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| © Angelrays |
Por
creerlo instintivo, por suponer que puede dejarse a la naturaleza para que lo
eduque (como aquellos animales que apenas nacen se ven obligado a ponerse en
pie para poder sobrevivir), por estimar que no tenemos decisión sobre él y que
simplemente nos arrastra como un enorme torbellino hacia su interior dejándonos
una sensación de vértigo o un profundo cráter de dolor cuando hemos fracasado
en su intento, por esto y más estamos construyendo relaciones de pareja
adaptadas más al instinto de supervivencia afectiva que al plan de Dios para
hacer de nosotros imágenes perfectas de sí mismo.
Es
por esto que bien vale la pena tener en cuenta que en los procesos de
enamoramiento y su posterior decantamiento los esposos se han habituado a
ciertas actitudes que muy pronto darán al traste con su vínculo:
1.
Porque no saben amar como cónyuges, después de casados, tienden a estar más
pendientes de sus padres que de su pareja. El mandato bíblico establece “Por eso
deja (se aparta) el hombre a su padre y a su madre…” (Gn.
2,24); de ninguna manera esto implica abandono de ellos. El
vínculo filial no debe romperse jamás pero ocupa un lugar distinto en la escala
de quienes se han casado. Hay que romper el cordón umbilical, salir de debajo
de la falda de la madre.
2.
Cuando los hijos vienen, tienden a volcarse sobre ellos olvidándose el uno del
otro y sus compromisos conyugales. Los hijos no deben minar la relación sino
reforzarla.
3.
Llegan a considerar que el día domingo es para descansar DE la familia y no CON
la familia. Este día está privilegiado sobre todos los demás para compartir
momentos que refuercen la relación entre ellos y con Dios.
4.
Habituados a los cuentos de hadas, consideran que el matrimonio es el “fin de
la historia”; ahora a comer perdices. Éste es justamente el principio de un
largo camino.
5.
Al afrontar conflictos, corren el riesgo de considerar que la cama soluciona
las dificultades. El sexo no soluciona problemas no engendrados en ella. Nunca
vayan a la cama enojados. “Que la noche no os sorprenda en vuestro
enojo” (Ef. 4,26).
6.
Es un atentado al amor humano donar los cuerpos sin hacer una oblación de la
vida. Eso se llama prostitución gratuita.
7.
Confundir pasión con amor es una gran equivocación. La primera la aplacan los
años pero purifica éste y lo perfecciona.
8.
Finalmente, han de recordar que ninguno de los dos se hace “una sola carne” ni
con los hijos, que un día se irán, ni con sus padres, de quienes ya se han
separado o muerto. Toda pareja de esposos empieza sola y termina sola y esta es
una simple razón para reconocer la importancia de cuidarse mutuamente.
Toda
relación de esposos tiene una rutina, necesaria para la maduración; lo que debe
evitarse es que tal rutina la conviertan en una monotonía que asesine su
opción, su elección.
Porque
no es un instinto sino una facultad, el mayor don para hacernos semejantes a
Dios es por ello que requiere sentarse a los pies del Maestro para aprender
directamente de él cómo debemos amarnos y no fracasar en el intento.
Juan Ávila
Estrada
Fuente:
Aleteia






