La
Palabra de Jesús puede sanarnos
Este
sábado 27 de junio, de la duodécima semana de tiempo ordinario, el padre Johan
Pacheco anima nuestro diálogo con Jesús para que se acreciente en nosotros la
confianza hacia Él. Eso es lo que más le gusta al Señor, al punto de poder
hacer fe en su poder de curar nuestras heridas y decirle, como el hombre del
Evangelio: “No soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra
y mi sirviente se sanará”.
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Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 8, 5-17
Al
entrar en Cafarnaúm, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: “Señor, mi
sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”. Jesús le
dijo: “Yo mismo iré a sanarlo”.
Pero
el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta
que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy
más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis
órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente:
“Tienes que hacer esto”, él lo hace”.
Al
oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he
encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos
vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y
Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán
arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes”.
Y Jesús dijo al centurión: “Ve, y que suceda como has creído”. Y el sirviente
se sanó en ese mismo momento.
Cuando
Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama con
fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a
servirlo.
Al
atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y Él, con su palabra, expulsó a los
espíritus y sanó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que
había sido anunciado por el profeta Isaías:
“Él
tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades”.
Vatican
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