Este ejercicio práctico puede ayudarnos a recordar que Dios siempre está con nosotros y en todo lo que vemos
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San Pablo de la Cruz reflexionó sobre esta verdad espiritual
en Flores de la Pasión y
presentó un breve método para reconocer la presencia de Dios que puede
aplicarse a diversas circunstancias.
Dejad que todo
os recuerde la presencia de Dios. Si, por ejemplo, vas al jardín y
ves alguna flor, pregúntale: “¿Quién eres tú?” No te responderá: “Yo soy una
flor”. No, te dirá: “Yo soy una voz, yo soy un predicador. Yo predico el poder,
la sabiduría, la bondad, la belleza y la prudencia de nuestro gran Dios”.
Figuraos que la flor os da esta respuesta, y dejad a vuestro corazón
penetrarse, embeberse todo entero y aprender una lección de amor divino.
Este método parece basarse en una meditación similar ofrecida por san Agustín.
Pregunta a la
hermosura de la tierra, pregunta a la hermosura del mar, pregunta a la
hermosura del aire dilatado y difuso, pregunta a la hermosura del cielo,
pregunta al ritmo ordenado de los astros; pregunta al sol, que ilumina el día
con fulgor (…). Pregúntales. Todos te responderán: “Contempla nuestra
belleza”. Su hermosura es su confesión. ¿Quién hizo estas cosas bellas, aunque
mudables, sino la belleza inmutable?
En nuestra vida diaria, detengámonos con frecuencia y
preguntémonos sobre las creaciones que vemos. Todas deberían recordarnos el
amor y la presencia de Dios en nuestra vida, ya que Él creó este mundo para
todos y cada uno de nosotros.
Philip
Kosloski
Fuente: Aleteia






