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Valle de los Caídos. Crédito: Sebastián Dubiel / Wikipedia CC-BY-SA-3.0-DE |
Los mártires que
están sepultados en la Basílica “son el mejor testimonio de ese perdón y
reconciliación” y pertenecen a todos los estados de la vida cristiana:
“laicos, sacerdotes diocesanos y religiosos, así como religiosos y religiosas
de vida consagrada, de todas las edades, pero también un grupo numeroso de
gente joven, como Rafael Lluch, de 19 años miembro de las juventudes
vicencianas y de acción católica”.
Aceptación del martirio
Entre los aspectos
comunes a todos ellos, el P. Cantera subrayó que está la “aceptación del
martirio” y destacó que estos mártires son el “mejor testimonio para la
paz, el perdón y la reconciliación de los españoles porque murieron perdonando
a sus verdugos sin odio”.
En ese sentido
recordó que el beato pasionista Juan Pedro de San Antonio, de 46 años. Él se
escondía en una pensión junto con otros 4 hermanos de congregación y le dijo a
la dueña de la pensión que “si alguno nos saca para fusilarnos, le pido que a
nadie guarde odio o rencor por el mal que piensan hacernos. El Señor lo permite
para nuestra santificación”.
También el P. Antonio
Martínez López, que antes de morir quiso bendecir a sus verdugos. Pero estos le
golpearon el brazo hasta fracturárselo antes de matarle. “Éstos son ejemplos de
la paz con la que morían, en ausencia de odio, con la voluntad de perdonar y de
reconciliación”, apuntó el prior.
Mirada
sobrenatural
También aseguró que
es común a todos los mártires “la mirada sobrenatural que tenían en el
momento del martirio” porque estos mártires “miraban la eternidad, vivían
del amor de Dio y esto les llevaba a imitar a Cristo hasta en sus últimas
consecuencias, asumiendo la muerte con sentido redentor para todos los
hombres”.
En ese sentido
recordó cómo durante los años de persecución religiosa en España era común
despedirse con la expresión “hasta el Cielo”.
Como Rafael Lluch, el
más joven de los mártires enterrados en la basílica del Valle de los Caídos,
que fue detenido por llevar una estampa de la Virgen de los Desamparados en el
bolsillo y pertenecer a la asociación de la Medalla milagrosa. El joven se despidió
de su madre diciendo: “No llores, voy a dar la vida por nuestro Dios, en el
Cielo te espero”.
“Viva Cristo Rey”
también fue la última expresión de muchos de los mártires, como fue el caso del
Beato Florencio López Egea, a quien sus verdugos le clavaron espinas en los
ojos exigiéndole que blasfemara, pero siempre respondió “Viva Cristo Rey”.
Dentro de esta visión
sobrenatural de los mártires, el prior del Valle de los caídos recordó a las 23
beatas adoratrices, de las que al menos están sepultadas en la Basílica
del Valle de los Caídos.
Cuando iban en un
camión, camino de ser fusiladas “todas se arrodillaron para recibir la comunión
que llevaban guardadas en la cajita de un reloj. El mismo conductor del camión
donde iban apresadas le expresó a su mujer la admiración que había sentido por
ellas: ‘Las he visto morir a todas, la mayoría jóvenes, con la sonrisa en los
labios y bendiciendo a Dios. Qué mujeres. Eran adoratrices’”
Amor al
sacerdocio
Otro de los aspectos
comunes de los mártires es “su amor al sacerdocio y al ministerio sacerdotal” y
puso como ejemplo al beato Enrique López Ruiz, a quien un monaguillo describió
como “un auténtico apóstol de Jesucristo” a quien los milicianos quisieron
impedir la celebración de la misa, pero él se negó a abandonar la parroquia y a
sus fieles.
La “disponibilidad
ante la muerte y el martirio, ofrecido en inmolación por la salvación de España
” es también signo de los mártires , como hizo la beata Josefa María, salesas
visitandina, que rechazó el ofrecimiento de esconderse en casa de un familiar a
quien dijo: “Si por derramar nuestra sangre se ha de salvar España, pedimos a
Dios que sea cuanto antes”, o el Beato Florencio López, quien iba camino de ser
fusilado cantando una canción compuesta por él mismo en la que pedía a la
Virgen “salva presurosa al pueblo español”.
Torturas y crueldad
El P. Cantera también
destacó la crueldad sufrida por los mártires a la que
respondieron con amor a Dios y ofreciendo su vida por España como hizo el P.
Domingo Campoy, de 33 años, joven coadjutor de una parroquia de Almería que
sufrió una brutal tortura en uno de los barcos-prisión.
Este sacerdote hizo
el servicio militar con rango de capellán castrense, e intercedió para que se
le levantara el arresto a un soldado, que posteriormente fue uno de sus
verdugos.
Tal fue la brutalidad
sufrida por este sacerdote, que el médico del barco en el que estaba detenido,
quiso llevarlo al hospital, pero sus captores se negaron y su verdugo se
jactaba de haberle hecho volar la cabeza porque había descargado todos los
disparos sobre ella.
Ayuda a los más
necesitados
Por lo que el P.
Cantera aseguró que los mártires “no son unas víctimas más, sino que son
testigos especiales cuya fe les asemeja a la muerte de Cristo”.
Además recordó que
casi todos ellos dedicaron gran parte de su vida a las obras de caridad y a la
promoción social como las religiosas adoratrices, Hijas de Santa Micaela, cuyo
carisma específico es ayudar a las jóvenes en riesgo de caer en la prostitución
y de las que hay 7 beatas enterradas en la basílica.
Además el P. cantera
pidió que “sea conocida la riqueza espiritual y todo el sello teológico que el
Valle de los Caídos lleva impreso en su alma, como auténtico lugar de paz y de
reconciliación a la sombra de la Cruz redentora”.
Valle de los Caídos
En el Valle de los
Caídos está compuesto por una basílica pontificia menor, erigida como tal en
1960 por San Juan XXIII; sobre ella se instala una cruz que es la más grande de
la cristiandad con 150 metros de altura, o 300 metros si se cuenta desde el
risco de la Nava donde está elevada. Y los brazos miden 24 metros cada uno;
también está la abadía en la que vive una comunidad de religiosos benedictinos
desde 1958; y una escolanía en la que estudian niños menores de 14 años que
reciben una amplia formación musical; la hospedería y un centro de estudio
sociales, que hoy en día está inutilizado.
El actual proyecto de
la Ley de Memoria Democrática contempla la resignificación del Valle de los
caídos,la conversión de éste en un cementerio civil así como la salida de la
comunidad benedictina. Aunque de manera explícita no se habla de la eliminación
de la cruz que preside el valle, ésto si se ha contemplado en otras
ocasiones.
El P. Cantera aseguró
que la cruz que preside el valle es “un símbolo que nos recuerda la
redención de Cristo, la reconciliación que nos ha alcanzado Dios y a la que nos
invita entre todos los hombres”.
Fuente: ACI Prensa