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Shutterstock | Kobby Dagan |
Curiosamente, en los últimos tiempos,
hemos depositado mucha superstición y algo de miedo en
los cementerios;
se está diluyendo el conocimiento humano
para tomar la muerte de una forma normal, la parte buena del sentido de lo
sobrenatural.
En muchos casos nos sentimos bloqueados o violentos ante ciertas
situaciones sociales relacionadas con el tema de la muerte o la vida eterna.
¿De dónde surge este miedo? Sin duda
el hombre está hambriento de eternidad. A lo largo de la
historia lo han manifestado escritores, artistas y cantantes… El hombre tiene
un deseo intrínseco y profundo de vivir para siempre.
Para siempre
Por suerte, la esperanza sale
a nuestro encuentro. En los próximos días se celebran las fiestas de Todos los
Santos y los fieles difuntos.
Es un recuerdo de que el hombre ha
sido creado por Dios para que sea feliz en la Tierra y
más tarde también en el Cielo.
Como humanos, la muerte nos hace ver
nuestra finitud, pone por unos segundos ante nuestros ojos la realidad de lo efímero.
Incluso nos limita, nos puede hacer sentir vértigo pues
pone fin a todos los sueños vanos del hombre.
Pero a la vez sin ella nuestra vida no
tendría ningún significado, no tendríamos un destino y además nuestros fines,
acciones o elecciones no darían sentido a nuestro día a día.
Dos tipos de
vida
Nadie pone en duda que en el ser
humano existe una vida natural en la que
nuestra libertad es la principal protagonista.
Esta vida natural está marcada por
nuestras acciones o conductas, las cuales construyen poco a poco nuestro
existir.
Pero también convivimos diariamente
con una vida sobrenatural. Está más presente de
lo que nos imaginamos y es reflejo de la Acción Divina en nuestras vidas.
En estas fechas más que nunca se nos
invita a tener presente que nuestros parientes fallecidos siguen vivos pero
no en una “nada” carente de sentido, sino en la grandeza y sublimidad de una vida
eterna tras el Juicio de Dios.
¡Qué empeño ponemos los hombres en los
quehaceres terrenos y qué poco en nuestro día a día vivimos con la mirada
guiada hacia la eternidad!
La relación
con Dios nos abre a la sabiduría de que la muerte es el principio y nada hay
que temer.
En la antigüedad, los muertos estaban
muy presentes en la vida cotidiana, eran en cierto modo ayudantes y guías de lo
vivos.
Hoy, parte de esta cultura se mantiene
todavía en el pueblo mexicano. Esto nos hace reflexionar sobre el valor de la
vida terrena y el sentido del paso entre la muerte y la vida eterna.
El papa Francisco, en el Ángelus del 2
de noviembre de 2014, recordaba:
“El recuerdo
de los difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios son testimonios de
confiada esperanza, arraigada en la certeza de que la muerte no es la última
palabra sobre la suerte humana, puesto que el hombre está destinado a una vida sin
límites, cuya raíz y realización están en Dios”.
Por tanto, no basta con que los
muertos sean recordados, engalanados con flores o preciosas sepulturas.
La Iglesia nos invita anualmente a profundizar
en la convivencia entre la Iglesia militante (nosotros,
los vivos), la Iglesia triunfante (los que ya están en el Cielo) y la Iglesia
purgante (los que están en el Purgatorio).
¡Y cuántas cosas puede hacer por
nosotros un alma a la que hemos ayudado a llegar al Cielo!
Por ello en estas fechas, las almas
del Purgatorio podrían
ser objeto de “dayketing” aunque en este caso no se trataría de una estrategia
de marketing orientada a aprovechar fechas señaladas con motivo de aumentar la
rentabilidad de acciones comerciales.
Más bien, salvando las comparaciones,
tenemos la festividad de los santos y difuntos a la vuelta de la esquina y es
importante aumentar las oraciones por las
almas de los difuntos.
Las almas del Purgatorio ya no pueden hacer méritos para salir de
allí, pero nosotros sí podemos hacer méritos por ellas y brindarles ayuda
mediante oraciones, sacrificios (de forma especial la Santa Misa) y con las
indulgencias.
Ojalá estas fechas sean ocasión para:
· reforzar, a
través de la oración, los lazos con nuestros familiares difuntos, que ni
siquiera la muerte puede romper: que sean también ahora nuestro apoyo y
nosotros el de ellos
· recordar a los muertos no con tristeza sino con alegría (vayamos a visitarlos y adornar nuestros cementerios), la misma alegría con la que están gozando de este banquete celestial que nunca se acaba: la Casa del Padre;
· pedir la gracia para poder vivir en ese punto del tiempo en el que coincide el presente y lo eterno: aprendamos a vivir con sentido de esperanza y de eternidad;
· poner interés en aprender de los santos, gozar y aprovechar el tiempo para llenarlo de buenas obras. Dios nos ha regalado el tiempo para nuestro progreso y la vida es un camino de misericordia y redención. Dejémonos sorprender por la Providencia Divina para que se cumpla el plan de Dios en la historia de la humanidad.
Miriam Esteban
Benito
Fuente: Aleteia