Un sacerdote italiano da las pautas para aplicar la fórmula benedictina, que ha funcionado a lo largo de los siglos en los monasterios
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Consejos para las familias del
siglo XXI
La regla benedictina ha servido
como pauta de vida en los monasterios desde comienzos del siglo VI.
Es norma de convivencia, de paz y de armonía, y ha logrado frutos a lo
largo de la historia de Europa: sirvió de lazo de unión cultural, de expansión
de la vida cristiana y de un mensaje de amor a Dios a través del cual
se han hecho muchos santos, comenzando por el mismo fundador, San Benito.
¿Por qué no extraer pues lecciones para la vida contemporánea?
EL TRABAJO DOMÉSTICO
«Para san Benito el trabajo
manual es, de hecho, un empeño espiritual, porque el humilde servicio doméstico
(…) significa ejercicio de la caridad fraterna, victoria sobre el propio egoísmo
y sobre la pereza, imitación de Cristo obediente y sufriente.»
EL TRABAJO PROFESIONAL
«La Regla, en efecto, establece
el principio fundamental de que lo que cuenta realmente no es tanto la
habilidad profesional o los títulos universitarios o el escalafón en la
sociedad, sino el humilde conocimiento de la propia pobreza ante Dios y la
disponibilidad a la renuncia de sí mismo y del propio interés o placer en favor
del servicio fraterno.»
«Toda profesión -dice Lapponi-
sale ganando bajo todos los aspectos cuando se pospone y somete humildemente al
verdadero bien de las almas.»
TRABAJO CREATIVO (ARTÍSTICO Y
ARTESANAL).
A imitación de la vida monacal,
propone una «base familiar artesana» (que englobaría desde los arreglos de la
casa hasta la excelencia en la pintura, por ejemplo). «Se ha constatado
-explica Lapponi- en los jóvenes de hoy un desorden material y mental que sería
fácilmente corregido con el esfuerzo asiduo en actividades manuales y
artesanales.»
EL DESCANSO.
Dice la Regla de san Benito:
«Cuando se levanten de madrugada para la Obra de Dios, exhórtense mutuamente
con delicadeza a fin de rechazar las excusas de los somnolientos.»
Y para la noche: «Inmediatamente
después de la cena vayan todos a sentarse juntos, y uno lea…».
Lapponi resume este aspecto en
tres puntos: «La noche es un tiempo de esparcimiento dedicado, antes del
descanso nocturno, a las lecturas y actividades que recreen el espíritu;
llegada la hora establecida -no demasiado tarde- todos se retiran para el descanso;
ya desde pequeños los niños deben habituarse a levantarse sin concesiones a la
poltronería.»
LAS COMIDAS.
Lapponi propone aplicar la regla
de san Benito en cuatro aspectos: rezar en común antes de la comida, respetar
el horario, sobriedad en la comida y bebida, y fomento de la conversación.
VESTIDO.
San Benito hablaba del hábito
para el monje y el padre Lapponi traduce ese espíritu en «la exigencia de la
sobriedad y de la renuncia al lujo excesivo -hoy también a la extravagancia y a
la indecencia, oponiéndose a las fortísimas presiones de la moda y de la
propaganda comercial- y, por otra, el cuidado por una estética que exprese
realmente la índole íntima de la persona y de la familia.»
Shutterstock-Melinda NagyEn las
salidas, vive la flexibilidad horaria y haz crecer la responsabilidad de cada
uno.
SALIDAS.
«Se podrían proponer sin rigidez
normas que favorezcan el respeto de todos hacia los horarios, la llegada no
demasiado tardía a casa por la noche y, sobre todo, la solicitud de todos por
una vida común guiada por la fraternidad. Esto, naturalmente, no para cultivar
un egoísmo familiar, sino, por el contrario, para educar a todos los miembros
de la familia en un amor no de teoría, sino práctico, que los lleve a
involucrarse en los fatigosos trabajos del servicio recíproco, fundamento de
toda actividad verdaderamente social.»
AMBIENTES DE LA CASA.
