porque encierra una promesa de Vida para el presente y para el futuro”
(1 Tm 4,8)
“Que el Dios
de la esperanza los llene de alegría y
de paz en
la fe,
para que la esperanza sobreabunde en ustedes por obra del Espíritu Santo” (Rm 15,13)
Disminuir la presión
Dios nos invita a no preocuparnos. Su Hijo
está ahí, con su mano en nuestro hombro. Imagínatelo… ¡Dice que no tengas
miedo!
“Yo he
recibido todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18).
Y recuerda
que las personas no pueden hacer nada contra eso:
“No
temas, porque yo estoy contigo, no te inquietes, porque yo soy tu Dios; yo te
fortalezco y te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa” (Is 41,10)
“En el mundo
tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33)
Prestar atención
Dejar que las palabras de Dios actúen, que
se impriman en el cuerpo y en el corazón, para estar en buena disposición y
confiar plenamente en Él:
“Hijo mío,
presta atención a lo que te digo, inclina tu oído a mis palabras. Que ellas no
se aparten de tus ojos, guárdalas bien dentro de tu corazón, porque son
vida para los que las encuentran y salud para todo ser
viviente” (Prov 4,20-22)
Contemplar al Dios de amor
“Yo creo que contemplaré la bondad del
Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor
y espera en el Señor” (Sal 27,13-14)
“Bendito sea
Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios
de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que
nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios” (2 Cor 1,3-4)
Y sus promesas
“Si ustedes permanecen en mí y mis palabras
permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán” (Jn 15,7)
“Vengan a mí
todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11,28)
“La oración
que nace de la fe salvará al enfermo, el Señor lo aliviará, y si tuviera
pecados, le serán perdonados” (Sant 5,15)
Rezar en momentos de oración o de sufrimiento
Para rezar en la enfermedad y en el
sufrimiento, aquí tienen una súplica, Dios
mío, sáname de mi angustia con tu Ternura, de André Dumas (1918-1996),
pastor de la Iglesia reformada de Francia, profesor de Filosofía y Ética y
antiguo decano de la Facultad de Teología protestante de París.
Dios, estoy enfermo, soy débil,
mi languidez invade mi corazón y mi cuerpo…
Soy como todos los enfermos:
me escondo y pienso demasiado en mí mismo;
me atormento y escondo mi preocupación…
Finjo vivir…
Dios nuestro, Dios mío, líbrame de mi
enfermedad.
Haz que ya no me avergüence de ello, ni
tenga miedo…
Cúrame de mi angustia con tu ternura,
para que pueda vivir con Tu fuerza en mis
debilidades.
Amén.
Isabelle Cousturié
Fuente:
Aleteia