Quédate en paz porque es Dios quien vela tus sueños y dibuja tu sonrisa cada mañana, su misericordia es la razón de la esperanza
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Es la esperanza de María camino a Belén sin saber
cómo sucederá todo. Aún no posee entre sus manos a Dios hecho hombre y ya lo
sueña.
Es la esperanza que tengo yo de ser mejor, de ser
más pleno, más feliz, más niño, más trasparente de Dios. Es el deseo de
plenitud que alberga mi corazón herido.
La esperanza me lleva a pensar que mañana va a ser
todo mejor que hoy, más pleno, si es que estoy sufriendo. Y si estoy feliz con
lo que vivo me lleva a desear que ese presente sea eterno.
La esperanza me hace desear que no falte nunca
nadie de los míos, que nadie muera ni se vaya. No quiero sillas vacías, ni
sueños rotos.
Una
estabilidad frágil
Durante muchos años en mi vida las cosas se fueron
repitiendo año tras año. Sólo pasaba el tiempo, pero no se movían las fichas de
mi tablero. Todo parecía en un orden perfecto, inamovible, intocado y frágil al
mismo tiempo.
Ni la enfermedad ni la muerte parecían tocarme. Ni
el odio ni las divisiones ponían en peligro mi seguridad. Cuando miro atrás en
mi vida veo cómo
ha cambiado todo desde hace poco tiempo.
Quizás en esos momentos de estabilidad pensaba que
poseería a los míos para siempre, que no se irían mis padres o la estabilidad
formaría parte de mi rutina año tras año.
El corazón desea que la
alegría sea eterna, cuando tiene paz. Era esa la esperanza de una
continuidad en ese amor que parecía infinito siendo finito.
Miedo
amenazador
Y de repente todo se tambalea en medio de esta
guerra que ahora toca mis puertas. Y muy dentro siento que se rompe la
esperanza de lo perenne.
Entonces asomo la cabeza por mi ventana, con
miedo, temblando. Siento el olor de las hojas caídas del otoño, son las
tormentas de este invierno que se ha llevado la paz estival.
Pienso en esas fotos de entonces que vuelven a
recordarme un tiempo que ya no es presente, sólo pasado. Pero estando todo vivo
dentro de mi alma. ¿Como tener esperanza en el miedo?
Llamado a
algo más
Siento que la esperanza sigue muy viva dentro de
mí. Es una esperanza que me dice que estoy llamado a algo más grande,
más pleno. Al cielo en la tierra. A esa vida eterna que llenará de luz todas
mis noches.
Esa esperanza me levanta cada mañana, soñando.
Ahora amo
el presente, porque Dios me ha dado el don de amar mi vida
ahora, como es, sin tener miedo a que pase. Sin temblar al ver que los días
transcurren apresurados buscando una salida, un camino al pasado.
No
quiero vivir sin esperanza, porque sin esa luz la vida se vuelve noche. Me
escondo entre las sábanas sin encontrar nada que justifique alzar la mirada.
La razón
de la esperanza: la misericordia
Es este tiempo de Adviento un tiempo de esperanza.
en una vida nueva, más llena, más verdadera. Me gusta pensar que todo puede
ser más bello. Y lo sé, yo puedo contribuir a que así sea.
Decía san
Agustín:
Toda
mi esperanza estriba sólo en tu muy grande misericordia. ¡Dame lo que me pides
y pídeme lo que quieras!
Mi esperanza descansa en la misericordia de Dios.
Él me ha creado, me ha dado la vida y la fuerza para componer un día.
Puedo seguir creyendo, lo necesito. Nunca voy a
dejar de creer en un tiempo nuevo que está por venir, en una victoria al final
del camino, en el último suspiro.
La
esperanza permite levantarse cada vez
Vuelvo a levantarme en Adviento, como José y María
que no se desalientan. Saben que el camino es largo. Y que en Belén no es
seguro lo que encontrarán sus pasos.
No importa si tienen que buscar allí un lugar para
que nazca Jesús. Algo sucederá que lo haga todo más fácil. Una fuerza de Dios
que se una a mi impotencia.
No soy yo el que puede levantar el mundo entre mis
manos. No soy yo el que sostiene el orden del universo. Me quedo dormido
tranquilo porque es
Dios quien vela mis sueños y dibuja mi sonrisa cada mañana.
Es su poder, no es el mío. Es la esperanza de
creer en lo que aún no veo, en lo que no toco, en lo que no alcanzo a
vislumbrar detrás de tantas nubes.
Cuando la victoria final parece imposible porque
todo está en contra. Cuando siento miedo. No importa, sigo esperando, tengo fe y
esperanza.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia






