30 – Enero.
Sábado de la III semana del Tiempo Ordinario
Evangelio
según Marcos 4, 35-41
Aquel día, al
atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo
acompañaban. Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca
hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. Lo
despertaron, diciéndole:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar:
«¡Silencio, enmudece!».
El viento cesó y vino una gran calma.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
Se llenaron de miedo y se decían unos a otros:
«¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».
PALABRAS DEL
SANTO PADRE
Esta es una
imagen eficaz de la Iglesia: una barca que debe afrontar las tempestades y
algunas veces parece estar en la situación de ser arrollada. Lo que la salva no
son las cualidades y la valentía de sus hombres, sino la fe, que permite
caminar incluso en la oscuridad, en medio de las dificultades. La fe nos da la
seguridad de la presencia de Jesús siempre a nuestro lado, con su mano que nos
sostiene para apartarnos del peligro. Todos nosotros estamos en esta barca, y
aquí nos sentimos seguros a pesar de nuestros límites y nuestras debilidades.
Estamos seguros sobre todo cuando sabemos ponernos de rodillas y adorar a
Jesús, el único Señor de nuestra vida. ÁNGELUS 10 de agosto de 2014
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