La extraordinaria historia de Jacques Fesch demuestra que
nadie, nadie, puede sentirse excluido del amor de Dios
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Esta es la historia de Jacques Fesch, un
joven de 27 años que fue ejecutado el 1 de octubre de 1957.
El 25 de
febrero de 1954, un elegante joven rubio, de un metro noventa y dos, franqueaba
la puerta de una oficina bancaria a dos pasos de la Bolsa de París.
Armado con un
6,35 mm, hacía un signo al gerente a fin de que le entregara el contenido de la
caja. Luego, un forcejeo.
Jacques golpea al hombre, pega un tiro que
revienta el cristal de la vitrina y desaparece. Se esconde en un inmueble, pero,
cuando baja, se encuentra con sus perseguidores, a los que se les había unido
la policía.
Se lanza a la carrera tras pegar un tiro
mortal. El agente Vergne, un joven padre que había quedado viudo poco antes,
fallece.
Jacques
Fresch es finalmente neutralizado. Todo por comprarse un barco para cruzar
el Atlántico. Su padre, hombre de mucho dinero, no quiso ayudarlo.
Él, alejado de Dios, no tuvo mejor idea que
robar un banco. Años antes se había casado por lo civil y tenía una
hija de 3 años. En ese momento las había abandonado a las dos.
Arrestado por
el asesinato de un policía pasa tres años en prisión antes de ser
ejecutado.
Su vida se
relata en el libro Dentro de cinco horas veré
a Jesús. Una primera parte de este nos muestra la biografía de
Jacques.
En ella se
recogen distintos testimonios y documentos de archivo que nos describen su vida
antes de la cárcel: la vida de un joven inestable y de sueños rotos.
Luego, nos
describe su paso por la prisión donde conoce a Dios gracias
a la ayuda del capellán, el dominico Jean Devoyod; el hermano Thomas, un amigo
de su mujer; y su abogado, Paul Baudet.
La segunda
parte es su diario (escrito dos meses antes de su
ejecución) que el condenado escribe a su hija, Veronique.
Como no tiene
nada que legar, le deja lo esencial. Su legado es una persona, aquel al que por
fin ha reconocido como la vida de su vida: Jesús.
El diario es
el itinerario de su alma. En él, más que acontecimientos, se relatan de forma
maravillosa y emocionante, los movimientos de su interior hacia Dios, la
historia impresionante de su conversión, su intimidad con Dios, los momentos de
angustia ante la cercanía de la muerte, la experiencia de la gracia y de la
misericordia divina, y el consuelo y la alegría que recibe en la oración.
“Y
brutalmente, en algunos instantes, he recibido la fe, una certeza absoluta. He
creído y no comprendía cómo hacía para no creer. La gracia me ha visitado. Una
gran alegría se ha apoderado de mí y, sobre todo, una
gran paz. Todo se ha vuelto claro en un instante”,
escribía.
El libro de
su vida nos revela que, incluso ante la perspectiva de la muerte inminente, la
fe nos llena de esperanza: la vida es “un mal cuarto de hora ante toda la
eternidad”.
“Es
necesario rezar sin cesar, no tengo miedo de morir sino miedo de no morir
cristianamente. La vida es, a pesar de todo, una gran bendición”.
Dos horas
antes de su ejecución escribía:
“No estoy solo porque Dios estás conmigo.
¡Solo cinco horas de vida! Dentro de cinco horas veré a Jesús. (…) El corazón
salta de mi pecho. Virgen Santísima, ten piedad de mí. Sin embargo, creo que
con un poco de voluntad llegaré a superar esta angustia, pero ¡cuánto sufro de
todos modos! Creo que voy a interrumpir este diario, pues oigo unos ruidos
inquietantes. ¡Con tal de que resista el golpe…! Ayúdame, Virgen Santísima.
Adiós a todos y que el Señor os bendiga”.
¿Un asesino a los altares?
En 1993, el arzobispo de París, cardenal
Jean-Marie Lustiger, judío converso, expresó al diario Le
Figaro su intención de comenzar el proceso de canonización.
“Espero
que Jacques Fesch sea considerado un día como ejemplo de santidad. Dios no
canoniza el pecado sino el arrepentimiento, nadie puede sentirse excluido de su
amor”.
El proceso
comenzó en la diócesis de París y llegó a Roma.
El 2 de
diciembre de 2009, Monique, la hermana de Jacques, acompañada del biógrafo
Ruggiero Francavilla, mostró a Benedicto XVI el diario que su hermano escribió
en la cárcel.
La Sagrada
Congregación para las Causa de los Santos tendrá la última palabra.
Existe una
norma que pide que se hayan vivido en grado heroico las virtudes a lo largo de
diez años. Esto evidentemente no se cumplió con Jacques. Apenas
pasaron tres años desde que cometiera un asesinato, se convirtiera y muriera en
la guillotina.
Se me viene a
la mente la historia de Dimas, uno de los ladrones que fue crucificado con
Jesús. A él le bastaron tres horas para conquistar el cielo: “acuérdate de mí
cuando estés en tu Reino”. Jesús le contestó: “hoy estarás conmigo en el
Paraíso”.
“¡Dichosos
los que Dios honra con el martirio! La sangre que corre tiene un gran valor a
los ojos del Señor, sobre todo la que se ofrece libremente. Yo no soy libre,
pero si hoy me ofrecieran la libertad a cambio de una ofensa a Dios, me
negaría, prefiriendo la muerte. Coopero con mi ejecución aceptándola con
toda mi alma y ofreciéndosela al Señor; así moriré menos indignamente”
(Jacques Fesch).
Luisa
Restrepo
Fuente: Aleteia