
Al distinguir
las experiencias de los cristianos practicantes y no practicantes, así como las
de los no cristianos, el estudio se revela como un eficaz manual para los
líderes eclesiásticos sobre la manera en que debe comprenderse la naturaleza de
ciertos traumas y sobre cómo responder mejor al dolor. Por ejemplo, se incluyen
sugerencias sobre cómo introducir con sensibilidad el papel del perdón. Con
suma atención, la investigación rastrea el impacto del trauma en la fe de la
gente y en su confianza en Dios.
Apoyo en
situaciones traumáticas
De esta
manera, los pastores, sacerdotes, consejeros y personal médico, pueden realizar
mejor su trabajo al hacerles saber a los feligreses que en la parroquia o en la
diócesis están a su disposición materiales de apoyo en situaciones traumáticas.
Solo el 26 por ciento de los pastores protestantes, entre quienes se ha
realizado el estudio, han mencionado esto.
También está
el caso de que el 75 por ciento de los cristianos practicantes que han sufrido
algún tipo de trauma no han acudido a su iglesia local en busca de apoyo, pero
la mayoría está dispuesta a hacerlo en el futuro. Y entre quienes sí han
acudido al amparo de sus líderes eclesiásticos, 79 por ciento lo ha hecho en
busca de consuelo, mientras que el 78 por ciento lo ha hecho en la esperanza de
sanar las heridas del corazón.
El estudio se
refiere al “carácter universal de los traumas: que la condición humana implica
soportar y, por la gracia de Dios, florecer mediante los traumas mayores y
menores que componen lo que llamamos vida”.
En última instancia, el sufrimiento puede acercarnos más a Dios si aceptamos
nuestras circunstancias.
El consuelo en
la Biblia
En su prólogo
al informe de esta investigación, David Kinnaman, presidente del Grupo Barna, hace un recuento del trauma que le causó el
tumor cerebral de su esposa y de cómo buscó en Google “sufrimiento en la
Biblia”.
Ese recorrido
por las Sagradas Escrituras lo llevó a concluir que nos es posible declarar:
“Estábamos aplastados y abrumados más allá de nuestra capacidad de aguante, al
grado de que llegamos a pensar que nunca lograríamos sobrevivir a esto… pero
como resultado, dejamos de depender de nosotros mismos y aprendimos a confiar
solamente en Dios, quien resucita a los muertos.”
“Nuestro
sufrimiento no se desperdicia ante Dios. Él camina con nosotros en medio de las experiencias traumáticas y
en temporadas repletas de traumas; y aunque desde entonces he experimentado su
presencia y he trabajado sistemáticamente en mí mismo, haber hecho ese
descubrimiento primero en la Biblia fue el verdadero consuelo en esos días
dolorosos”.
Alivio en la
Palabra de Dios
El estudio es
contundente en el sentido de que quienes consultan las Sagradas Escrituras
logran salir mejor librados que quienes no lo hacen. El informe indica: “Las
personas traumatizadas que se apegan a un patrón de consulta frecuente de la
Biblia son, además, más felices consigo mismas durante el proceso de sanación”,
y “las personas que empiezan a leer la Biblia tienen mayores probabilidades de
experimentar alivio que quienes dejan de leerla”.
En la Biblia,
la gente encuentra el rostro de Dios en la persona de Jesucristo, el máximo
sanador y abogado de la justicia. Él nos invita a vivir la vida en todo su
esplendor. Todos estamos llamados a dejarnos tocar por Él en lo más profundo de
nuestro ser, allí donde yace nuestro mayor dolor. Jesús nos brinda esperanza,
el factor fundamental en el proceso de sanación.
Las Sagradas
Escrituras son una fuente de sabiduría que nos enseñan a vivir una vida feliz,
aun en medio del sufrimiento. Una fe profunda, nutrida en las Sagradas
Escrituras, nos proporciona recursos internos y externos que brindan esperanza
y logran curarnos. Las Escrituras le hablan en primer lugar y principalmente al
corazón humano con mensajes de Dios: mensajes con el poder de sanar los corazones
heridos. ¡Aceptemos las palabras de Dios!
La pandemia no
sólo requiere medicamentos
En cuanto al
panorama general, la pandemia no solo requiere medicamentos, sino también el
consuelo emocional y espiritual de las víctimas y de quienes han perdido a sus
seres queridos, lo cual constituye una necesidad profundamente humana, tal como
argumenta muy bien el estudio de la ABS.
Esperemos que
las Sagradas Escrituras —con su visión cósmica y atemporal de la realidad y sus
lecciones para cuidar bien la creación— salgan de los confines de la iglesia
para hablarle y convertirse en el bálsamo de un país herido de múltiples
formas.
Mario J. Paredes
Fuente: Aleteia