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Por consiguiente, no faltan los cristianos que se
preguntan hoy día si todos estos actos de caridad no son mucho más importantes
que el ayuno al que la Iglesia les pide que se sumen durante la Cuaresma y
algunos otros días del año. ¿No es la caridad fraternal el gran mandamiento del
Señor, igual que el testimonio esencial que nos manda dar? “En esto todos
reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a
los otros” (Jn 13, 35).
Las
múltiples ventajas del ayuno para el cuerpo y el alma
El ayuno es, no obstante, junto con la oración y la
limosna, una de las tres actividades que el Señor nos pide con insistencia
cumplir “en secreto” (Mt 6, 1-18) para complacer a nuestro Dios. Por eso, desde
siempre, la Iglesia nos propone al comienzo de la Cuaresma adoptar una
resolución en estas tres direcciones. Aquí tienes algunos consejos de reflexión
para ayudarte a ayunar más.
El ayuno aligera tu cuerpo y tu mente: eliminas la
grasa mala, concilias mejor el sueño y tienes la mente más ligera para leer y
para rezar. El hambre que sientes los días de ayuno te obliga a pensar en los
millones de personas que, en todo el mundo, no sacian su hambre: te sientes
entonces obligado a hacer algo por ellos y dejar de “consumir”
desconsideradamente.
Como buen alimento, puedes saciarte de la palabra
de Dios durante el tiempo que habrías pasado dándote una buena comilona.
Siguiendo a Pablo (2 Co 6, 5), puedes conseguir muchas gracias –sobre todo la
conversión de los pecadores– ofreciendo a Dios tus ayunos como sacrificios que
Le agradan. “Completo en mi carne lo que falta [misteriosamente] a los
padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col
1, 24).
Aunque no vayas a anunciar a los cuatro vientos tu
rendimiento en este ámbito, vale la pena arrastrarnos los unos a los otros a
ser generosos, decidiendo, por ejemplo, ayunar juntos –o al mismo tiempo–
varias veces en Cuaresma. Puedes ayudar a tus hijos a privarse también ellos de
un postre.
Pero conviene permanecer extremadamente benévolos
con respecto a quienes no han comprendido aún la importancia del ayuno en sus
vidas. Sería una lástima que un cristiano se impusiera un estricto ayuno pero
se burlara de su vecino obeso, todavía incapaz por el momento de dominar su
terrible apetito.
Abad Pierre Descouvemont
Fuente: Edifa