Lapponi explica que, así como un
monasterio tiene dependencias varias, unas para el monje en solitario y otras
para la vida en común, «el ambiente de la casa, práctico y agradable, debe
favorecer la presencia asidua de los miembros de la familia. Sería bueno que
cada miembro de la familia- esposos, chicos y chicas- tuvieran su propia
habitación, en la que encontrar un ambiente acogedor, como residencia habitual
y lugar principal de su actividad personal.»
EL MOBILIARIO.
En la Regla de san Benito se lee
en el capítulo 32: «Si alguno trata las cosas del monasterio con poca limpieza
o con negligencia, sea reprendido.»
Lapponi añade que es importante
para un hogar «no sólo una cuidadosa elección de los muebles, sino también el
cuidado por su orden y limpieza por parte de todos los miembros de la familia.
El trabajo dedicado a ello, como ya he dicho, debe ser distribuido equitativa y
caritativamente entre todos y tiene un grandísimo valor educativo.»
LOS INSTRUMENTOS.
Lapponi afirma que una familia
«no puede guiarse por el voto de pobreza propio de la vida monástica», pero
«una familia cristiana debe evitar el lujo, el dispendio, la superficialidad».
Lapponi hace referencia a los juguetes, los aparatos electrónicos… Propone, por
ejemplo, fomentar las «actividades propias de la mente», entre ellas el
cálculo.
LA DISPOSICIÓN DE LA CASA.
«Para que la familia adquiera la
costumbre de orar en común» Lapponi aconseja «transformar en lugar de oración
común una estancia de otro uso -recibidor o salón- en el que siempre debería
haber, en unos de los lados o en un rincón, alguna imagen sagrada y otros
signos de devoción.»
El benedictino aconseja disponer
de una biblioteca de calidad, que valore los clásicos y sea formativa para los
niños.
Busca un lugar adecuado, que
puede ser el salón, para hacer alguna actividad en común.
En cuanto a la decoración, «todo aquello que puede embellecer la casa de
una familia, y no sólo las imágenes religiosas, debería estar presente en todas
sus dependencias para alegrar el corazón y elevar el pensamiento de sus
habitantes.»
Es lógico que en la casa familiar
«prevalecerán las decoraciones artísticas y las imágenes inspiradas en la vida
del mundo o en los recuerdos de la misma familia. Pero tampoco deben faltar
-señala Lapponi- las imágenes y los objetos religiosos», escogidos con gusto.
LA ORACIÓN.
«Ciertamente la familia no puede
dedicar a la oración en común todo el tiempo que le dedican los monjes. Pero
puede intentar imitarles en ciertos momentos de la jornada: a la mañana, antes
de la comida y, sobre todo, antes del descanso nocturno.»
Lipponi anima a contar con
«imágenes sagradas en el lugar del culto y en la habitación de cada uno, por el
clima de silencio y por la costumbre de reflexionar, de estudiar y de meditar.»
CARIDAD.
Para que no se caiga en el
individualismo, Lipponi aconseja aplicar la Regla de san Benito valorando «las
virtudes que se adquieren a través del servicio recíproco.»
«La familia -afirma- debe estar
libre para dedicarse al diálogo y a aquellas actividades lúdicas o artísticas
que lo favorecen.»
LA LECTURA Y EL ESTUDIO.
«La lectura no puede ser
sustituida por las variadas formas de comunicación visual ofrecidas por los
modernos aparatos electrónicos. Una cosa es la reflexión, otra la imaginación.
Lipponi considera fundamental que
se cultive el estudio en las familias.
LA MÚSICA Y EL CANTO SAGRADO Y
PROFANO.
«La familia podría imitar en esto
a los monjes, animando los momentos de oración con cantos bonitos, elegidos y
cuidados. Pero podría hacer mucho más aún: todo el inmenso mundo de los
sentimientos humanos debería ser cultivado y educado a través de la música y del
canto.»
ESPARCIMIENTO Y FRUICIÓN DEL
ARTE.
Aboga por «juegos tradicionales»
así como «actividades artísticas y artesanales manuales» y el «contacto vivo
con la naturaleza».
Un criterio que propone este
sacerdote es que «los medios electrónicos nunca deben suplantar a la realidad
de la naturaleza, ni al uso natural de las facultades humanas.»
Dolors Massot
Fuente: Aleteia






