Fundadora de la congregación Betania del Sagrado Corazón,
tuvo visiones místicas centradas en la importancia del sacerdocio
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A lo
largo de la historia, sobre todo en la Edad Media, hubo muchas religiosas que
tuvieron visiones y experiencias místicas cuya imagen principal era el Amor
Divino. Pero en el siglo XX, una religiosa francesa experimentó unas visiones
en las que Cristo la llamaba a ser la intercesora con los sacerdotes, para
impulsar su apostolado e inspirar su papel en el seno de la Iglesia.
Su nombre real era
Marguerite-Céline Claret de la Touche y había nacido el 15 de marzo de 1868 en
la localidad francesa de Vische. Marguerite iba a tener una vida regalada, pues
su familia pertenecía a la burguesía y nunca le había faltado de nada. Sus
padres eran también personas de profunda religiosidad que le transmitieron una
fe que marcaría su vida futura.
De
joven, estudió arte y disfrutaba de fiestas pero pronto sintió la necesidad de
abrazar la vida religiosa. En 1890, a sus veintidós años,
ingresó en el monasterio de monjas salesas de la Visitación de Romans-sur-Isère
y dos años después profesó como religiosa. Su vida era entonces plena, en un
lugar que había elegido, lejos del mundanal ruido. Pero en 1906, las
leyes anticlericales que imperaban en Francia, obligaron a las monjas del
convento a abandonar su hogar y refugiarse en Italia. Instaladas en Turín,
la hermana Luisa Margarita fue elegida madre superiora, cargo que asumió
durante seis años.
A principios del siglo XX,
empezó a tener sus primeras experiencias místicas y a concretar su apostolado
del Sagrado Corazón. La hermana Luisa Margarita tuvo unas
visiones en las que Jesús la instaba a rezar y difundir la importancia del
sacerdocio en la expansión del cristianismo. Estas experiencias místicas fueron
plasmadas en El Sagrado Corazón de Jesús
y el Sacerdocio.
En su obra, la hermana Luisa
Margarita escribió extensos e inspiradores textos en alabanza del papado y el
sacerdocio. Ella misma explicaba cómo empezaron estas visiones, cuando “estaba
delante del Santísimo Sacramento” y “Jesús se hizo sentir a mi alma” para
decirle: “Te daré almas de hombres”. Jesús, que había mostrado su Corazón al
mundo, le demandaba: “tú muéstralo a mis Sacerdotes, atráelos a todos a mi
Corazón”.
Luisa Margarita describió el
sacerdocio como una misión clave y por eso, los hombres llamados a dicha misión
debían tener una serie de cualidades determinadas. En este sentido, decía que
necesitaban “sentir las debilidades, las luchas, los dolores, las tentaciones,
los temores, las rebeldías del hombre; debe tener experiencia de la propia
miseria para poder ser misericordioso, y también es necesario que sea fuerte,
puro, santo para poder santificar. Mi
Sacerdote tiene que tener el corazón grande, tierno, ardiente, fuerte para
amar”.
Según Luisa Margarita, el
sacerdote debía ser piadoso, misericordioso, sacrificado, su vida ha de ser
modelo y ejemplo para el resto de cristianos.
“Es el Sacerdote a quien
Jesús ha confiado el cuidado de difundir y alimentar el fuego divino de la
caridad. Para hacerlo capaz de su misión sublime, le ha abierto más que a
ningún otro, los tesoros de su amor indefectible”.
El sacerdote debía ser
reflejo de la vida de Jesús y modelo para toda la humanidad: “El hombre tiene
necesidad de Dios. Su debilidad debe de apoyarse en la fuerza divina; su
pobreza reclama los tesoros del cielo; su nada tiene continua necesidad de
acercarse a la fuente del ser”. Y añadía: “He aquí la obra del sacerdote: hacer
conocer a Jesús bajo el aspecto más amable, dulce y atrayente; hacer penetrar
en las almas el conocimiento de la Misericordia; abrir los corazones a la
confianza y al amor. ¡Qué consoladora misión!”
En 1914, fundaba el
monasterio de la Visitación en Vische, cerca de Turín, donde falleció apenas
unos meses después, el 14 de mayo de 1915. En 1937 se iniciaba su proceso de
beatificación que aún sigue en proceso dando un importante paso en 2006 con la
declaración por parte del papa Benedicto XVI como venerable.
Sandra Ferrer
Fuente: Aleteia






