La misa no es parte de la rutina del domingo
Si eres de esos
católicos que pasan cada domingo por su dosis semanal de oración, lecturas y un
pedacito de pan, puede que ya te hayas acostumbrado a verlo así. Como un tiempo
en el que hay cantos, un par de personas que se paran a leer, un sermón (medio
interesante a veces) y al final eres parte de la fila de comunión donde recibes
un poco de pan sin levadura.
¿Pero qué hay de especial en eso?
La realidad es
que a simple vista no hay nada maravilloso, impresionante o entretenido durante
la misa. A veces pienso que vamos cada semana por hábito, por miedo a ser
condenados al infierno, por apariencia social o porque nos obligan; pero sabías
que hay muchos beneficios que recibes cuando participas activamente de la
celebración.
Aquí 5 cosas que no sabías pasaban durante tu hora de misa dominical:
1.- Entras sucio
y sales limpio
Al inicio todos
pedimos perdón por nuestros pecados, justo después de la oración inicial que
hace el padre decimos el “acto penitencial” o el “Señor ten piedad” (esa
oración que se repite tres veces). Así nos ponemos en modo de reflexión y
reconocemos nuestra debilidad humana ante Dios que va a venir a nosotros
durante la misa.
También estas oraciones, dichas con una intención
pura y de corazón, nos ayudan a que después de la comunión salgamos de misa
limpios de pecado venial. OJO, esto no significa que la misa quita la necesidad de acudir a la
Confesión, es más bien una forma de mantener la gracia circulando a través de
nuestra alma. Es como si con cada misa hiciéramos
“re-fresh” a la app de nuestra consciencia y recargamos la versión más
actualizada que nos permite ser más sensibles a todo aquello que nos separa de
la gracia que se recibe con la Eucaristía.
2.- Las lecturas cuentan una
historia
¡Sí! Aunque una sea del Antiguo Testamento, un
salmo -cantado o leído- con estrofas que se repiten, otra de alguna carta de
los Apóstoles y un Evangelio diferente cada semana, todas tienen un tema central
que se va entrelazando. Ya sea que en el evangelista narra cómo vemos cumplida
la profecía de la que habló la Primera Lectura o que, todos los textos hablen
del perdón, si pones atención puedes encontrar la relación entre todas ellas.
Es más fácil encontrar la temática de las lecturas
haciendo uso de 2 herramientas:
Misal: donde
vienen las lecturas y oraciones de la misa. Este libro te ayuda a ir siguiendo
las dos partes de la misa: Liturgia de la Palabra y Liturgia Eucarística. Ahí
viene todo lo se dicen desde el altar y en lo personal yo pongo mucha más
atención cuando leo y mi mirada no anda divagando alrededor de la Iglesia
buscando quien entra, sale o lo que hacen los demás.
Calendario litúrgico: muchas de las misas de domingo corresponden a una festividad dentro del ciclo anual de la Iglesia. Tener un calendario católico en algún lugar de tu casa te puede ayudar a ubicar de qué será el sermón o las lecturas del siguiente fin de semana y así podrás celebrar el domingo dándole mucho más sentido a tu tiempo dentro de la misa.
3.- Estás en
zona de cobertura divina
¿No te ha pasado que cuando andas inquieto por
algo, el padre dice justo lo que necesitas escuchar en su homilía? Dios no
habla compartiendo sus historias de Instagram contigo, Él hace uso de las
personas a tu alrededor, de las circunstancias, de lo que tus amigos o
familiares te pueden aconsejar cuando buscas alguien con quien desahogarte. Así
cuando entras a su casa estás en un “hot spot”. Te aseguro que algunos metros
de distancia del tabernáculo se consigue la mejor conexión con Dios. Así que
aprovecha que tienes acceso a ese lugar, llamado iglesia, donde puedes entrar
sin costo ni restricciones para hablar directamente con Dios a través de su
palabra, del sacerdote, de una oración, de un canto, de un vitral … las señales
a veces están por todos lados, pero hay que poner atención para poder
identificarlas.
4.- Abonas a tu alcancía de la
salvación
Piensa en cuántas horas de tu vida las has pasado en misa. Haz el
cálculo, multiplica la cantidad de domingos del año por tu edad y sacas la suma
total …. tal vez creas que suena a muchísimo tiempo invertido. Pero qué es
ese pequeño número a comparación del resto de las horas que dedicas a ver toda
la temporada de tu serie favorita en Netflix, o que tal el tiempo invertido en
buscar ofertas en línea de tu marca favorita…. todos hemos abonado esfuerzos y
energías a actividades poco benéficas para nuestra vida. PERO CREEME QUE abonar horas al
alma en la misa, nunca será una inversión que caiga en saco roto.
San Juan Crisóstomo describe los efectos de la
Santa Misa de la siguiente forma: “alegra a toda la corte celestial, alivia a
las pobres almas del purgatorio, atrae sobre la tierra toda suerte de
bendiciones, da más gloria a Dios que todos los sufrimientos de los mártires
juntos […] y que todo lo que se haga hasta el fin de los siglos.”
Entonces sabemos que es un acto tan maravilloso,
que merece que participemos en la celebración de manera activa, respondiendo y
cantando. Escuchando y leyendo las lecturas con atención, porque las ganancias
espirituales que recibiremos a través del Sacrificio de Cristo ofrecido en el
altar, será siempre mucho mayores que lo que nosotros creemos estar ofreciendo
con 1 hora de nuestro tiempo invertida dentro de la Iglesia.
5.- Vives la experiencia 360
En misa se resumen todas las prácticas espirituales que nutren tu alma. Tienes
lecturas bíblicas, tienes las oraciones comunitarias, haces un acto
penitencial, alabas a Dios con cantos y en el salmo, vives eso de ser Iglesia
Universal sabiendo que todos los católicos del mundo están llevando la misma
celebración que tú, escuchas una enseñanza acerca del Evangelio y finalmente
tienes el encuentro personal con Jesús en la Eucaristía después de la
consagración. El mismo Dios
que existía antes de toda la creación viene a ti y entra en tu cuerpo a través
del pan y vino -transformados en el Cuerpo y la Sangre de Jesús- que se
distribuyen en el momento de la comunión.
¿Qué más puedes pedir?
Ir a misa es como hacer una hora de ejercicio
intensivo que fortalece y prepara el alma para que durante el resto de la
semana salgamos a ser cristianos valientes que proclaman su fe con obras. La misa no es parte de la rutina
del domingo, es más bien un trago de agua fresca que todos necesitamos para
nutrir y reavivar el regalo que Dios nos da de la fe. Es
una fiesta en la que nos reunimos todos alrededor de la mesa del Señor para
compartir el Pan que da la Vida Eterna. Es un momento de alegría y celebración
que compartimos con nuestros hermanos.
Por: Jessica Ponce
Fuente: New
Fire






