¿Cómo recibir unas situaciones que no hemos decidido o que, incluso, nos desestabilizan?
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Estábamos vacunados de la gripe y otras enfermedades,
orientados, geolocalizados, en redes, en conexión, pareciera que nada ni nadie
podría escapar a nuestra voluntad de control.
Por
eso, ante cualquier imprevisto, hemos visto a muchos invadidos por la tristeza.
Y
es que es un orgullo imaginarse aún por un mínimo instante que estamos a
los mandos de nuestra propia existencia.
Esta
ha sido una lección que muchos han extraído de la pandemia de la Covid-19. Se
han visto los efectos que implica, en el plano
espiritual, haber relegado a Dios a una mínima expresión.
¡Qué paz obtendríamos, sin embargo, devolviendo la
divina providencia a su legítimo lugar: el origen y objetivo de toda vida!
Confianza
en Dios aunque no se comprenda todo de inmediato
Dios necesita que Le hagamos un hueco, que Le
deseemos, para poder respondernos. En su mensaje
de Cuaresma de 2014, el papa Francisco nos invitaba a aceptar
nuestras pobrezas, lugar del poder de Dios:
“Si consideramos que no necesitamos a Dios, que
en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros
mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso”.
Se trata de arriesgarnos y salir de nuestra
mullida comodidad para dejar que Cristo nos sostenga. Que sepamos
mostrar a nuestros hijos que aceptamos lo inesperado con confianza. Fuertes
como somos en la certeza de que “todo es gracia”.
La fuerza
de la confianza
En un comentario del Evangelio, el padre Raniero
Cantalamessa comparaba nuestras vidas con las de los apóstoles
atrapados en la tempestad: si no hemos hecho subir a
Cristo a nuestra barca, estamos perdidos.
Igual que interpelaron Santiago y Juan a Dios,
diciéndole: “¡Maestro!
¿No te importa que nos ahoguemos?”, a menudo recibimos los
accidentes de nuestra vida como injusticias.
A los apóstoles aterrados, el Señor les respondió:
“¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”.
Realicemos un acto de fe
en Dios aceptando no comprenderlo todo de inmediato. Tengamos confianza en
“este, que hasta el viento y el mar le obedecen”.
Como los discípulos en el Evangelio de Marcos,
llevemos a Jesús en la pequeña barca de nuestras vidas.
Contar con Cristo es
mantener la fe en Él que lo puede todo. Su fuerza nos permitirá afrontar todas
las tempestades, combatir todos los vendavales y, con Él, alcanzar la otra
orilla.
Y no olvidemos las palabras que el papa Francisco
pronunció en enero de 2014:
“La
confianza en el Señor: ésta es la clave del éxito en la vida (…), y nunca
decepciona. ¡Nunca, nunca!”.
Anne Gavini
Fuente: Edifa