Construcción de la “nueva justicia social”
![]() |
| Papa Francisco con un niño (C) Vatican Media |
En su
análisis, el Santo Padre describe este evento, en el que “hombres y mujeres se
reúnen” para “construir la nueva justicia social”, como una “excelente noticia”
en un tiempo “tan crítico para toda la humanidad” como el actual.
Realidad y
justicia
La primera
idea que señala el Papa a los jueces es la necesidad de que sean conscientes de
la “angustiante” realidad que atraviesa el mundo, formado por una “pequeña
parte” que vive en la “opulencia” y otra “cada vez más numerosa” que desconoce
la dignidad, es ignorada y cuyos derechos fundamentales son “violados”.
El compromiso
Según
Francisco, la tercera base consiste en una “actitud de compromiso, siguiendo la
senda del buen samaritano”, reconociendo la tentación acostumbrada de
desentenderse del resto, “especialmente de los más débiles”: hemos de asumir,
prosigue, “que nos hemos acostumbrado a pasar de lado, a ignorar las
situaciones hasta que nos golpean directamente”.
Para él, el
verdadero compromiso es hacernos cargo del dolor del otro y no resbalar hacia
una cultura de la indiferencia”, el tan rutinario “mirar para otra parte”.
Conocer la
historia
El Obispo de
Roma declara la historia como “eje conductor” para “erigir una nueva justicia
social” para este mundo “sediento de dignidad”. Exhorta a sumar “la perspectiva
del pasado”, hacer una “reflexión histórica” para conocer las “luchas, los
triunfos y las derrotas”.
Aclara que
allí se encuentra “la sangre de quienes dieron su vida por una humanidad plena
e integrada” y “las raíces de las experiencias, también las de aquella justicia
social que hoy queremos repensar, hacer crecer y potenciar”.
Mirar al
pueblo
El Sucesor de
Pedro destaca al pueblo como “quinta base para construir la justicia social”:
“Será una tarea mucho más fácil si incorporamos el deseo gratuito, puro y
simple de querer ser pueblo, sin pretender ser elite ilustrada, sino pueblo,
siendo constantes e incansables en la labor de incluir, integrar y levantar al
caído”.
Desde el
Evangelio, continúa, Dios pide a los creyentes “ser pueblo de Dios, no elite de
Dios”, siendo que estos “terminan en los tan consabidos clericalismos elitistas
que, por ahí, trabajan para el pueblo, pero nada con el pueblo, sin sentirse
pueblo”.
Solidaridad y
justicia
La sexta clave
que marca el Papa Francisco a los jueces es la solidaridad al “luchar contra
las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de
tierra y de vivienda”. También indica las “tres ‘T’ que nos ungen dignos”, el
techo, la tierra y el trabajo.
En el mismo
sentido, manifiesta la necesidad de luchar “contra quienes niegan los derechos
sociales y laborales” y contra “esa cultura” que usa, esclaviza y quita la
dignidad a los demás: “No olviden que la solidaridad, entendida en su sentido
más hondo, es un modo de hacer historia”.
Justos son,
arguye, “los que hacen justicia” y “resolviendo en el derecho” dan a los pobres
lo que es suyo, les devuelven “lo que les pertenece”.
Propiedad e
inequidad
Finalmente, el
Pontífice sugiere la construcción de la “nueva justicia social” teniendo claro
que “la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto e intocable el
derecho a la propiedad privada y subrayó siempre la función social de
cualquiera de sus formas”: el derecho de propiedad es, por tanto, “un derecho
natural secundario” que tienen todos, pero no hay justicia social que pueda
construirse en la “inequidad” que conlleva la “concentración de la riqueza”.
A
continuación, sigue el mensaje completo del Papa.
***
Mensaje de
Francisco.
Queridos
jueces y juezas de los continentes africano y americano:
Para mí es una
alegría compartir con ustedes este encuentro virtual de juezas y jueces
integrantes de los Comités
por los Derechos Sociales.
En un momento
tan crítico para toda la humanidad, el hecho de que las mujeres y los hombres
que trabajan para impartir justicia se reúnan para pensar su labor y construir
la nueva justicia social es, sin dudarlo, una excelente noticia.
Creo que para
construir, para analizar desde una íntegra revisión conceptual la idea de
justicia social, es fundamental recurrir a otro conjunto de ideas y situaciones
que constituyen, a mi entender, las bases sobre las que esta debería
sostenerse.
