Un
joven palestino cuyo gesto llena todos los ojos de lágrimas y hace que quieras
rezar junto a él
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| Twitter | @mhdksafa (Fair use) |
El coronavirus nos está dejando historias
conmovedoras, historias que desgarran el corazón; este virus está cambiando el
mundo y las relaciones humanas, al grado de no poder despedirnos como
quisiéramos de nuestros seres queridos en su muerte.
No podemos estar al lado de nuestros
enfermos, no podemos tener contacto físico para acompañarlos en su agonía y
dolor. Este joven palestino de la imagen, Jihad Al-Suwaiti, demostró que el amor por la
madre es tan especial y poderoso que no importó la altura de la habitación
donde ella estaba confinada.
Él subió para acompañarla todas las noches;
se sentaba y la miraba. ¿Qué tanto le decía desde afuera de la ventana? Sólo Dios y él lo saben. Ver
morir a tu madre es ver cómo se paga lentamente una vela, ver cómo se consume
la luz de un cirio.
Siempre he dicho que yo me volvería loco si
me falta mi madre, y mi dolor sería muy grande. Todos los días, cuando hablo
con mi madre, me dice que sea fuerte y que me prepare, que tengo una misión que
cumplir aquí, pues yo le digo que me iría con ella. Le ruego al cielo que me dé fortaleza para
el día que llegue ese momento.
Me conmovió este joven palestino, Jihad
Al-Suwaiti; tal vez yo hubiera hecho lo mismo, subir hasta la ventana. El solo poder acariciar y besar por una
ventana a tu madre, es motivo para reflexionar.
¡Cuántos tenemos a nuestra madre y padre y
somos impacientes con ellos, les hablamos mal, nos tardamos en verlos, en
abrazarlos y besarlos!
¡Cuánto dolor el de este joven que sólo
podía acariciar el vidrio frío de la ventana! ¡Cuánto dolor de su madre en su
agonía, sin saber que su hijo la miraba y acompañaba desde afuera por la
ventana de su habitación!
Se me llenan los ojos de lágrimas. Hoy mi
madre vive lejos, en otra ciudad, con mi papá; tal vez yo sea un poco
imprudente, pero romperé el confinamiento, no pararé y los buscaré hoy; si es
posible, manejaré unas horas sin descanso para ponerme de rodillas ante ellos y
besar las manos de mi madre y de mi padre, guardando las precauciones para no
ponerles en peligro. Y si no es posible, intentaré llamarles, o verles como
sea.
No quiero tener que esperar hasta que un
vidrio de una ventana me separe de mi madre y de mi padre, porque Dios perdona
siempre, pero el COVID-19 no perdona ni tiene misericordia hoy.
Con información de OK
Diario: Historia y
relato inspiridos por el twitter de @mhdksafa Mohamad Safa CEO.
Diplomat. Permanent Representative at United Nations. the VOICE of the PEOPLE.
Human Rights Activist.
Jesús
V. Picón
Fuente: Aleteia






