Todo
depende... hay maneras de dudar y hay maneras de preguntar
Hay maneras de dudar y hay maneras de preguntar. La duda que simplemente
constata la dificultad para aceptar algo pero que se rinde con amor ante Dios,
simplemente porque Dios merece ser creído, no sólo no trae pecado sino que
puede incluir mérito. Por el contrario, hay otras dudas que suponen alguna
forma de pecado. Por ejemplo:
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La duda del que trata de torcer las palabras, como cuando se dice que Cristo sí
"resucitó" pero en el sentido de que su figura o recuerdo se
"levantó" en el recuerdo de los discípulos.
*
La duda del que trata de imponer una respuesta que resulte aceptable al entorno
cultural, como el que dice que las palabras de Cristo sobre el adulterio tal
vez no nos han llegado fielmente, o quizás significaban otra cosa en aquel
tiempo. O como cuando se dice que la multiplicación de los panes fue un simple
acto de compartir solidario.
*
La duda del que desprecia las generaciones anteriores como si fueran una manada
de ingenuos que todo lo atribuían a brujería o a espíritus, mientras que, según
esa óptica, nosotros seríamos los iluminados, inteligentes y agudos que si nos
damos cuenta de lo que que aquella gente atrasada no se enteraba de nada.
En
todos estos casos--y la lista no es exhaustiva--la persona en realidad no está
dudando sino negando el contenido de la fe y tratando, más o menos
abiertamente, de reemplazarlo por otra cosa.
Con
respecto a las preguntas, podemos decir algo semejante. En el capítulo 1 de San
Lucas encontramos dos casos paralelos de preguntas. Cuando el ángel Gabriel le
dice que engendrará un hijo, Zacarías pregunta: "¿Cómo estaré seguro de
eso?" (Lucas 1,18). Unos versículos después tenemos el relato del anuncio
que le mismo ángel Gabriel le hace a la Santísima Virgen. Esta es la pregunta
de ella: "¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?" (Lucas
1,34). En ambos casos hay pregunta pero el modo de preguntar de Zacarías recibe
reproche y castigo, de modo que él queda mudo; María, en cambio, no recibe sino
sólo bendición.
No
es entonces pecado preguntar pero seguramente nos equivocamos si nuestras
preguntas llevan el estilo de este Zacarías, es decir, si lo que queremos es
básicamente estar seguros nosotros. Tal actitud es parecida a la de aquellos
que le pedían a Jesús que en ese momento y lugar hiciera un milagro ante los
ojos escépticos de ellos. Y por supuesto, se quedan sin su milagro "a la
carta."
San
Anselmo, en el capítulo II de su magnífica obra Cur Deus homo, que reflexiona
sobre la Encarnación, describe muy bien el estado de ánimo con que quizás
pueden abordarse cuestiones tan profundas como son las de la teología y la
espiritualidad: se requiere humildad, plegaria, sencillez de corazón,
disponibilidad para recibir todo y solo lo que Dios quiera concedernos. Al
final, accede a escribir sus reflexiones pero con esta advertencia, que puede
servir de conclusión a nuestro tema:
Puesto
que observo tu seriedad y la de aquellos que contigo así desean aprender, con
amor y celo de piedad, intentaré responder con lo mejor de mi capacidad, con la
ayuda de Dios y la de tus oraciones, las cuales, al hacer esta pregunta, a
menudo me has prometido, no tanto porque yo pueda aclarar lo que quieres saber
sino porque deseo buscarlo contigo. Pero deseo que todo lo que yo diga sea
recibido con este entendimiento: que si digo algo que una autoridad superior no
corrobore, aunque parezca demostrarlo por medio de argumentos, no debe ser
recibido con más credulidad que como simple opinión que tuve en aquel momento,
hasta que Dios de alguna manera me permite comprender mejor. Pero si yo
estuviere de verdad en condiciones de llevar a buen término tu búsqueda, debe
concluirse que uno más preparado que yo lo podría hacer mejor. Debe en todo
caso quedar claro que no importa lo que un hombre pueda decir o conocer, quedan
siempre ocultos a nosotros fundamentos más profundos de verdades tan grandes.
Por:
Fr. Nelson Medina O.P.
Fuente:
fraynelson.com