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Opus Dei Communications Office | Flickr CC BY-SA 2.0 |
Durante sus
primeros años de vida, Montse sufrió de bronquitis y otros
problemas respiratorios. Requería cuidados constantes, ya que los
remedios de su época eran inefectivos.
Montse hizo
muchos amigos y le encantaban los deportes, el baile, la música y el teatro.
Era el tipo de jovencita que despertaba una sonrisa en todos los que la
conocían.
En búsqueda
Con 13 años,
empezó a asistir a reuniones y actividades que fomentaban la formación
cristiana. Su madre y padre eran miembros activos del Opus
Dei desde 1952.
Animaron a su
hija a unirse explicándole que le ayudaría a madurar espiritualmente y
humanamente. Sin embargo, Montse no tenía claro si estaba preparada para
comprometerse con el Opus Dei.
La joven Montse
empezó el instituto en un centro de monjas en 1951. Luego continuó sus estudios
en la Escuela Profesional para la Mujer.
En su tiempo
libre, hacía con sus amigos frecuentes visitas a las zonas pobres de Barcelona
para enseñar catequesis a niños, a quienes llevaban también dulces y otros
regalos.
Montse continuó
de forma aplicada sus estudios y manteniéndose físicamente activa. Jugaba al
ping-pong, al tenis y al baloncesto. Llegó incluso a escalar montañas y recibió
un premio por ganar una carrera en bicicleta.
En 1956,
asistió a un retiro del Opus Dei. Tenía ya 15 años y sentía deseos de discernir
si unirse o no al Opus Dei. Al final del retiro seguía sin
estar segura y se embarcó en un periodo de oración y sacrificio para
ayudarla a tomar la decisión.
Montse continuó
rezando y buscando consejo a su alrededor. Entonces, el 24 de diciembre de
1957, finalmente escuchó la vocación de Dios para que se uniera al Opus Dei,
así que buscó unirse a esta familia espiritual.
Desde aquel día
en adelante realizó esfuerzos deliberados cada día para aspirar más alto en su
vida espiritual y para avanzar en su búsqueda de alcanzar la santidad.
Por amor
Montse meditaba
sobre la vida de Cristo y asistía a la adoración eucarística tanto como podía.
También desarrolló una devoción profunda a la Virgen María.
Montse intentaba
realizar sus rutinas diarias centrándose en hacerlas por amor en vez de por
necesidad.
No tenía ni
idea de que su santidad estaba transmitiendo una sensación de paz en su
entorno, incluyendo a familiares y amigos. Pero eso es lo que pasa cuando alguien vive cerca de Dios.
En 1958, Montse
fue con unos amigos a una estación de esquí de La Molina. Esquiando colina abajo,
se cayó y lastimó una pierna. El dolor era tremendo y persistente,
pero ella lo soportó con valentía y lo ofreció en sacrificio por las almas en
el purgatorio.
El dolor
empeoró y, después de varios meses, la llevaron a una clínica de la Cruz Roja
para evaluarla. En junio de 1958, los médicos le diagnosticaron sarcoma de Ewing.
Después de que le informaran de su enfermedad, escucharon a Montse cantar en su
dormitorio:
“Cuando vivía tan feliz, sin pensar en el amor, querías que te amara y yo
te amé apasionadamente. Y seguiré amándote incluso después de la muerte.
Porque te amo con el alma, y el alma nunca muere”.
¿Cuándo vienes a por mí?
María
Montserrat Grases García murió el 26 de marzo de 1959. Era Jueves Santo y sólo
tenía 17 años. Cuentan los testigos que intentó levantarse para mirar mejor una
imagen de Nuestra Señora. Sus últimas palabras fueron: “¡Cuánto Te
quiero! ¿Cuándo vienes a por mí?”.
Muchas personas
ofrecieron testimonio de su vida humilde y a la vez heroica y ejemplar. Su
reputación sigue creciendo a día de hoy.
El 19 de abril
de 2016, el papa Francisco confirmó que Montse había llevado una vida de virtud
heroica y que era digna del título de Venerable. El siguiente paso en
su camino de santidad es la beatificación.
Venerable
Montse Grases García, por favor, reza por nosotros.
Larry Peterson
Fuente: Aleteia