La
primera tiene que ver con la dimensión de la realidad. Las ideas
sobre las que seguramente ustedes trabajarán, no debieran perder de vista el
angustiante cuadro en el que una pequeña parte de la humanidad vive en la
opulencia, mientras que a una cantidad cada vez más numerosa le es desconocida
dignidad y son ignorados o violados sus derechos más elementales. No podemos
pensar desconectados de la realidad. Y esta es una realidad que deben tener
presente.
La
segunda nos remite a las formas en que se gesta la justicia. Pienso
en una obra colectiva, en una obra de conjunto, en donde todos y todas las
personas bienintencionadas desafían la utopía y asumen que, así como el bien y
el amor, lo justo es una tarea que ha de conquistarse todos los días, porque el
desbalance es una tentación de cada minuto. Por eso cada día es una conquista.
Pero no sólo
se trata de unirse para moldear esa nueva justicia social. Es necesario hacerlo
con una actitud de compromiso, siguiendo la senda del buen Samaritano. Y
ese es el tercer paradigma a tener presente, reconociendo la tentación tan
frecuente de desentenderse de los demás, especialmente de los más débiles.
Tenemos que asumir que nos hemos acostumbrado a pasar de lado, a ignorar las
situaciones hasta que estas nos golpean directamente. El compromiso incondicional
es hacernos cargo del dolor del otro y no resbalar hacia una cultura de la
indiferencia. Ese tan cotidiano de mirar para otra parte.
No puedo dejar
de mencionar, como parte fundamental de esta construcción de la justicia
social, la idea de la historia como eje conductor. Y esta es la
cuarta y obligada reflexión para los que pretendan erigir una nueva
justicia social para nuestro planeta, sediento de dignidad: sumar al planteo la
perspectiva del pasado, es decir, histórica, una reflexión histórica. Ahí están
las luchas, los triunfos y las derrotas. Allí se encuentra la sangre de quienes
dieron su vida por una humanidad plena e integrada. En el pasado están todas
las raíces de las experiencias, también las de aquella justicia social que hoy
queremos repensar, hacer crecer y potenciar.
Y es muy
difícil poder construir la justicia social sin basarnos en el pueblo. O sea, la
historia nos lleva al pueblo, los pueblos. Será una tarea mucho más fácil si
incorporamos el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, sin
pretender ser elite ilustrada, sino pueblo, siendo constantes e incansables en
la labor de incluir, integrar y levantar al caído. El pueblo es la
quinta base para construir la justicia social. Y, desde el Evangelio, lo
que a nosotros creyentes Dios nos pide es ser pueblo de Dios, no elite de Dios.
Porque los que van por el camino de la “elite de Dios”, terminan en los tan
consabidos clericalismos elitistas que, por ahí, trabajan para el pueblo, pero
nada con el pueblo, sin sentirse pueblo.
Y, por último,
les sugiero que, al momento de repensar la idea de la justicia social, lo hagan
siendo solidarios y justos. Solidarios al luchar contra las
causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de
tierra y de vivienda. Techo, tierra y trabajo, las tres “T” que nos ungen
dignos. Luchando, en suma, contra quienes niegan los derechos sociales y
laborales. Luchando contra esa cultura que lleva a usar a los demás, a
esclavizar a los demás, y termina en quitar la dignidad de los demás. No
olviden que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo, es un modo de
hacer historia.
Justos los que
hacen justicia. Justos sabiendo que, cuando resolviendo en el derecho, damos a
los pobres las cosas indispensables no les damos nuestras cosas, ni la de
terceros, sino que les devolvemos lo que es suyo. Hemos perdido muchas veces
esta idea de devolver lo que les pertenece.
Construyamos
la nueva justicia social asumiendo que la tradición cristiana nunca reconoció
como absoluto e intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó siempre
la función social de cualquiera de sus formas.
El derecho de
propiedad es un derecho natural secundario derivado del derecho que tienen
todos, nacido del destino universal de los bienes creados. No hay justicia
social que pueda cimentarse en la inequidad, que supone la concentración de la
riqueza.
Queridas
juezas y queridos jueces: Les deseo una excelente jornada de reflexión. Deseo
también que todo lo que construyan sobre la justicia social sea más que una
mera teoría, sino más bien una nueva y urgente práctica judicial, que coadyuve
a que la humanidad pueda, en un futuro bien cercano, integrarse en la plenitud
y la paz.
Les deseo lo
mejor. Que Dios los bendiga.
© Librería Editora Vaticana
Gabriel Sales
Triguero
Fuente: Zenit






