La Pontificia Academia para la Vida publicó
este 22 de julio el documento “Humana communitas en la era de la pandemia” del
COVID-19 con “consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida”
Plaza de San Pedro. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa |
El texto vaticano exhorta a tener “una
actitud de esperanza, más allá del efecto paralizante” y advierte que “todos
estamos llamados a hacer nuestra parte. Mitigar las consecuencias de la crisis
implica renunciar a la noción de que ‘la ayuda vendrá del gobierno’, como si
fuera un deus ex machina que
deja a todos los ciudadanos responsables fuera de la ecuación, intocables en su
búsqueda de intereses personales”.
En este sentido, el documento de la
Pontificia Academia para la Vida señala que existen “dos tentaciones opuestas:
por un lado, la resignación que sufre pasivamente los acontecimientos; por
otro, la nostalgia de un retorno al pasado, sólo anhelando lo que había antes”.
“Es hora de imaginar y poner
en práctica un proyecto de convivencia humana que permita
un futuro mejor para todos y cada uno”, exhortó.
Además, el texto reconoce que “no hemos
prestado suficiente atención, especialmente a nivel mundial, a la
interdependencia humana y a la vulnerabilidad común” ya que “si bien el virus
no reconoce fronteras, los países han sellado sus fronteras”.
“A diferencia de otros desastres, la
pandemia no afecta a todos los países al mismo tiempo… La pandemia está aumentando las
desigualdades e injusticias ya existentes, y muchos países que
carecen de los recursos y servicios para hacer frente adecuadamente al Covid19 dependen
de la asistencia de la comunidad internacional”, alerta.
En esta línea, el documento vaticano
explica que “las lecciones de fragilidad, finitud y vulnerabilidad nos llevan
al umbral de una nueva visión: fomentan un espíritu de vida que requiere el compromiso de
la inteligencia y el valor de la conversión moral”.
“Aprender una lección es volverse humilde;
significa cambiar, buscando recursos de significado hasta ahora
desaprovechados, tal vez repudiados. Aprender una lección es volverse
consciente, una vez más, de la bondad de la vida que se nos ofrece, liberando
una energía que va más allá de la inevitable experiencia de la pérdida, que
debe ser elaborada e integrada en el significado de nuestra existencia”,
describe.
Por ello, “es necesario dar cuerpo a un concepto de solidaridad que vaya más
allá del compromiso genérico de ayudar a los que sufren. Una pandemia nos insta
a todos a abordar y remodelar las dimensiones estructurales de nuestra
comunidad mundial que son opresivas e injustas, aquellas a las que en términos
de fe se les llama ‘estructuras de pecado’. El bien común de la comunidad
humana no puede lograrse sin una verdadera conversión de las mentes y los corazones”.
De este modo, el documento subraya que “el
acceso a una atención de salud de calidad y a los medicamentos esenciales debe
reconocerse como un derecho humano universal” y añade que “de esta premisa se
desprenden lógicamente dos conclusiones: la primera se refiere al acceso
universal a las mejores oportunidades de prevención, diagnóstico y tratamiento,
más allá de su restricción a unos pocos. La distribución de una vacuna, una vez
que esté disponible en el futuro, es un punto en el caso. El único objetivo
aceptable, coherente con una asignación justa de la vacuna, es el acceso para todos,
sin excepciones. La segunda conclusión se refiere a la definición de la
investigación científica responsable”.
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