¿Qué
significado tiene tal actitud?
Incendio en la Catedral de Nantes (C) Diócesis de Nantes |
El
sacerdote mexicano Mario Arroyo Martínez analiza hoy, en
su artículo de “Teología para Millennials” la ola de
incendios en iglesias, como los que vimos en Francia (Notre Dame, Nantes) y las
protestas sistemáticas contra la Iglesia en diferentes puntos del mundo, ya sea
Chile, México o California.
¿Qué
significado tiene tal actitud?, ¿cuál mensaje nos transmite?, ¿qué sentido
tiene utilizar la violencia para ofender el sentido religioso, artístico,
histórico y cultural?: El licenciado en Filosofía por la Universidad
Panamericana, México D.F. desarrolla estas cuestiones.
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“La
única Iglesia que ilumina es la que arde” es uno de los eslóganes preferidos de
las asociaciones activistas de ateos. Pareciera, simplemente, una entusiasta
profesión de fe atea, provocativa quizá, pero finalmente inocua. Con el tiempo,
tristemente, hemos descubierto el error. Se va convirtiendo en habitual
protestar por la causa que sea y vandalizar por lo menos, cuando no quemar una
Iglesia o monumento religioso. La última fue la Catedral de Nantes, joya del gótico
francés, la más dolorosa Notre Dame en París, más cercana a nosotros, la Misión
de San Gabriel, en California, fundada por San Junípero Serra. Pero, además de
estas, cuyos daños no son solo una ofensa religiosa, sino una irreparable pérdida
histórica, artística y cultural, están multitud de casos en Chile, Argentina,
Inglaterra, España e incluso México.
¿Qué
significado tiene tal actitud?, ¿cuál mensaje nos transmite?, ¿qué sentido
tiene utilizar la violencia para ofender el sentido religioso, artístico,
histórico y cultural? ¿Por qué elegir la violencia como camino para presentar
cuestionables reclamos políticos y sociales? Son preguntas que quedan en el
aire y nos gustaría poder responder primero, para resolver después.
Se
trata del doloroso alumbramiento de un cambio epocal, donde se busca abandonar
la narrativa cristiana, que ha dado luz y sentido a la historia de occidente,
por otras visiones alternativas, poco definidas del mundo. El cristianismo ha
proporcionado una respuesta coherente a lo que significa la vida, ser persona,
la familia, la cultura y la sociedad; se trata de rechazarlo de raíz, de patear
el tablero y proponer algo diferente, no importa qué, lo importante es que sea
distinto. Ni siquiera la forma es original, pues remeda el estilo de los
bárbaros, durante el ocaso del Imperio Romano.
¿Son
absolutamente incompatibles ambos paradigmas? En algunos extremos son
claramente antagónicos, pero en otras ocasiones podrían ser complementarios: es
decir, no resulta evidente que sea preciso cambiarlo todo o prescindir de los
elementos valiosos de la narrativa anterior. ¿Pueden continuar manteniendo
vigencia ambos modelos? Parece ser que sí, pues cuando la vía para descalificar
a uno de ellos es la violencia y la mentira, queda en evidencia y resulta
manifiesta la falta de herramientas intelectuales de la postura alternativa.
Cuando elijo la violencia –quemar iglesias, vandalizar símbolos religiosos-
significa que se me acabaron las razones, o son menos sólidas que las de mi
contraparte. Significa que estoy inquieto, pues se cuestionan legítimamente los
fundamentos de mi cosmovisión y eso me incomoda; pero también que algo me
molesta, la cuestión es hacer un diagnóstico oportuno e intentar una solución
civilizada.
Cuando
existen unos cauces culturales y públicos civilizados, adecuados para el debate
académico, y estos no se utilizan, quiere decir que se carece de argumentos
sólidos para esa discusión, optando por abortarla a través de la violencia.
Tanto en el lado cristiano en general, como católico en particular, ha estado
siempre abierta la puerta y extendida la mano para sostener un debate público y
racional sobre los fundamentos de la cultura y la sociedad.
Una
muestra de ello reciente, es la iniciativa surgida durante el pontificado de
Benedicto XVI denominada “Atrio de los gentiles”, donde se promovía
positivamente un debate público con no creyentes, sobre los temas
estructurantes de la sociedad y la cultura. El entero pontificado de Francisco
puede verse como un continuo intento de tender puentes con los temas emergentes
de la sociedad contemporánea. Muchas personas, en vez de recoger el guante y
aceptar el desafío, han optado por el cobarde expediente de la violencia. Pero
ello manifiesta que o no tienen razones sólidas para sustentar su postura, o no
están seguros de ellas.
La
fe se convierte en baluarte de la razón, defendiendo una forma civilizada,
racional, dialógica de enfrentar los problemas reales de la sociedad. Sin
embargo, un grupo incansable de activistas abandona la discusión racional y el
diálogo, optando por la violencia, para tomar la iniciativa en el debate y
captar la atención. Esperemos que el cambio de narrativa no implique el
abandono del diálogo y la razón, fundamentos de nuestra civilización defendidos
por el cristianismo.
Mario Arroyo
Doctor
en Filosofía
Fuente:
Zenit