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6.12.20
¿LLEVAS UNA VIDA INFLUIDA POR LA SUPERSTICIÓN?
Cinco comportamientos con los que
verás si las supersticiones te condicionan y te hacen perder libertad en la
toma de decisiones
Daniel Go | (CC BY-NC 2.0)
Las formas de la superstición han
calado hondo en nuestra cultura y en nuestro estilo de vida contemporáneo. Sin
darnos cuenta, es fácil ver que muchas personas recurren a la adivinación o viven pegadas a una superstición. ¿Es tu caso?
¿Cedes a la curiosidad malsana?
La Iglesia Católica pone en guardia
a los creyentes: «Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros
santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia
en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad
malsana al respecto.» (2115)
Es un asunto importante
Si nos preguntan si somos
supersticiosos, la respuesta seguramente es no,
pero a continuación citaremos algunas
supersticiones que tal vez formen parte de nuestro estilo de vida y no les estemos
dando importancia:
EL HORÓSCOPO.
En muchos medios de comunicación, el horóscopo se facilita y se entiende como
un «servicio a los lectores», como si fuera la programación de televisión, las
farmacias de guardia de la ciudad o la previsión meteorológica.
Son muchos los que quizá tienen
estudios universitarios pero «echan un ojo
al horóscopo» para saber cómo les irá la semana en cuanto a salud, amor, trabajo… El peligro de ceder a la
curiosidad malsana está ahí.
El horóscopo es un gran negocio (las líneas telefónicas
de pago, por ejemplo).
Creer en el horóscopo es creer que
mi vida está determinada por los astros. En
realidad, mi vida depende de la voluntad de Dios y de mi libertad en el actuar.
La Iglesia
Católica dice en el Catecismo: «La consulta de horóscopos, la
astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los
fenómenos de visión, el recurso a ‘mediums’ encierran una voluntad de poder
sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo
de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el
honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.»
Ya sabes, si alguien quiere hacer un
regalo familiar o de grupo y sugiere que sea una carta
astral, es mejor que propongas una alternativa y es buen momento para
explicarle que los astros no nos condicionan.
EL VASO O LA OUIJA.
¿Te han invitado en una fiesta
nocturna a «jugar al vaso» o, lo que es lo mismo, la ouija? En torno a una mesa, se invoca a espíritus para que podamos
preguntarles acerca del más allá o de nuestro futuro. Un vaso se mueve y apunta
a letras (formando palabras) o a asistentes. Alguien puede decir que es «solo un juego» o que es pura diversión. El caso es que no es así, y la
historia nos lo confirma: muchos personajes han dejado testimonio del peligro que supone adentrarse en la
ouija.
La Iglesia alerta: «Todas las formas
de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la
evocación a los muertos y otras prácticas que equivocadamente se supone
‘desvelan’ el porvenir.» (2116)
Y continúa: «El espiritismo implica
con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a
los fieles que se guarden de él.» (2117)
LOS AMULETOS DE LA SUERTE
Hay
quien lleva una mano de Fátima, un árbol de la vida o una
determinada piedra y
cree que le da suerte: le ayudará a ganar un concurso o a aprobar un examen si
la lleva en el bolsillo.
La
Iglesia dice explícitamente: «Llevar amuletos es también reprehensible». (2117)
Lo pasmoso es
que en esta superstición caen incluso personas que se las dan de «científicas»,
que solo aceptan lo que se puede probar empíricamente.
Los amuletos pueden
llegar a nuestras vidas de las formas más absurdas: desde un puesto de
«souvenirs» en la playa hasta el regalo del amigo invisible. Vale la pena
revisar el joyero de vez en cuando y soltar lastre; fuera cuerno de la
abundancia, fuera ojo turco para evitar el mal de ojo. Y lo mismo con los
objetos de decoración: fuera el maneki-neko (gatito
de la suerte oriental), las herraduras y las patas de conejo, (La lista es
interminable, esto es solo un apunte).
VELAS, MEDALLAS Y ORACIONES MAL
EMPLEADAS.
Por
supuesto que la oración es el camino que nos lleva a Dios y es una fuente por
la que Él nos da su gracia. Pero el problema está en atribuir ese
poder a la mismísima vela que le ponemos a un santo, a la
escultura del santo, a la oración que rezamos o a la medalla en
sí misma. Si creemos así, es que hemos perdido el sentido de estos objetos y de
estas costumbres.
Hace
años, la señora que vendía las velas a la entrada de la catedral de Barcelona
me explicó que había detectado que algunos querían comprarle velas de
determinado color con las que hacían sesiones de adivinación y de atracción de
la buena suerte en sus casas. Se negó a vendérselas.
Poner
una vela a la Virgen es una muestra externa de fe y de devoción, pero el poder de
lograr lo que se pide no está en la vela en sí misma sino en Dios.
Las
velas o las oraciones no hacen que Dios funcione como una máquina
automática de bebidas, a la que echo unas monedas y me
sale la lata.
Dice
el Catecismo de la Iglesia Católica: «La superstición es la desviación del
sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al
culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una
importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte,
legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las
oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones
interiores que exigen, es caer en la superstición.» (2111)
SANADORES
Y CURANDEROS.
Es
natural que busquemos y deseemos la salud, pero no nos pongamos en
manos de «sanadores» que se basan en la palabrería para
convencernos de que nos curarán. La mayoría son charlatanes que buscan
nuestro dinero.
Muchos
curanderos se
aprovechan de la buena fe y de la credulidad de las
personas más ingenuas.
Siempre
en la mentira hay una parte de verdad y los falsos
médicos se encargan de adornar sus engaños: por ejemplo, usan plantas
medicinales (que tienen beneficios reales).
Lo
mismo ocurre con chamanes, maestros de reiki, brujos…
A eso se añade que basan su poder de curación en su «energía», en su habilidad
para controlar las «energías» o «chacras» del paciente
(que no
están demostradas científicamente) o la conexión con ciertas
fuerzas basadas en cultos ancestrales.
La
Iglesia advierte: «El recurso de las medicinas llamadas tradicionales no
legitima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la
credulidad del prójimo.» (2117)
Y
también señala en el Catecismo: «Todas las prácticas de magia o hechicería
mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su
servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo -aunque sea para
procurar la salud-, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas
prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de la voluntad de
dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios.» (2117)