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Juan Pablo II ya advertía que la esperanza es, tal vez, el reto más grande a las puertas de este nuevo milenio.
Y creo que en estos tiempos de pandemia, de serios y graves desafíos para nuestra vida en todo aspecto -familiar, laboral, social y espiritual-, la humanidad experimenta este gran desafío de no perder la esperanza.
En este mismo sentido, el papa Benedicto XVI, en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Sydney en 2009, nos invitaba así a ser buscadores de la gran esperanza:
“Esta
esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer
y dar lo que por nosotros mismos no podemos alcanzar. Por eso, una de las
consecuencias principales del olvido de Dios es la desorientación que
caracteriza nuestras sociedades, que se manifiesta en la soledad y la
violencia, en la insatisfacción y en la pérdida de confianza, llegando incluso
a la desesperación”.
Por lo
anterior, te invito a que descubras la gran ayuda que estos tres
arcángeles te pueden dar en este gran camino de la esperanza, y
a abrir tu vida a horizontes nuevos y plenos de existencia.
Comencemos por
decir, tal como lo señalaba Benedicto XVI, que la gran esperanza sólo puede ser
Dios en su Hijo Jesucristo, quien es la única esperanza.
“Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que
significa recibir esperanza” (Spe Salvi,
3).
Es este
conocimiento de Dios, del Dios único y verdadero, al que te llevan los santos
arcángeles. Un conocimiento que no es solo un contenido de información, sino un
conocimiento que cambia la vida.
Es diferente
la vida de quien conoce a Dios, quien ha tenido una experiencia con Dios, que
lo ha descubierto en su corazón como un Padre bueno y misericordioso, de la de
aquel que no la ha tenido. Dios cambia nuestras vidas.
Recordemos que
Juan Pablo I enseñaba que la esperanza cristiana nace de la confianza
en tres verdades:
1. Dios es todopoderoso
2. Dios me ama inmensamente
3. Dios es fiel a sus promesas (cfr. Audiencia
del 20 de Septiembre de 1978).
Partiendo de
estas tres verdades es como podemos afrontar el presente, aun en momentos
difíciles, pues nos permite ver la meta final que da sentido, valor, y que
justifica toda nuestra existencia.
De estas tres
verdades son portadores san Miguel, san Gabriel y san Rafael. Ellos, junto con
todos los santos ángeles, han escogido, en el momento de la prueba, a Dios como
Bien Supremo y definitivo.
Juan Pablo II
en la Audiencia del 23 de Julio de 1986 lo explica así:
“Haber
escogido a Dios significa que se han vuelto a Él con toda la fuerza interior de
su libertad, fuerza que es amor. Dios se ha convertido en
el objetivo total y definitivo de su existencia espiritual”.
Ellos han
conocido y han aceptado que Dios es todopoderoso, que Dios los ama y que es
fiel.
Sin embargo,
estos tres arcángeles de manera particular son los portadores de estas tres
grandes verdades en las que se deposita nuestra esperanza.
San Miguel Arcángel
San Miguel
viene a manifestar que el brazo todopoderoso de Dios está sobre nosotros, que
nos cuida y, al mismo tiempo, nos capacita para ejercitarnos en el bien, aún
cuando las circunstancias sean difíciles o adversas.
Y es que la
fuerza de San Miguel conlleva la fuerza de la irradiación de Dios sobre toda la
creación y sobre cada criatura en particular, especialmente el hombre.
Invocar a San
Miguel es invocar esta fuerza del Bien de Dios, invocar su amor y su presencia
sobre la creación entera.
San Rafael arcángel
Es el ángel que manifiesta cuánto Dios me ama inmensamente. En este
sentido, es el ángel de la activa caridad que nos mueve a realizar
actos de caridad: “buena es la oración con ayuno; y mejor
es la limosna con justicia que la riqueza con iniquidad. Mejor es hacer limosna
que atesorar oro” (Tb. 12,8).
Y es que la
limosna es una expresión concreta de la caridad, así como una escuela de la
generosidad del amor, que recuerda el primado de Dios, y nos lleva a
redescubrir a Dios como un Padre bueno.
Así mismo, es
este arcángel el protector del amor entre el hombre y la mujer: cura
el amor.
“Expulsa los
demonios que, siempre de nuevo, desgarran y destruyen su amor. Purifica el
clima entre los dos y les da la capacidad de acogerse mutuamente para siempre”
(Benedicto XVI, 29 de Septiembre de 2007).
Dentro de las
obras de san Rafael, se encuentra el curar la ceguera,
especialmente la ceguera respecto a Dios, que es amor.
San Gabriel
De esta
manera, este arcángel es el que anuncia el “sí” definitivo de parte de Dios,
anuncia al que viene para la salvación de los hombres, al que asume nuestra
naturaleza para restaurarla, y devolverla a su dignidad primera, que se había
perdido.
Es el ángel
que le dice a Maria al momento de la anunciación: “No temas”, y que continua
diciéndonos “no tengas miedo, Dios está contigo”. Es el ángel
que anuncia que el reino de Cristo no tendrá fin, y es esto el motivo de la
gran esperanza.
Así mismo, el
libro del profeta Daniel, nos muestra al arcángel Gabriel como aquel que explica
el sentido de la visión que tuvo el profeta (cfr. Dn. 9,21).
Gabriel, anticipó la pasión y muerte de Nuestro Señor, que es la
mayor prueba de la fiabilidad del amor de Cristo, su amor indefectible por cada
uno de nosotros, que lo ha llevado a dar su propia vida para salvarnos.
“En este amor,
que no se ha sustraído a la muerte para manifestar cuánto me ama, es posible
creer; su totalidad vence cualquier suspicacia y nos permite confiarnos
plenamente en Cristo” (La luz de la fe, 16).
Sin embargo,
esta presencia de este arcángel no llega hasta la muerte de Cristo. De acuerdo
a la tradición, san Jerónimo, cuya fiesta también celebramos en este mes,
menciona que al producirse la resurrección de de Nuestro
Señor, “Gabriel viene al encuentro de María…”.
Así que este
glorioso arcángel es mensajero de la total fidelidad de Dios que se
manifiesta en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
Guía,
protección, fortaleza
Descubrir esta
presencia y misión de los santos arcángeles, me parece lo más
consolador para nuestra vida: el sabernos guiados, protegidos, fortalecidos por
estos queridos amigos espirituales.
Ellos
constantemente, en todas nuestras idas y venidas, en todos nuestros caminos, nos
están mostrando y señalando una meta alta, hermosa, bella, que sostiene y
mantiene toda nuestra labor y fatiga, por ardua que ella sea.
Que estos
grandes y queridos amigos, san Miguel, san Gabriel y san Rafael, nos ayuden a
cada uno de nosotros, y de manera especial a ti, apreciado lector, a descubrir
la gran esperanza, que es Dios
Fernando Cárdenas Lee, Foyer de Charite
Fuente: Aleteia