«Si nuestra adoración es auténtica, creceremos en el amor por todos los que siguen a Jesús, independientemente de la comunión cristiana a la que pertenezcan».
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Basílica papal san Pablo Extramuros: conclusión de la semana de oración por la unidad de los cristianos |
En
la tarde del 25 de enero, se celebraron las vísperas de la Conversión de San
Pablo y la conclusión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos
en la Basílica papal dedicada al Apóstol de los Gentiles, (San Pablo
Extramuros).
Partiendo
de la premisa de Jesús a sus discípulos «Permanezcan en mi amor» (Jn
15,9), el Papa reflexiona sobre "esta unidad indispensable que tiene
múltiples niveles", e invita a imaginar la unidad como un tronco
formado por tres círculos concéntricos.
"El
primer círculo, el más interno, es permanecer en Jesús. Aquí es donde comienza
el camino de cada persona hacia la unidad", explica Francisco, advirtiendo
que en la acelerada y compleja realidad actual, "es fácil perder el
hilo", atraídos por mil cosas.
“Muchos se sienten
fragmentados por dentro, incapaces de encontrar un punto fijo, un orden estable
en las circunstancias variables de la vida. Jesús nos muestra el secreto de la
estabilidad al permanecer en Él, porque sabe que «sin Él no podemos hacer nada
(cf. v. 5)»”
En
este sentido, el Sucesor de Pedro puntualiza que la primera unidad que estamos
llamados a consolidar, es decir la de nuestra integridad personal, "es
obra de la gracia que recibimos al permanecer en Jesús", y para ello es
fundamental poner en práctica la oración personal, la cual necesitamos
"como agua para vivir".
“Orar, es estar con Jesús,
la adoración, es lo esencial para permanecer en Él. Es el modo de poner en el
corazón del Señor todo lo que habita en nuestro corazón, esperanzas y temores,
alegrías y penas. Pero, sobre todo, centrados en Jesús en la oración, experimentamos
su amor. Y de este modo nuestra existencia toma vida, como el sarmiento toma
savia del tronco”
La
unidad con los cristianos
En
cuanto al segundo círculo, el Pontífice destaca que se trata de la unidad con
los cristianos y profundiza sobre una especie de "ley dinámica" que
existe en la vida espiritual: "En
la medida en que permanecemos en Dios nos acercamos a los demás, y en la medida
en que nos acercamos a los demás permanecemos en Dios".
Para
el Papa, esto significa que si oramos a Dios en espíritu y en verdad surge la
necesidad de amar a los demás y, por otra parte, que «si nos amamos los unos a
los otros, Dios permanece en nosotros» (1 Jn 4,12).
“La oración sólo puede
conducir al amor, de lo contrario es un ritualismo fatuo. De hecho, no es
posible encontrarse con Jesús sin su Cuerpo, formado por muchos miembros,
tantos como son los bautizados. Si nuestra adoración es auténtica, creceremos
en el amor por todos los que siguen a Jesús, independientemente de la comunión
cristiana a la que pertenezcan, porque, aunque no sean «de los nuestros», son
suyos”
En
este contexto, el Santo Padre subraya que en la vida diaria, muchas veces
"constatamos que amar a nuestros hermanos no es fácil, porque enseguida
aparecen sus defectos y faltas, y nos vienen a la mente las heridas del
pasado".
Es
por ello que resulta fundamental dejar que fluya la acción del Espíritu que
"sopla donde quiere y por todos los lugares que quiere para conducirnos de
nuevo a la unidad" y nos lleva "a amar no sólo a los que nos quieren
y piensan como nosotros, sino a todos, como Jesús nos enseñó".
La
unidad con la humanidad
Finalmente,
Francisco hace hincapié en el tercer círculo de la unidad, "el más
amplio", que comprende a toda la humanidad.
Y aquí es cuando la
acción del Espíritu "nos recuerda que nuestro prójimo no es sólo el que
comparte nuestros valores e ideas, sino que estamos llamados a ser prójimos de
todos, buenos samaritanos de la humanidad vulnerable, pobre y sufriente —tan
sufriente hoy en día— que yace en las calles del mundo y que Dios quiere
levantar con compasión".
El
Santo Padre insiste una vez más en la importancia de orar, para que Espíritu
Santo, autor de la gracia, "nos ayude a vivir en la gratuidad, a amar
incluso a los que no nos corresponden, porque es en el amor puro y
desinteresado donde el Evangelio da sus frutos", precisamente el
mismo Espíritu, "autor del camino ecuménico, que nos ha llevado esta
tarde a rezar juntos".
Hijos
del Padre: hermanos y hermanas entre nosotros
La
homilía concluye con el saludo fraternal del Papa a los representantes de las
Iglesias y Comunidades eclesiales reunidas para la ocasión:
"A
los jóvenes ortodoxos y ortodoxos orientales que estudian en Roma con la ayuda
del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos; a los
profesores y a los estudiantes del Ecumenical Institute of Bossey, que deberían
haber venido a Roma, como en años anteriores, pero que no han podido a causa de
la pandemia y nos siguen a través de los medios de comunicación"
"Queridos
hermanos y hermanas: Permanezcamos unidos en Cristo. Que el Espíritu Santo,
derramado en nuestros corazones, nos haga sentir hijos del Padre, hermanos y
hermanas entre nosotros, hermanos y hermanas en la única familia humana",
concluye Francisco.
Ciudad del Vaticano
Vatican News