Un análisis de Marcel Lejeune, de Catholic Missionary Disciples
En una de sus últimas reflexiones, Lejeune examina la forma de medir el "éxito" (o
fruto) de una parroquia.
Muchas parroquias miden su fruto contando los asistentes a misa,
la gente que participa en otras actividades parroquiales y el número de
sacramentos que se imparten (cuántas bodas, bautizos y primeras comuniones se
celebran).
La razón es la siguiente: la Iglesia existe para evangelizar, y eso implica que se
dedique, sobre todo, a buscar llegar a más gente. Una parroquia evangelizadora
debe estar buscando formas de llegar "a los de fuera", más que
microgestionar lo que tiene dentro.
Lejeune recuerda una cita de C.S.Lewis: "La Iglesia no existe más que para acercar los hombres a Cristo,
para hacer de ellos pequeños Cristos. Si no están haciendo eso, todas
las catedrales, clérigos, misiones, sermones, incluso la Biblia misma, son
simplemente una pérdida de tiempo".
Jesús resucitado da instrucciones a su Iglesia: "Id y haced discípulos de
todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he encargado; y, mirad,
yo estoy con vosotros siempre, hasta el fin de los tiempos", leemos al
final de Mateo 28.
Si ese es el objetivo ("haced discípulos", "bautizad", "enseñad"),
¿cómo puede medir una parroquia si lo va cumpliendo y mejora en esa ruta?
Lejeune propone 4 formas de hacerlo.
1. Medir el
"output" (lo que sale), más que el "input" (lo que entra)
Más que medir cuánta gente viene a catequesis infantil o de padres
o a misa, hay que medir cuánta
gente en la parroquia sale a evangelizar, o se presenta voluntaria
para servir o se forma como discípulo de Cristo para "ir y anunciar".
¿Cómo se mide esto? En realidad, admite Lejeune, "la única forma de medir
el output es conocer a los demás y escuchar sus historias. No es muy eficiente,
pero es necesario para tener un sistema que esté al corriente de lo que
pasa".
2. Entender qué estrategia
lleva al objetivo
El objetivo lo marca Jesús: id y haced discípulos. Eso implica
mover a que la gente se convierta, que la gente ame a Jesús y quiera seguirlo.
En realidad eso no es algo que controle ni el párroco ni su equipo de
evangelizadores o colaboradores. Pero sí hay estrategias que ayudan a evangelizar mejor. "Si
nuestro objetivo es hacer discípulos, necesitamos reorientar nuestros
ministerios con un plan que nos ayude a eso".
3. No detenernos en la
conversión inicial
Un problema de la pastoral católica es que, a menudo, en cuanto se
recibe un converso, se le deja solo. Se le dice que con ir a misa y confesarse
de vez en cuando, ya está incorporado a la Iglesia. La verdad es que sólo con
eso es muy difícil que un converso pase a ser un cristiano maduro y
evangelizador, es decir, un discípulo. "La forma más sencilla de ayudar a
alguien en esa etapa es
que un discípulo más maduro venga a acompañarle, discipularle y
enseñarle", explica Lejeune. Hay varias formas de hacer esto,
pero el objetivo es
multiplicar el número de discípulos maduros, es decir, la cantidad de
cristianos maduros que puedan acompañar y formar a otros cristianos.
4. Lo que no sirve, y
molesta, quitarlo
"Demasiado a menudo las parroquias están ocupadas en cosas que las distraen de su
misión, que no corresponden a una estrategia establecida y que no
ayudan a cumplir la visión. Son cosas que se hacen porque 'siempre se ha
hecho'. Esa no es razón suficiente para gastar dinero, tiempo o espacio. Podar requiere tanto
liderazgo como cosechar".
Para conocer a tu pueblo,
¡hazle preguntas!
Un párroco necesita conocer a sus feligreses y a sus
colaboradores, catequistas, monitores; también un responsable de catequesis o
de Cáritas debería. Para saber
si la gente mejora en su cercanía a Cristo y si la parroquia mejora en
su objetivo de "hacer discípulos", Lejeune considera que hay
preguntas bastante concretas que se deberían plantear:
(Este
artículo se publicó por primera vez en ReL en septiembre de 2019)
Fuente: ReL






