Cuando
sentimos angustia por la incertidumbre, siempre hay una estrella que permanece
como punto de referencia
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| Haris Mm | Shutterstock |
En estos tiempos de nuestro mundo sentimos que nos
fallan los puntos de referencia. Más aún si pensamos que las cosas que suceden
nos hablan de un fin que parece cercano para nuestro mundo.
A veces nos
parece que el sol se oscurecerá, la luna ya no dará su luz, las estrellas
caerán del cielo… Nos genera inseguridad pensar que no hay un
sol seguro.
Miramos la
luna en las noches oscuras para encontrar un punto fijo y buscamos las
estrellas para encontrar el camino.
Inevitablemente,
en la vida buscamos un punto de referencia. Los
momentos de crisis son aquellos en los que ya no sabemos a dónde ir, en que no
hay nadie que nos muestre el camino. La vida pierde sentido porque nos sentimos
perdidos.
Hombre estrella
A veces será necesario ingresar a una
nueva mañana que comienza solo después del silencio de la noche.
Hay momentos en los que nuestra vida cae en el caos, al igual que ese cielo que
se altera, los puntos de seguridad de nuestra vida se convierten en angustia.
Cuando todo
parezca difícil, desordenado, oscuro; miremos con cuidado porque veremos
una estrella salir sobre las nubes.
En ese cielo
que se había vuelto vacío, sin más signos de esperanza, aparece el que te
salva. Es cuestión de mirar bien nuestras situaciones de dolor, ya que al mirar
el horizonte nos damos cuenta de que siempre hay una estrella y de que están
apareciendo las primeras flores.
El brote del
brote es algo imperceptible y el nacer de una estrella, nos pide paciencia,
sucede sin ruido, delicadamente, con tanta discreción que no
llama la atención. Así sucede la presencia de Dios en nuestra vida al revés por
el caos.
Si cada vez
es el final, cada vez es también el momento en que la rama se vuelve tierna y
las hojas brotan.
Es el
descubrimiento de que cada hombre puede vivir, porque hay una estrella que
permanece. Esta generación no pasará, pues en cada momento la Palabra de Dios
es portadora de esperanza. La vida brota para cada hombre.
Pero no
siempre nos detenemos a mirar y no siempre tenemos la paciencia para esperar. Dios
no pasa, permanece. Los cielos pasarán, la vida se invertirá, los puntos de
referencia colapsarán, pero Dios permanecerá fiel:
¡su Palabra no pasará!
Pasará
¿Cuándo habrá una crisis? ¿Cuándo terminará
todo? ¿Cuándo perderemos nuestros puntos de referencia? No sabemos, no sabemos
el día ni la hora, porque siempre puede suceder: el final ya está dentro del comienzo
de cada historia.
La angustia y
la esperanza marcan inevitablemente nuestra existencia; pero es dentro de esta
historia de contradicción que Dios ha puesto a su hijo, para que, como
estrella, guíe nuestra noche.
Él permanece,
se mantiene fijo y se nos muestra, además, como el camino a seguir.
Ponernos en camino
Por eso cuando vivimos de la esperanza y de
la promesa, aunque todo parezca desordenado y oscuro, podemos ver que se
ilumina nuestro camino. San Juan Crisóstomo lo ha dicho con una frase hermosa
refiriéndose a los reyes magos:
“No se
pusieron en camino porque hubieran visto una estrella, sino que vieron la
estrella porque se habían puesto en camino”.
Podemos ser
siempre almas en camino, ser almas en espera. Si la
estrella se encendió o no en el cielo, no lo sabemos con exactitud. Lo que sí
sabemos es que se encendió en su corazón y que ellos supieron verla.
El camino
será largo para todo el que avanza entre dudas y tinieblas y a
veces nos costará creer. Por eso, nuestra fe se sustenta
en la esperanza de ver a la Estrella, Cristo, el único punto de referencia
estable e inamovible, aunque a veces las nubes nos impidan verlo.
Luisa
Restrepo
Fuente: Aleteia






