“Un gran pastor que vivió entre nosotros, como rezaba su lema episcopal, como el último de todo y el servidor de todos”
![]() |
Mons. Damián Iguacén, Obispo emérito de Tenerife (España). Crédito: Diócesis de Tenerife. |
En los últimos meses el estado de Mons. Iguacen se
había deteriorado considerablemente.
Desde la diócesis de Tenerife (España) recuerdan que
el pasado mes de julio fue a visitarlo Mons. Bernardo Álvarez, Obispo de
Tenerife, diócesis de la que Mons. Damián Iguacén fue obispo durante 7
años.
Según recuerdan desde la Diócesis de Tenerife, en cada
cumpleaños Mons. Iguacén aseguraba que era “una gracia de Dios que no sé cómo
agradecérsela más que poniéndome enteramente a su servicio”.
Breve biografía
Nació en el pueblo aragonés de Fuencalderas, Zaragoza
(España). En 1941 fue ordenado sacerdote en la Diócesis de Huesca, un momento
que calificó como “después de mi bautismo, considero que ha sido el día más
grande de mi vida. Que el Señor se fije en uno para ser ministro de su
Evangelio te confiere otra entidad. Es algo muy grande”.
Fue nombrado Obispo de Barbastro en 1970. Cuatro años
después fue nombrado Obispo de Teruel y en 1984 Obispo de Tenerife, cargo que
desempeñó hasta 1991, cuando presentó su renuncia por edad.
Desde la Diócesis de Tenerife recuerdan que Mons.
Iguacén escribió varios comentarios sobre advocaciones marianas, en donde hacía
hincapié en la importancia que tiene para el cristiano afrontar la vida sin
acritud y también en la necesidad de hacer silencio para encontrarse con uno
mismo y con Dios.
“Un cristiano no puede estar de mal humor, encarando
todo desde el mal genio y desde el pesimismo porque Jesús dice: ‘Confiad hijos
míos, yo he vencido al mundo.’ Por lo tanto, si ese mundo enemigo del Señor, del
bien, de la justicia, está vencido, es que no tiene futuro. Este convencimiento
es el que nos debería reportar el buen humor. No significa, sin embargo, que
las cosas no nos importen, sino que ningún suceso es definitivo”, indicaba
Iguacen.
En diversas entrevistas Mons. Iguacén aseguraba que
era “un gran optimista”. “Gracias a Dios lo soy. El creyente,
necesariamente, tiene que ser optimista. Tiene que ver lo bueno que hay y lo
malo que hay convertido en bueno porque el mal no es una fatalidad, lo podemos
eliminar con el bien”. “Que todo esto sea expresión de alegría interior. El
Señor nos quiere contentos, alegres, no bullagueros, sino con la alegría del
gozo de vivir bien con Dios y con todo el mundo. Por eso la alegría es un signo
cristiano”, precisaba.
Además destacan desde la Diócesis de Tenerife que
“partió a la casa del Padre un pastor que ha dejado una honda huella tras su
paso por estas canarias occidentales”.
Y recordaron unas palabras de Mons. Iguacén en las que
aseguraba: “Nuestro tiempo es éste. El presente, porque el futuro tampoco está
en nuestras manos. El plan de Dios quiere que aquí, ahora y con estos, seamos
buenos y hagamos todo el bien que podamos. En vez de criticar el mal deberíamos
ver qué podemos hacer nosotros para remediarlo. El Señor nos lo recuerda ‘mi
corazón triunfará’”.
Fuente: ACI Prensa