Si somos los protagonistas o los espectadores de una discusión familiar podemos optar por favorecer la paz o por arrojar más leña al fuego
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| Aloha Hawaii | Shutterstock |
Una familia sin
desacuerdos no existe. Se puede llegar a decir que la familia es el lugar donde
vivimos más enfrentamientos y los enfrentamientos más dolorosos. ¿Por qué?
Porque nos queremos, porque el amor nos hace vulnerables y porque el día a día
compartido somete al amor a una dura prueba: es difícil, si no imposible,
ocultar nuestras molestias y rencores cuando vivimos juntos 24 horas al día.
Problemas para la paz familiar
Pero es
imprescindible cumplir con una condición: que las riñas desemboquen en perdón.
Perdonar también los problemillas más pequeños. ¡Cuántas heridas no perdonadas
pesan tanto como una grave disputa! Son a menudo estas pequeñas cosas las que,
al acumularse, conducen a la ruptura.
En comparación
con los conflictos benignos, los problemas graves provocan rupturas y
divisiones dramáticas. Divorcios, por supuesto, pero también profundas broncas
entre un padre y un hijo, un hermano y una hermana, una tía y un sobrino, etc.
Si somos actores
o espectadores de estas rupturas, tenemos dos opciones: ser artesanos de
la paz o arrojar leña al fuego.
Por supuesto, no
podemos perdonar en nombre del esposo engañado por su cónyuge o del padre
traicionado por su hijo, pero nuestra actitud puede ayudarles a caminar hacia
el perdón y la reconciliación o, al contrario, mantener la animosidad mutua.
La paz se encuentra en la oración
Muchos conflictos
familiares se agravan por comentarios intempestivos, juicios precipitados,
cotilleos y maledicencias machacadas en todos los tonos.
“Reprocho a mi
suegro haber sido violento con sus hijos”, explica Brigitte. “Pero me he dado
cuenta de que, al no perdonarle, impido a mi marido perdonar. A través de mis
pequeños comentarios, de mis palabras amargas, mantengo su rencor”.
Para
extender la paz, hay que empezar por estar en paz. Una madre indignada
por las infidelidades de su yerno no podrá ayudar a su hija a reconciliarse con
su esposo. Es normal que esta madre sufra por su hija, pero, mientras esté
dominada por la cólera, solo podrá empeorar la situación.
La paz, tan
difícil de conquistar en estas circunstancias, se encuentra en la oración: en
el corazón de Aquel que lo comprende todo y lo puede todo, ahí debemos arrojar
nuestro dolor, nuestra indignación, nuestros pensamientos rencorosos, nuestros
deseos de venganza.
Solamente Dios
puede calmar nuestras tempestades internas y arraigarnos en su paz. Entonces,
revestidos de su dulzura, podemos escuchar sin juzgar y empatizar sin tomar
partido.
El método
El método o
actitud que contribuye a construir la paz en la familia es no meterse en las discusiones de los demás,
La discreción es también
un excelente medio de contribuir a la paz. Discreción no significa disimulo,
sino prudencia.
Cuando vivimos
una situación conflictiva, es importante encontrar “un corazón que escuche”.
Pero ¿cómo hablar si
tememos ver nuestras palabras repetidas a todo el entorno?
Aquello
que se nos confiesa, aquello de lo que somos testigos, no tiene que llevarse
forzosamente a conocimiento de toda la familia, incluso si la curiosidad de
dicha familia está inspirada por un afecto real.
Pidamos al
Espíritu Santo que nos muestre qué
podemos y debemos decir y a quién. La dificultad, en efecto,
está en saber hablary
hacerlo siempre con sabiduría y de manera benévola.
De igual
modo, solo debemos
intervenir directamente si es lo oportuno.
Una de las
maneras de construir la paz familiar consiste en no inmiscuirse en discusiones que no nos conciernen
personalmente.
Escuchar, acoger,
consolar, ¡eso sí!
Tal vez podamos
dar el contacto de algún sacerdote o algún especialista. Y rezar, por supuesto,
sea o no sea oportuno.
Conviene,
además, aceptar nuestra
impotencia, reconocer que no estamos necesariamente en la mejor disposición
para dar consejos.
Lo más importante
no es hacer cosas por quienes discuten, sino estar a su lado, dando testimonio
de un amor incondicional y una esperanza a prueba de todo.
Christine Ponsard
Fuente: Edifa






