Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga.
Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo.
Al verla, Jesús la llamó y le dijo:
«Mujer, quedas libre de tu enfermedad».
Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, se puso a decir a la gente:
Pero el Señor le respondió y dijo:
«Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre, y los lleva a abrevar?
Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?».
Al decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se
alegraba por todas las maravillas que hacía.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Con estas palabras, Jesús quiere ponernos en guardia también a
nosotros, hoy, del pensar que la observancia exterior de la ley sea suficiente
para ser buenos cristianos. Como entonces para los fariseos, existe también
para nosotros el peligro de creernos en lo correcto, o peor, mejores que los
demás por el sólo hecho de observar las reglas, las costumbres, aunque no
amemos al prójimo, seamos duros de corazón, soberbios y orgullosos. La
observancia literal de los preceptos es algo estéril si no cambia el corazón y
no se traduce en actitudes concretas: abrirse al encuentro con Dios y a su
Palabra, buscar la justicia y la paz, socorrer a los pobres, a los débiles, a
los oprimidos. (ÁNGELUS, 30 de agosto de 2015)
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