Seguramente todos conocemos casos de matrimonios en los que el conflicto o la ruptura ha hecho mella en la vida de sus protagonistas.
Los que nos dedicamos a atender familias y parejas con dificultades lo vemos a
diario, somos conscientes del sufrimiento humano y del desgaste que esta
situación provoca en las personas que lo sufren.
Así, existen muchos matrimonios que, a pesar de las dificultades, luchan y se esfuerzan por sacar adelante el proyecto más importante de sus vidas. Así nos aconseja San Juan de la Cruz:
Pon amor donde no hay amor y sacarás amor”.
Esto suele suceder mucho más si
hablamos de mujeres con una edad comprendida entre los 38 y 55 años y que en
mayor o menor medida, en esa llamada crisis de los 40 ý me atrevería a decir de
los 50, necesita recuperar esa vida que deseaba y que se le escapa de las
manos. Por eso la mujer se siente sola, no entiende a su
marido y le ataca con constantes reproches, ausencias
afectivas o, por qué no decirlo, se vuelca en sus hijos y amigas,
generando todavía más distanciamiento.
Esto puede ser así, no lo niego y lo
vemos a diario en el Instituto Coincidir,
pero también puedo decir, es más decirlo con voz muy alta, que el
hombre bueno existe. Es ese hombre dulce y necesitado
de dar y recibir afecto; ese hombre sensible que quiere
sentirse admirado por su mujer, que es quien en el fondo de
verdad le importa; es ese hombre que necesita sentirse partícipe de las
decisiones familiares, y no verse sólo como un proveedor
de dinero para su familia. Ese hombre que necesita sentir
que sus hijos le respetan porque previamente se ha hecho
respetar gracias a un consenso con su mujer para
establecer las bases de la educación de sus hijos.
El papa Francisco comenta lo
siguiente en el punto 55 de su exhortación apostólica Amoris Laetitia
El varón juega un papel igualmente decisivo en la
vida familiar, especialmente en la protección y el sostenimiento de la esposa y
los hijos […] Muchos hombres son conscientes de la importancia de su papel en
la familia y lo viven con el carácter propio de la naturaleza masculina. La
ausencia del padre marca severamente la vida familiar, la educación de los
hijos y su integración en la sociedad. Su ausencia puede ser física, afectiva,
cognitiva y espiritual. Esta carencia priva a los niños de un modelo apropiado
de conducta paterna».
Y ese hombre
existe, es de carne y hueso, convive con nosotras, porque es esa persona a la
que fuimos conociendo poco a poco y de la que nos enamoramos, hasta dar el paso
más importante de nuestra vida, nuestro matrimonio.
Es esa persona capaz
de dar todo por su familia y que necesita sus pequeños
momentos para sentir que todo va bien, es esa persona que llega a casa y le
gusta ver su partido de fútbol con una cerveza o leer el periódico sin
inmutarse a pesar de que sus hijos están en plena batalla de cojines junto a
él.
Es ese hombre que nos quiere con
locura ( quizás a su manera) y al que nosotras podemos enseñarle cómo
necesitamos sentir que está ahí, no sentir que nos ignora, a pesar de estar a
nuestro lado cuando le hablamos y nos responde con un «aha» o un «mmmm».
San Juan Pablo
II decía:
El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece
para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se
le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo
hace propio, si no participa de él vivamente. El amor se siente, no se ve; el
amor silencioso es el más fuerte de todos».
No es baladí pensar en la grandeza del
matrimonio y que ese encuentro entre dos personas no solo será bueno, sino
santo y querido por Dios, a pesar de que a veces nos quieran vender esta unión
como algo temporal, casi de usar y tirar, en la que cuando me canso la dejo y
busco otra cosa que me haga sentir bien.
Por eso hoy reivindico
el papel del varón como esencial en el matrimonio, como complementario y como
exclusivo para la mujer, para que junto a ella, en esa complementariedad y
unión no solo de cuerpos sino de almas, de raíces y de historias, se pueda
vivir un amor verdadero que tanto necesitamos en nuestra sociedad.
Necesitamos dejar hablar y escuchar a
nuestros varones, lo mismo que ellos a nosotras. Solo así, con
un diálogo constructivo conseguiremos que nuestras familias sean familias
sólidas. Y es que, como dice el Papa Francisco:
El matrimonio es un trabajo de todos los días, se
puede decir que artesanal, un trabajo de orfebrería, porque el marido tiene la
tarea de hacer más mujer a su mujer y la mujer tiene la tarea de hacer más
hombre a su marido”.
Mercedes
Honrubia García de la Noceda
Fuente: Aleteia