Domingo II después de Navidad:
"La Palabra se hizo carne"
Evangelio según san Juan 1, 1-5.
9-14
En el principio existía el Verbo,
y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que
creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su
gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
COMENTARIO DEL EVANGELIO
El padre Francisco Díaz S.J.
comenta el Evangelio correspondiente al 3 de enero, II Domingo de Natividad,
según san Juan (1, 1-18): “La Palabra era Dios... y la Palabra se hizo carne.”
El Evangelio presenta el Prólogo
del Evangelio según san Juan. Recordemos que estamos frente a un resumen de
alto nivel teológico puesto estratégicamente, no al final, sino al inicio del
Evangelio. La intención de este Prólogo, además de anunciar lo que sucederá o
de preparar al lector, es la de resaltar el valor de la Palabra de Dios.
Esta Palabra, por medio de la
cual existe todo lo creado, quiso vivir en medio de nosotros. Jesús es esa
Palabra de Dios que vino a nosotros para revelarnos al Padre. Y lo hace
brillando entre las tinieblas sin que estas puedan cubrir o apagar esta luz.
Por eso el corazón humano no puede vivir sin Dios aunque se aleje o lo
niegue.
Esta presencia luminosa irrumpe en nuestra vida, siendo Juan el
Bautista testimonio fiel de esta Palabra que, al encarnarse, nos hermana y nos
hace hijos e hijas de Dios. Los que recibimos con fe este regalo de parte de
Dios, dejamos de ser extranjeros o forasteros, porque toda la creación es
nuestro hogar y toda la humanidad renovada se convierte en nuestra
familia.
El Prólogo afirma que la Palabra se hace presente en medio de nosotros en la
persona de Jesús. De esta forma, la Palabra se hizo carne y puso su tienda
entre nosotros, en nuestra humanidad frágil y tan necesitada de ser
dignificada. Permitamos que la Palabra ilumine siempre nuestra vida en este
mundo y que pueda morar en nuestra humanidad, porque por ella ha venido.
Francisco Díaz SJ
Vatican News