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La Creación nos envía a su Creador. La Imitación de Cristo especifica
que «no hay criatura, por pequeña que sea, por humilde que sea, que no revele
la bondad de Dios». Por lo tanto, ¡los signos de este amor están en todas
partes! Sólo tienes que saber cómo percibirlos.
El silencio habla
Los acontecimientos de la vida son también «signos» de la divina
Providencia. La filósofa Simone Weil dijo que Dios establece con sus amigos un
«lenguaje convencional». Cada evento en la vida es una palabra de este
lenguaje. El significado común de todas estas palabras es: «Te
amo».
Dios no tiene palabras para decirle a su criatura: «Te odio». Pero
es ciertamente más fácil escuchar el «Te amo» de Dios en ese vaso de agua
providencial que descifrar su ternura oculta cuando la lengua se pega al
paladar…
Evitar signos imaginarios
A veces, en la monotonía de la vida cotidiana, podemos parecer un
conductor que busca desesperadamente una señal de salida en la autopista: «Abrí
la Biblia y me encontré con estas palabras…» «Hice una novena para saber lo que
Jesús quería de mí, y recibí esta señal…».
¡Pero la ausencia de un «signo» es, efectivamente, un «signo» que
habla muy alto! Así es como Dios nos confirma que debemos perseverar en
nuestros deberes y no tratar de seguir signos imaginarios…
Viviendo el «signo» de la realidad repetitiva de la vida,
seguramente encontraremos el reino de Dios -Cristo, con la alegría y la paz de
su presencia (Rom 14:17).
Para poder reconocer: «indiferencia»
Nuestra humilde vida diaria está marcada por «guiños» de Dios,
«signos» de su personal, delicado y atento amor por nosotros.
Estos signos suscitan nuestra gratitud y nuestro elogio: la
sonrisa de un niño, la alegría de nuestro esposo o esposa, una lectura…
El «signo» más llamativo es el de la Eucaristía que
comunica la vida divina y contiene, bajo la pobreza de las apariencias, al
Autor de la gracia: ¡Jesús mismo!
También puede aparecer la señal de salida. Estos signos suelen
tener un doble aspecto: una llamada del corazón y una confirmación externa en
la realidad.
Para poder percibir bien el signo, es necesario llegar a lo que
san Ignacio llama «la indiferencia»: una libertad interior que luego se
convierte en la voluntad de servir a la gloria de Dios, a su manera y no según
los propios gustos.
También es aconsejable buscar el consejo de
una persona con luces. Y por último, es necesario saber, en la oración, esperar el
tiempo de Dios para actuar. El Señor nos guía con signos sencillos y fáciles de
descifrar… ¡para corazones sencillos!
Por el padre Nicolas Buttet
Fuente: Edifa